miércoles, 8 de junio de 2011

Capitulo 6

Capitulo 6
Amor
Stachion me condujo hacia el escenario y sacó una silla sin brazos. Luego caminó hacia el frente del mismo para charlar con la audiencia. Extendí mi capa encima del respaldo de la silla cuando las luces comenzaban a apagarse.
Coloqué el maltratado estuche de mi laúd en el suelo. Estaba incluso más traído que yo. En otro tiempo, había estado en buenas condiciones, pero eso fue hace muchos kilómetros de distancia y años atrás. Ahora las bisagras de cuero estaban agrietadas y duras, y la caja estaba ligeramente deteriorada en varios lugares como si fuera un pergamino. Solo quedaba uno de los cierres originales, un delicado objeto de plata labrada. Reemplacé los otros con lo que pude conseguir, así que ahora el estuche lucía una dispareja combinación de cierres de un latón brillante y un hierro mate.
Pero dentro del estuche había algo completamente diferente. En su interior estaba la razón por la que me estaba peleando la matricula de mañana. Había manejado un difícil regateo por él, y aun así me había costado más dinero de lo que nunca había gastado en mi vida. Tanto dinero que no pude costearme un estuche que le ajustara adecuadamente, y me las arregle acolchonando mi viejo estuche con harapos.
El color de la madera era de un café oscuro, como de la tierra recién removida. La curvatura de la caja de resonancia era tan perfecta como la cadera de una mujer. Era un rasgueo con un silencioso eco y cuerdas brillantes. Mi laúd. Mi alma tangible.
He escuchado lo que los poetas escriben acerca de las mujeres. Ellos riman, hablan con entusiasmo y mienten. He observado a marineros en la costa mirar fijamente en silencio al lento balanceo de las olas del mar. He visto viejos soldados con corazones como el cuero dejar crecer sus ojos llorosos ante los colores de su rey extendidos contra el viento.
Escúchenme: estos nombres no saben nada del amor.
No encontraras el amor en las palabras de los poetas o en los ojos nostálgicos de los marineros. Si quieres saber del amor, mira las manos de un troupe mientras hace su música. Ellos saben.
Miré hacia mi audiencia mientras permanecían cada vez más quietos. Simon me saludó con entusiasmo y le sonreí de regreso. Entonces vi el blanco cabello del Conde Threpe cerca de la barandilla del segundo piso. Él le estaba hablando con afán a la pareja bien vestida e hizo gestos hacia mi dirección. Todavía luchando a mi favor a pesar de que ambos sabíamos de que era un causa perdida.
Saqué mi laúd de su desvencijado estuche y comencé a afinarlo. No era el mejor laúd en el Eolian. No a medias. Su mástil era ligeramente curvo, pero no estaba inclinado. Una de las clavijas estaba floja y era propensa a cambiar su tono. Toqué un suave acorde e incliné mi oreja hacia las cuerdas. Mientras miraba hacia arriba, pude ver el rostro de Denna, tan clara como la luna. Ella me sonrió con entusiasmo y movió los dedos por debajo del nivel de la mesa donde su caballero no los podía ver.
Suavemente toqué la clavija floja, pasando mis manos sobre la cálida madera del laúd. El barniz estaba raspado y rayado en varios lugares. Había sido maltratado en el pasado pero eso no lo hizo menos hermoso por dentro.
Pues sí. Tenía defectos, pero eso que importa cuando se trata de asuntos del corazón. Amamos lo que amamos. La razón no tiene nada que ver con esto. En muchos sentidos, el amor insensato es el más verdadero. Cualquier persona puede amar algo porque. Eso es tan fácil como poner un penique en tu bolsillo. Pero amar algo a pesar de. Conocer los defectos y amarlos también. Eso es raro, puro y perfecto.
Stanchion hizo un rápido gesto en mi dirección. Hubo breves aplausos seguidos de un solícito silencio. Punteé dos notas y sentí que la audiencia se inclinaba hacia mí. Toqué una cuerda, la afine un poco y comencé a tocar. Antes de que un puñado de notas sonara, todo el mundo ya había agarrado la melodía.
Toqué "Bell-Wether." Una melodía que los pastores han estado silbando durante diez mil años. La más fácil de las simples melodías. Una melodía que cualquiera con un balde podría llevar. Un balde fue exagerado en realidad. Un par de manos ahuecadas se las arreglaría bien. Una sola mano. Dos dedos, incluso.
Era, dicho claramente, música folklórica.
Ha habido un centenar de canciones escritas con la melodía de “Bell-Wether.” Canciones de amor y de guerra. Canciones de humor, tragedia y lujuria. No me molesté en tocar ninguna de esas. No necesito palabras. Sola la música. Solo la melodía.
Mire hacia arriba y vi a Lord Brickjaw acercándose hacia Denna, hacienda un gesto despectivo. Sonreí mientras bromeé cuidadosamente con la canción desde las cuerdas de mi laúd.
Pero antes de poder resistir más, mi sonrisa se volvió forzosa. El sudor comenzó a gotear en mi frente. Me encorve sobre el laúd, concentrándome en lo que mis manos estaban haciendo. Mis dedos se movieron rápido, bailaron y después volaron.
Toque duro como un pedrisco, como un martillo golpeando el latón. Toque suave como el sol sobre el trigo de otoño, gentil como una solitaria hoja agitándose. Pronto, mi respiración comenzó a contagiarse por el esfuerzo de la misma. Mis labios hicieron una delgada e incruenta línea por mi cara.
Mientras me esforzaba por el estribillo intermedio, sacudí mi cabeza para quitarme el cabello de los ojos. Mi sudor voló en un arco hasta caer a lo largo de la madera del escenario. Respire fuerte, mi pecho estaba trabajando como un fuelle, esforzándose como un caballo corriendo hasta el sudoroso agotamiento.
La canción sonó, cada nota brillante y clara. Casi tropecé una vez. El ritmo titubeó, desfalleció por muy poco… entonces de alguna manera me recuperé, embestí y logré terminar el último verso, punteando las notas suave y ligeramente a pesar del hecho de que mis dedos estaban cansados.
Entonces, justo cuando era obvio de que no podía seguir ni un minuto más, el último acorde resonó en la sala y me desplomé en la silla, exhausto. El público irrumpió con un estruendoso aplauso.
Pero no toda la audiencia. Dispersos por la sala decenas de personas se echaron a reír, algunos de ellos golpeando las mesas y pisando fuertemente el suelo, gritando su regocijo.
Los aplausos chisporrotearon y murieron casi inmediatamente. Hombres y mujeres se detuvieron con sus manos paralizadas en un medio aplauso mientras miraban fijamente a los miembros de la audiencia que reían. Algunos parecían molestos, otros confundidos. Muchos estaban claramente ofendidos en mi nombre, y entonces murmullos de enojo comenzaron a ondular por la sala.
Antes de que cualquier seria discusión pudiera echar raíces, toqué una nota alta y levanté mi mano atrayendo su atención otra vez hacia mí. No había terminado todavía. Casi.
Me acomodé en mi silla y moví mis hombros. Rasgueé una vez, toqué la clavija floja y me encaminé sin esfuerzo hacia mi segunda canción.
Era una de las de Illien: "Tintatatornin.” Dudo de que hayas escuchado de ella. Es algo así como una rareza comparada con los otros trabajos de Illien. Primero, no tiene lírica. Segundo, aunque es una hermosa canción, no es tan pegadiza o movida como muchas de sus melodías más conocidas.
Y más importante, es malévolamente difícil de tocar. Mi padre se refería a esta canción como “la mejor canción jamás escrita por quince dedos.” El me la hacía tocar cuando me estaba volviendo demasiado seguro de mi mismo y sentía que yo necesitaba algo de humildad. Basta con decir que la practicaba con razonable regularidad, a veces más de una vez al día. Así que toque "Tintatatornin." Me recosté en mi silla y cruce mis tobillos relajándome un poco. Mis manos se paseaban ociosamente sobre las cuerdas. Después de los primeros coros, inspiré y di un corto suspiro, como un niño atrapado adentro en un día soleado. Mis ojos comenzaron a deambular sin rumbo por la sala, aburrido.
Aun tocando, me inquiete en mi asiento, tratando de encontrar una cómoda posición pero no. Fruncí el ceño, me puse de pie y miré a la silla como si de alguna manera pudiera culparla. Entonces volví a mi asiento y me volví a inquietar, con una incómoda expresión en mi rostro.
Mientas tanto las diez mil notas de "Tintatatornin" bailaban y brincaban. Me tomé un momento entre un acorde y el siguiente para rascarme ociosamente detrás de la oreja.
Estaba tan profundamente sumergido dentro de mi pequeño acto que en realidad sentí escapar un bostezo. Lo deje salir con mucha intensidad, tan grande y largo que la gente de la primera fila pudo contar todos mis dientes. Sacudí mi cabeza como si estuviera despejándola, y froté mis ojos llorosos con mi manga.
A pesar de todo esto, "Tintatatornin" salió disparado en el aire. Con la enloquecedora armonía y el contrapunto entrelazándose, saltando por separado. Todo esto dulce e impecablemente, tan fácil así como respirar.
Cuando llegó el final, reuniendo una docena de hilos enredados de canción, no hice un floreo. Simplemente me detuve y froté mis ojos un poco. Sin crescendo. Sin reverencia. Nada. Distraídamente me troné los nudillos y me incliné hacia delante para colocar mi laúd en el estuche.
Esta vez la risa llego primero. Las mismas personas que antes. Gritando y golpeando fuertemente sus mesas el doble de fuerte que antes. Mi gente. Los músicos. Deje que mi expresión aburrida se desmoronara y sonreí intencionalmente hacia ellos.
Los aplausos siguieron unos latidos más tarde, pero eran dispersos y confusos. Incluso antes de que las luces de la casa se encendieran, los aplausos se habían disuelto en cientos murmurados debates por toda la sala.
Marie se apresuró a saludarme cuando baje las escaleras, con su rostro lleno de risas. Ella me estrecho la mano y me dio una palmadita en la espalda. Ella fue la primera de muchos, todos músicos. Antes de que pudiera seguir adelante, Marie enlazó su brazo con el mío y me llevó hacia mi mesa.
“Dios mío, muchacho,” dijo Manet. “Eres como un pequeño rey aquí.”
“Esta no es la mitad de la atención que generalmente recibe,” dijo Wilem. “Normalmente todavía están aclamándolo cuando logra regresar al a mesa.” “Las jóvenes guiñan sus ojos y esparcen su camino con flores.”
Sim curiosamente miro a su alrededor. “La reacción pareció…” busco a tientas la palabra. “Mixta. ¿Eso por qué?
“Porque el joven de seis cuerdas aquí es tan filoso que apenas puede evitar cortarse el mismo,” dijo Stanchion mientras se abría camino a nuestra mesa”.
“¿Tú también lo has notado?” pregunto Manet secamente.
“Calla, dijo Marie. “Fue brillante.”
Stanchion suspiró y sacudió su cabeza.
“Por mi parte,” dijo Wilem intencionadamente, “me gustaría saber de lo que se está hablando”
“Kvothe aquí toco la canción más simple del mundo y lo hizo ver como si estuviera hilando oro salido de lino,” dijo Marie. “Después tomo una verdadera pieza musical, algo que solo un puñado de personas en todo este lugar pudiera tocar, y lo hizo ver tan fácil que pensarías que un niño pudiera tocarla con un silbato de hojalata.”
“No niego que lo hizo ingeniosamente,” dijo Stanchion. “El problema es la forma en que lo hizo.” Todos los que brincaron aplaudiendo en la primera canción se sienten como idiotas. Ellos sienten que han sido burlados con eso.”
“Lo cual fueron,” señalo Marie. “Un intérprete manipula a la audiencia. De eso se trata la broma.”
“A la gente no le gusta que jueguen con ella,” Stanchion respondió. “De hecho, están ofendidos, a nadie le gusta que le gasten una broma.”
“Técnicamente,” Simmon intervino, sonriendo, “Él les toco la broma en el laúd.”
Todo el mundo volteó a mirarlo, y su sonrisa se desvaneció un poco. “¿Ves? El realmente les toco una broma. En un laúd”. [En ingles "played" significa tanto jugar en pasado, es decir les jugó/gastó una broma en el laúd y tocar en pasado, de interpretar un instrumento, les toco una broma en el laúd, por eso es que a Sim le causo tanta gracia el juego de palabras] Miro hacia abajo de la mesa, su sonrisa desapareció mientras su rostro ruborizaba un repentino y avergonzado rojo. “Lo siento.”
Marie se rió con facilidad.
Manet tomo la palabra. “Así que en realidad es un problema entre dos audiencias,” dijo lentamente. “Están aquellos que saben lo suficiente sobre música como para entender la broma y aquellos quienes necesitan que se les explique.”
Marie hizo un gesto triunfal hacia Manet. “Exacto,” le dijo a Stanchion. “Si vienes a este lugar y no sabes lo suficiente como para entender una broma por ti mismo, entonces mereces que te pellizquen un poco la nariz”
“Excepto que la mayoría de esas personas son de la alta burguesía,” dijo Stanchion. “Y nuestro ingenioso amigo no tiene un mecenas todavía”
“¿Cómo? Dijo Marie. “Threpe corrió la voz hace meses. ¿Por qué nadie te arrebatado todavía?’”
“Ambrose Anso,” expliqué.
El rostro de Marie no dio señales de reconocimiento. “¿Es un músico?”
“Es el hijo de un Barón,” dijo Wilem.
Marie frunció el ceño, confundida. “¿Y cómo puede el mantenerte alejado de un mecenas?”
“Con suficiente tiempo libre y el doble de dinero que el mismo Dios,” dije secamente.
“Su padre es uno de los hombres más poderosos en Vintas,” agregó Manet, luego se volvió hacia Simmon. “¿Cual es él, el decimosexto en la línea de sucesión al trono?”
“El decimotercero,” dijo Simmon de mal humor. “Toda la familia Surthen se perdió en el mar hace dos meses. Ambrose no se callaría por el hecho de que su padre está escasamente a una docena de pasos de ser rey.”
Manet se volvió hacia Marie. “El asunto es, que este hijo de barón en particular tiene todo tipo de peso, y no tiene miedo de tirarlo a su alrededor.”
“Para ser completamente honestos,” dijo Stanchion, “deberíamos mencionar de que el joven Kvothe no es el mundano más inteligente aquí en la Mancomunidad.” Se aclaró la garganta. “Como se demostró en la interpretación de esta noche.”
“Odio cuando la gente me llama el Joven Kvothe,” le dije a Sim como para cambiar de tema. El me dio una comprensiva mirada.
“Sigo diciendo que fue brillante,” dijo Marie, volviéndose a Stanchion, plantando sus pies firmemente en el suelo. “Es lo más inteligente que alguien ha hecho aquí en un mes, y lo sabes.”
Puse mi mano en el brazo de Marie. “El tiene razón.” Dije.”Fue estúpido.” me encogí de hombros con vacilación. “O al menos lo sería si aun hubiera tenido la mas mínima esperanza de conseguir un mecenas.” Mire a Stanchion a los ojos. “Pero no la tengo. Ambos sabemos que Ambrose ha envenenado ese pozo para mí.”
“Los pozos no permanecen envenenados por siempre,” dijo Stanchion.
Me encogí de hombros. “¿Entonces qué dices de esto? Preferiría tocar canciones que diviertan a mis amigos en lugar de agasajar a personas que no les caigo bien porque se basan en rumores.”
Stanchion inspiró y luego lo dejo escapar. “Muy bien,” dijo sonriendo un poco.
En el breve periodo de calma que siguió, Manet se aclaró la garganta de forma significativa y volvió sus ojos hacia la mesa.
Capte su indirecta e hice una ronda de presentaciones. "Stanchion, ya has conocido a mis compañeros Wil and Sim. Este es Manet, estudiante y a veces mentor en la Universidad. Amigos, este es Stanchion: Anfitrión, dueño, y maestro del escenario del Eolian.
“Gusto en conocerlos,” dijo Stanchion, dando una educada reverencia antes de mirar ansiosamente por toda la sala. “Hablando de anfitriones, debería de regresar a mis labores.” Me dio una palmadita en la espalda mientras se retiraba. “Veré si puedo apagar unos pocos incendios mientras estoy trabajando.”
Le sonreí agradecido, luego hice un ostentoso gesto. “Amigos, esta es Marie. Como ya han podido escuchar sus propios oídos, la mejor violinista del Eolian. Como pueden ver con sus propios ojos, la mujer más hermosa en miles de kilómetros. Como su ingenio lo puede discernir, la más sabia de…
Sonriendo, me golpeo con fuerza. “Si fuera la mitad de sabia como lo soy de alta, no hubiera intervenido para defenderte,” dijo Marie. “¿De verdad el pobre de Threpe ha estado haciéndote campaña todo este tiempo?
Asentí. “Le dije que era una causa perdida.”
“Lo es si sigues burlándote de las personas,” dijo. “Juro que nunca he conocido a un hombre que tenga tu destreza con la falta de gracia social. Si no fueras naturalmente encantador, alguien ya te hubiera apuñalado en este momento.”
“Lo estas asumiendo.” Murmuré.
Marie se dirigió a mis amigos en la mesa. “Es un placer conocerlos a todos.”
Wil asintió, y Sim sonrió. Manet, sin embargo, se puso de pie con un delicado movimiento y le tendió la mano. Marie la tomo, y Manet la estrechó calurosamente entre la suya.
“Marie,” dijo. “Usted me intriga. ¿Hay alguna posibilidad en poder invitarle una bebida y así disfrutar del placer de su compañía en algún momento de la noche?
Estaba tan sorprendido que no pude hacer nada excepto mirarlos. Parados allí, los dos parecían unos sujetalibros mal emparejados. Marie media seis pulgadas más que Manet, y sus botas hacían que sus largas piernas parecieran aun más largas.
Manet, por el otro lado, lucía como siempre, canoso y despeinado, además más viejo que Marie por lo menos una década.
Marie miró con asombro y ladeó un poco su cabeza, como si lo estuviera considerando. “Justo ahora estoy con unos amigos,” dijo. “Puede que sea tarde para cuando termine con ellos.”
“El cuando, me da lo mismo,” Manet dijo con facilidad. “Estoy dispuesto a perder algo de sueño si se trata de eso. No puedo recordar la última vez que disfrute la compañía de una mujer que dice lo que piensa con firmeza y sin vacilaciones. Tu tipo es escaso en estos días.”
Marie lo miró otra vez.
Manet la miró y transmitió una sonrisa tan segura y encantadora que pertenecía al escenario. “No tengo ningún deseo de alejarte de tus amigos,” dijo “pero eres la primera violinista en diez años que ha puesto a bailar a mis pies. Parece que una bebida es lo menos que puedo ofrecer.”
Marie le devolvió la sonrisa, medio divertida y medio irónica. “Ahora mismo estoy en el segundo piso,” dijo, señalando hacia la escalera. “Pero debería de estar desocupada en, digamos, dos horas…”
“Eres muy amable,” dijo Manet. “¿Debería ir a buscarte?”
“Si,” dijo ella. Luego le lanzo una mirada reflexiva mientras se alejaba.
Manet volvió a su asiento y tomó un trago. Simmon miró atónito así como todos nosotros “¿Qué demonios fue eso? Exigió.
Manet se rio entre dientes y se echó hacia atrás en su silla, sosteniendo su taza en el pecho. “Eso,” dijo con aire satisfecho, “es solo otra cosa más que entiendo y que ustedes los cachorros no. Tomen nota y presten atención.”

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Cuando los miembros de la nobleza quieren mostrar su agradecimiento a un músico, ellos dan dinero. Cuando comencé a tocar en el Eolian, recibí unas cuantas dádivas, y durante un tiempo eso había sido suficiente para ayudarme a pagar mí matricula y así mantener mi cabeza fuera del agua, al menos a duras penas. Pero Ambrose había sido persistente en su campaña en contra mía, y han pasado meses desde que no he recibido nada por el estilo.
Los músicos son más pobres que la alta burguesía, pero aun así ellos disfrutan de un espectáculo. Por eso, cuando ellos aprecian tu forma de tocar, te invitan tragos. Esa era la verdadera razón por la que me encontraba esta noche en el Eolian.
Manet se alejo para buscar un trapo húmedo de la barra y de esa manera poder limpiar la mesa para jugar otra ronda de esquinas. Antes de que Manet pudiera regresar, un joven céaldico flautista se acercó a preguntar si había alguna posibilidad de poder invitarnos una ronda de bebidas. Resulto ser que si la había. El llamó a una camarera que se encontraba cerca y cada quien ordenó lo que más le gusta, y además una cerveza para Manet.
Bebimos, jugamos cartas y escuchamos música. Manet y yo tuvimos una racha de malas cartas y perdimos tres manos seguidas. Me amargué un poco, pero no tanto como la leve sospecha de que Stanchion podría estar en lo cierto acerca de lo que había dicho.
Un adinerado mecenas habría resuelto muchos de mis problemas. Incluso un pobre mecenas sería capaz de darme un poco de espacio para respirar, financieramente hablando. Y si ese no es el caso, me daría a alguien a quien pedirle dinero prestado en una situación difícil, en lugar de ser forzado a tratar con gente peligrosa.
Mientras mi mente estaba ocupada, no jugué mi turno y perdimos otra mano, lo que nos situó a cuatro derrotas seguidas y para colmo, con una penalidad.
Manet me miró mientras él estaba recogiendo las cartas. “Aquí un texto elemental para admisiones.” El levanto su mano, con tres dedos alanceándose con enojo en el aire. “Digamos que tienes un tres de espadas en tu mano, y que ya han bajado un cinco de espadas.” El levantó su otra mano, con todos sus dedos muy extendidos. “¿Cuantas espadas hay en total? Se echó hacia atrás en su silla, cruzando los brazos. “Toma tu tiempo.”
“Es que todavía tiene vértigos por enterarse de qué Marie está dispuesta a tomar una copa contigo,” dijo Wilem secamente. “Todos lo estamos.”
“Yo no,” gorjeó Simmon. “Yo sabía que podías lograrlo.”
Fuimos interrumpidos por la llegada de Lily, una de las habituales camareras del Eolian. “¿Que está pasando aquí? Dijo juguetona. “¿Acaso alguien va a hacer una elegante fiesta?
Simmon pregunto, “Si te pido que tomes una copa conmigo, ¿lo pensarías?
“Si,” dijo con facilidad. “Pero no por mucho tiempo.” Ella puso su mano en el hombro de Sim. “Ustedes caballeros están de suertes. Un anónimo admirador de la buena música se ha ofrecido a invitarles una ronda de bebidas”
“Un scutten para mí.” dijo Wilem.
“Aguamiel,” dijo Simmon, sonriendo.
“Tomaré un sounten,” dije.
Manet levanto una ceja. “¿Un sounten, eh? Pregunto, mirándome. “También tomaré uno.” Le dio a la camarera una mirada de complicidad y me señalo con la cabeza. “De lo que va a tomar el claro está”
“¿De veras? Dijo Lily, luego se encogió de hombros. “Vuelvo en una sacudida.”
“Ahora qué has mellado a todo el mundo sin alguna razón en particular, ¿Ya puedes divertirte un rato, no es así?” preguntó Simmon. “¿Algo acerca de un Asno…?
“Por última vez, no” dije. “Ya he terminado con Ambrose. Ya no hay ningún beneficio en enemistarse más con él.”
“Rompiste su brazo,” dijo Wil. “Creo que el esta tan enemistado como se pondrá.”
“El rompió mi laúd,” dije. “Estamos a mano. Estoy dispuesto a olvidar el pasado.”
“Demonios, ¡claro que no!” dijo Sim. “Derramaste ese kilo de mantequilla rancia por su chimenea. Aflojaste la cincha de su silla de montar…
“¡Manos negras!, ¡Cállate!” Dije, mirando a mí alrededor. “Eso fue hace casi un mes, y nadie sabe que fui yo a excepción de ustedes dos. Y ahora Manet. Además de todos los que tengan un buen oído.”
Sim se ruborizo con un avergonzado color rojo y la conversación se calmó hasta que Lily regresó con nuestras bebidas. El scutten de Wil estaba servido en su tradicional taza de piedra. El aguamiel de Sim brillaba como oro en una copa alta. Manet y yo teníamos tazas de madera.
Manet sonrió. “No puedo recordar la última vez que ordene un sounten,” reflexionó sobre eso. “No creo que haya ordenado nunca uno para mi mismo antes.”
“Eres la única otra persona que he conocido que lo haya bebido,” dijo Sim. “Kvothe se los bebe como si nada. Tres o cuatro por noche.”
Manet levantó una ceja tupida hacia mí. “¿Ellos no lo saben? Preguntó.
Negué con la cabeza mientras bebía de mi taza, sin saber si sentirme o avergonzado o divertido.
Manet deslizó su taza hacia Simmon, quien la levantó y tomó un sorbo. Sim frunció el ceño y bebió otra vez. “¿Agua?”
Manet asintió. “Es un viejo truco de putas. Estas hablado con ellas en la taberna del prostíbulo, y quieres demostrar que no eres como el resto. Eres un hombre refinado. Así que te ofreces a invitarles un trago.
Manet se inclinó sobre la mesa y le quitó su taza a Sim. “Pero ellas están trabajando. Ellas no quieren un trago. Ellas prefieren tener el dinero. Así que ordenan un sounten o un peveret u otra cosa. Pagas con tu dinero, el cantinero le da agua a ella, y al final de la noche esta se divide ese dinero con la casa. Si ella es buena escuchando una chica puede hacer tanto dinero en la cantina como lo que hace en la cama.
Intervine. “En realidad, nos dividimos el dinero de tres maneras. Una tercera parte para la casa, una para el cantinero y una tercera parte para mí.”
“Entonces te han jodido,” Manet dijo con franqueza. “El cantinero debería tener su parte de la casa.”
“Nunca te he visto ordenar un sounten en Anker’s,” dijo Sim.
“Debería ser el aguamiel de Greysdale,” dijo Wil. “Tu ordenas eso todo el tiempo.” “Pero yo he ordenado Greysdale,” Sim protestó. “Sabe como a pepinillos dulces y orina. Además…” Sim se callo antes de haber terminado la frase.
“¿Era más cara de lo que pensaste que sería? Manet pregunto, sonriendo. “No tendría mucho sentido pasar por todo esto por el precio de una pequeña cerveza, ¿verdad?
“Ellos saben lo que quiero decir cuando ordeno un Greysdale en Anker’s,” Le dije. “Si ordeno algo que en realidad no existe, sería un juego bastante fácil de descubrir.”
“¿Como sabes todo esto?” Sim le pregunto a Manet.
Manet rió entre dientes. “No hay nuevos trucos para un perro viejo como yo,” dijo. Las luces comenzaron a apagarse y volvimos la mirada hacia el escenario.

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La noche divagaba desde allí. Manet se fue a pastos más verdes, mientras que Wil, Sim y yo hicimos lo mejor que pudimos por mantener nuestra mesa despejada de vasos aunque entretenidos músicos nos invitaban rondas tras rondas de bebidas. Una cantidad obscena de bebidas, en realidad. Mucho más de lo que me había atrevido a esperar.
Bebí sounten en su mayor parte, ya que la recaudación de dinero para cubrir la matricula fue la razón principal por la que había venido al Eolian esta noche. Wil y Sim ordenaron unas cuantas rondas también, ahora que conocían el truco de las bebidas. Yo estaba doblemente agradecido, de lo contrario habría sido forzado a llevarlos a casa en una carretilla.
Eventualmente los tres de nosotros estuvimos colmados de música, chismes, y en el caso de Sim, la infructífera caza de camareras.
Antes de irnos, hice una parada para tener una discreta conversación con el cantinero en donde saque a relucir la diferencia entre la mitad y un tercera parte.
Al final de nuestra negociación, yo cobré todo un talento completo y seis iotas. La gran mayoría de ese dinero fue de las bebidas que mis amigos músicos me habían invitado esta noche. Reuní las monedas dentro de mi bolso: Tres talentos exactos.
Mis negociaciones también me habían beneficiado con dos botellas marrón oscuro.
“¿Qué es eso?” Sim preguntó mientras empezaba a meter las botellas en el estuche de mi laúd.
“Cerveza de Bredon.” Moví los harapos con los que solía acolchar a mi laúd para que las botellas no rozaran contra de él.
“Bredon.” Dijo Wil, con su voz llena de desdén, “está más cerca del pan que de la cerveza”
Sim asintió en acuerdo, haciendo una mueca. “No me gusta tener que masticar mi licor.”
“No es tan mala,” dije a la defensiva. “En Los Pequeños Reinos las mujeres la toman cuando están embarazadas. Arwyl lo mencionó en unas de sus clases. Ellas preparan una infusión con polen de flores, aceite de pescado y el endocarpio de las cerezas. Tiene todo tipo de oligoelementos.”
“Kvothe, no te estamos juzgando.” Wilem coloco su mano en mi hombro, su rostro mostraba preocupación. “A mí y a Sim no nos importa de que seas una mujer íllica embarazada.”
Simmon bufó, luego se rió ante el hecho de que había bufado.
Los tres nos dirigimos lentamente de regreso a la Universidad, cruzando el gran arco del Puente de piedra, y ya que no había nadie alrededor para escuchar, cante “El asno erudito” para Sim.
Wil y Sim caminaron de forma desequilibrada afuera de sus habitaciones de las Dependencias. Pero yo no estaba listo para dormir y continúe deambulando por las calles vacías de la Universidad, respirando el aire fresco de la noche.
Caminé sin rumbo más allá de las oscuras fachadas de los boticarios, los sopladores de vidrio y encuadernadoras. Atravesé un podado césped, oliendo el despejado y polvoriento olor de las hojas otoñales y de la grama verde bajo mis pies. Casi todas las posadas y tabernas estaban oscuras, pero las luces ardían en los prostíbulos.
El itinolito de la sala de los profesores era plateado a la luz de la luna. Una sola luz tenue ardía en el interior, iluminando el vitral que mostraba a Teccam en su clásica pose: Descalzo en la entrada de su cueva, hablándole a una multitud de jóvenes estudiantes.
Fui más allá del Crisol, con sus innumerables oscuras chimeneas erguidas, y en gran parte sin humo, contra el cielo iluminado por la luna. Incluso esa noche se percibía el olor a amoniaco y flores carbonizadas, ácido y alcohol: miles de olores mezclados que se han filtrado en las piedras del edificio a través de los siglos.
Por último, el Archivo. Cinco pisos de altura y sin ventanas, me recordaba una enorme Roca de Guía. Sus enormes puertas estaban cerradas, pero pude ver la luz rojiza de las lámparas simpáticas saliendo por los bordes de la puerta. Durante las admisiones el maestro Lorren mantenía el Archivo abierto por las noches y así todos los miembros del Arcano podían estudiar tanto como quisiesen. Todos los miembros excepto yo, por supuesto.
Me dirigí de regreso a Anker´s y encontré la posada oscura y silenciosa. Tenía la llave de la puerta trasera, pero mejor que tropezar en la oscuridad, me encaminé hacia el callejón próximo. Pie derecho: barril del agua de lluvia, pie izquierdo: repisa de la ventana, mano izquierda: Tubo de desagüe de hierro.
Sin hacer ruido, subí hacia mi ventana del tercer piso, deslizando el pasador con un pedazo de alambre, y entré.
Estaba muy oscuro, y estaba demasiado cansado como para ir a buscar lumbre de la chimenea del piso inferior. Así que toque la mecha de la lámpara que estaba al lado de mi cama, colocando un poco de aceite en mis dedos. Entonces murmuré un vinculo y sentí mi brazo enfriarse cuando el calor lo abandonaba. Al principio nada paso, y fruncí el ceño, concentrándome para sobreponerme de la vaga confusión mental por alcohol. El frio penetró profundamente mi brazo, haciéndome temblar, pero finalmente la mecha se encendió.
Ahora con frío, cerré la ventana y miré alrededor de la pequeña habitación con su techo inclinado y su cama estrecha. Sorprendentemente, me di cuenta de que no había otro lugar en los cuatro rincones donde preferiría estar. Casi me sentía como si estuviera en casa.
Puede que esto no les parezca extraño, pero para mí sí. Creciendo entre los Edema Ruh, un hogar nunca fue un lugar para mí. Un hogar era un grupo de carromatos y canciones alrededor de una fogata. Cuando asesinaron a mi troupe, era más que la pérdida de mi familia y amigos de la infancia. Era como si mi mundo entero hubiera sido consumido por el fuego.
Ahora, después de casi un año en la Universidad, estaba empezando a sentir como si perteneciera a este lugar. Era una sensación extraña, este cariño por un lugar. En cierto modo era reconformarte, pero el Ruh dentro de mí estaba inquieto, rebelándose ante la idea de echar raíces como una planta.
Mientras me quedaba dormido, me pregunte qué pensaría mi padre de mí.

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