miércoles, 8 de junio de 2011

Capitulo 4

Capitulo 4
Alquitrán y Estaño

La ciudad que había crecido a lo largo de los siglos alrededor de la Universidad no era grande. Realmente, era poco más que un pueblo.
A pesar de esto, el comercio prosperó en nuestro extremo del Gran Camino de Piedra.
Los mercaderes traían en sus carros materias primas: alquitrán y arcilla, gibbsita, potasa y sal marina. Traían artículos de lujo como café de Lanetti and y vino de Vintas. Ellos traian fina tinta negra de Arueh, arena blanca y pura para nuestros trabajos de cristal y resortes y tornillos de Cealdicos delicadamente moldeados.
Cuando estos mismos mercaderes se iban, sus carros iban cargados de cosas que solo puedes encontrar en la Universidad. La Clínica preparaba medicamentos, medicamentos reales, no agua coloreada o remedios baratos. El complejo de alquimia producía sus propias maravillas de las que yo apenas tenia una ligera idea, así como materias primas como gasolina, sulfuros y cal viva.
Podría estar predispuesto, pero creo que lo justo es decir que la mayoría de las maravillas tangibles de la universidad procedían de la Factoría. Lentes de vidrio esmerilado. Lingotes de wolframio y acero templado. Láminas de oro tan finas que se rasgaban como si fueran papel fino.
Pero hacíamos mucho más que eso. Lámparas simpáticas y telescopios. Devoracalores y mecanismos extractores. Bombas de sal. Brújulas. Docenas de versiones de cabestrantes Teccam y ejes Delevari.
Artífices como yo fabricaban estas cosas y cuando los mercaderes las compraban nosotros ganábamos una comisión: el sesenta por ciento de la venta. Esta era la única razón de que yo tuviera algo de dinero. Y como no había clases durante el periodo de admisión, disponía de un periodo completo de días para trabajar en la Factoría.

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Me dirigí hacia el Depósito, el almacén donde los artífices retiraban herramientas y materiales. Me sorprendió ver un estudiante alto y pálido de pie en la ventanilla, que parecía profundamente aburrido.
“¿Jaxim?”- Pregunté. “Que estas haciendo aquí? Este es un trabajo fastidioso.”
Jaxim asintió malhumorado. “Kilvin todavía está un poco enojado conmigo” “Ya sabes, Por lo del incendio y todo eso.”
“Siento oír eso” dije. Jaxim era un Re`lar en toda regla, igual que yo. Podía estar dedicado a investigar proyectos propios. Forzarle a realizar una tarea servil como esa no era solo aburrido, le humillaba públicamente además de costarle dinero y paralizar sus estudios. En lo que a castigos se refiere, era uno extraordinariamente completo.
"De que andamos cortos?" Le pregunté.
Elegir los proyectos en el taller era un arte. No era importante fabricar la lámpara simpática más brillante o el embudo de calor más eficiente de la historia de la Artesanía. Hasta que alguien lo compraba no conseguías ni un solo ardite de la comisión.
Para muchos de los otros trabajadores este no era un problema. Podían permitirse esperar. Yo, sin embargo necesitaba algo que pudiera vender rápido.
Jaxim se inclinó sobre el mostrador. “La caravana acaba de comprar todas nuestras lámparas de cubierta” dijo. “Solo nos queda esa tan horrorosa que hizo Veston”
Asentí. Las lámparas simpáticas eran perfectas para barcos. Difíciles de romper, mas baratas que las de aceite a largo plazo y no tienes que preocuparte de que puedan incendiar tu barco.
Jugué con los números en mi cabeza. Podía hacer dos lámparas a la vez ahorrando algo de tiempo mediante duplicar esfuerzos, y estaría razonablemente seguro de que se venderían antes de que tuviera que pagar la matrícula.
Desafortunadamente, las lámparas de cubierta era simple y llanamente un trabajo penoso. Cuarenta horas de un trabajo meticuloso, y si cometía algún fallo simplemente no funcionarían. Entonces no tendría nada a cambio de mi tiempo excepto una deuda con el depósito por los materiales que había gastado.
Aún así, no tenía muchas opciones. “Supongo que haré las lámparas” dije. Jaxim asintió y abrió el libro de contabilidad. Comencé a recitar de memoria lo que necesitaba. “Necesitaré veinte emisores de materia medianos. Dos juegos de los moldes altos. Un cincel de diamante. Un cristal tenten. Dos crisoles medianos. Cuatro onzas de estaño. Seis onzas de acero de calidad. Dos onzas de níquel…”
Asintiendo para si mismo, Jaxim lo anotó en el libro de contabilidad.

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Ocho horas después entraba por la puerta principal de Anker`s oliendo a bronce caliente, alquitrán y humo de carbón. Era casi medianoche y la habitación estaba vacía a excepción de un puñado de entregados bebedores
“Pareces agotado” Dijo Anker mientras me dirigía al bar.
“Me siento agotado” dije. “Supongo que no queda nada en la olla?”
El negó con la cabeza. “La gente estaba hambrienta esta noche. Tengo algunas patatas frías que iba a echar en la sopa mañana. Y media calabaza asada, creo”
“Vendido,” dije. “Aunque sería de agradecer algo de mantequilla salada también.”
El asintió y salio del bar.
“No te molestes calentando nada,” dije. “Me lo voy a llevar a mi habitación”
Trajo un bol con tres patatas de buen tamaño y media calabaza dorada con forma de campana. Había una generosa porción de mantequilla untada en medio de la calabaza de donde habían sido sacadas las semillas.
“Me llevaré también una botella de cerveza de Bredon,” dije mientras cogía el bol. “Con la chapa puesta. No quiero derramarla por las escaleras.”
Había que subir tres tramos para ir a mi diminuta habitación. Después de cerrar la puerta, le di cuidadosamente la vuelta a la calabaza en el bol, coloque la botella encima y envolví todo en un trozo de tela de saco, transformándolo en un paquete que podía llevar debajo de un brazo.
Entonces abrí mi ventana y subí al tejado de la posada. Desde aquí había un salto corto para llegar a la panadería atreves del callejón.
Un trozo de luna asomaba abajo en el cielo, proporcionándome suficiente luz para ver sin sentirme expuesto. No es que estuviera muy preocupado. Se acercaba la medianoche y las calles estaban tranquilas. Además, estarías sorprendido de lo raramente que la gente mira hacia arriba.
Auri estaba sentada en una ancha chimenea de ladrillo esperándome. Llevaba puesto el vestido que le había comprado y balanceaba ociosamente sus pies descalzos mientras miraba a las estrellas. Su pelo eran tan delicado y claro que creaba un halo alrededor de su cabeza moviéndose con el mas leve susurro de una brisa.
Cuidadosamente pisé en mitad de un trozo plano de tejado metálico. Hizo un sonido grave bajo mis pies, como un distante y dulce tambor. Los pies de Auri dejaron de balancearse y se quedo paralizada como un conejo asustado. Entonces me vio y sonrió. La saludé con la mano.
Auri salto de la chimenea y vino dando saltitos hasta donde yo estaba, con su pelo ondeando detrás de ella. “Hola Kvothe.” Dio medio paso atrás. “Apestas.”
Sonreí con mi mejor sonrisa del día. “Hola Auri,” dije. “Tu hueles como una preciosa jovencita”
“Es cierto,” convino alegremente.
Dio un pasito a un lado y luego adelante otra vez, moviéndose ligeramente sobre las almohadillas de sus pies descalzos. “Que me has traído?” preguntó.
“Que me has traido?” contesté
“Ella sonrió.“ tengo una manzana que cree que es una pera,” dijo, mostrándola en alto. “Y un bollo que cree que es un gato. Y una lechuga que cree que es una lechuga.”
“Entonces es una lechuga lista”
“Difícilmente,” dijo resoplando delicadamente.“ “¿Porque creería cualquier cosa inteligente que es una lechuga?”
“Aún siendo una lechuga?” pregunté
“Especialmente siendo una lechuga,” dijo “Ya es bastante malo ser una lechuga. Que horror creer también que eres una lechuga”. Ella sacudió la cabeza con tristeza, su pelo acompañando el movimiento como si estuviese bajo el agua.
Desenvolví mi paquete. “Te he traído algunas patatas, media calabaza y una botella de cerveza que cree que es una rebanada de pan.”
“Que cree la calabaza que es?” pregunto curiosa, mirando a la calabaza. Manteniendo sus manos apretadas detrás de su espalda.
“Sabe que es una calabaza,” dije. “Pero pretende hacerse pasar por el sol del atardecer”
“Y las patatas?” preguntó.
“Están dormidas,” “Y frías, me temo.”
Ella levanto sus dulces ojos hacia mí. “No tengas miedo” dijo posando sus dedos en mi mejilla el tiempo que dura un latido, su tacto mas ligero que el roce de una pluma. “Estoy aquí, Estas a salvo”
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La noche era fresca, por eso en vez de comer sobre los tejados como solíamos hacer, Auri me llevo abajo a través de la rejilla de desagüe hasta la red de túneles bajo la Universidad.
Ella llevo la botella y mantuvo en alto algo del tamaño de una moneda que emitía una suave luz verdosa. Yo llevé el bol y la lámpara simpática que había fabricado, la que Kilvin denomino lámpara de ladrones. Su luz rojiza era un extraño complemento para la mas brillante verde-azulada de Auri
Llegamos a un túnel con cañerías de todas formas y tamaños que recorrían las paredes. Algunas de las tuberías de hierro más grandes llevaban vapor, y aún estando envueltas en tela aislante despedían un calor continuo. Auri colocó cuidadosamente las patatas en una curva de la tubería donde la tela se había despegado. Creó así una especie de horno pequeñito.
Usando mi saco de tela como mesa, nos sentamos en el suelo y compartimos nuestra cena. El bollo estaba un poco pasado, pero tenía nueces y canela. El cogollo de lechuga estaba sorprendentemente fresco, y me pregunté donde lo habría encontrado. Tenía una taza de porcelana para mí, y una pequeña copa de mendigo de plata para ella. Sirvió la cerveza tan solemnemente que hubieras podido pensar que estaba tomando el te con el rey.
No hubo charla durante la cena. Era una de las reglas que había aprendido mediante prueba y error. Sin tocarse. Sin movimientos repentinos. Sin preguntas ni remotamente personales. No podía preguntar acerca de la lechuga o la moneda verde. Cualquier cosa de este tipo podría provocar que se fuera correteando al interior de los túneles, y no volvería a verla hasta pasados varios días.
En honor a la verdad, ni siquiera conocía su verdadero nombre. Auri era solo la forma en que había empezado a llamarla, pero en mi corazón, pensaba en ella como mi pequeño duendecillo lunar.
Como siempre, Auri comió delicadamente. Se sentó con la espalda recta, tomando pequeños bocados. Tenía una cuchara que usamos para comer la calabaza, pasándonosla una y otra vez.
“No has traído tu laúd” dijo cuando terminamos de comer.
“Tengo que leer esta noche,” dije. “Pero lo traeré pronto.”
“Como de pronto?”
“Dentro de seis noches,” dije. Entonces habré terminado con las pruebas de admisión y seguir estudiando no tendrá sentido.
Su pequeño rostro hizo una mueca. “Seis días no es pronto,” dijo. “Mañana es pronto.”
“Seis días es pronto para una piedra,” dije
“Entonces toca para una piedra dentro de seis días.” Dijo “Y toca para mi mañana.”
“Creo que puedes ser una piedra por seis días,” dije. “Es mejor que ser una lechuga.”
Ella se río de esto último. “Es cierto”
Después de acabar con la manzana, Auri me llevó a través de la Subrealidad. Fuimos en silencio a lo largo del camino principal, pasamos a través de Brincos y entramos en Trapo, un laberinto de túneles por donde circulaba un viento lento y constante. Probablemente podría haber encontrado el camino por mi mismo, pero preferí tener a Auri como guía. Conocía la Subrealidad como un calderero conoce sus mercancías.
Wilem estaba en lo cierto, me habían prohibido el acceso al archivo. Pero yo siempre tenía algún truco para entrar en lugares donde no debería estar. Es una lastima.
El Archivo era un inmenso edificio formado por un bloque de piedra sin ventanas. Sin embargo, los estudiantes en su interior necesitaban aire fresco para respirar y los libros más todavía. Si el aire era demasiado húmedo, los libros podrían pudrirse o enmohecerse. Si el aire era muy seco el pergamino podría volverse quebradizo y caerse a pedazos.
Me llevó mucho tiempo descubrir como entraba aire fresco en el Archivo. Pero incluso después de haber encontrado el túnel correcto, entrar en el no era sencillo. Implicaba arrastrarse por un largo y terroríficamente estrecho túnel, un cuarto de hora reptando sobre mi vientre a través de la piedra sucia. Guardaba un juego de ropa en la Subrealidad, y después de apenas doce viajes estaba completamente destrozada, las rodillas y los codos casi completamente despellejados.
De todas maneras, era un pequeño precio a pagar por acceder al archivo. Sería un infierno si alguna vez fuera descubierto. Tendría que afrontar la expulsión como poco. Pero si realizase un examen de admisión pobre y me pusiesen una matrícula de veinte talentos, sería casi lo mismo que ser expulsado. Realmente daba igual una cosa que otra.
De cualquier forma, no estaba preocupado por ser descubierto. Las únicas luces en las Estanterías eran llevadas por estudiantes y secretarios. Esto significaba que siempre era de noche en el Archivo, y yo siempre me he sentido más cómodo de noche.

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