miércoles, 2 de noviembre de 2011

Capitulo 88

Bueno! aqui ya esta este que es uno de los mejores capitulos a mi parecer! fue traducido por Laura arrias con su impecable forma de traducir : D y bueno ya no les dire mas! solo que es una pena que al fin esten llegando todos los capitulos que realemente queria traducir y ya se este terminando el proyecto!
Capitulo 88
Escuchando

Tempi y yo regresamos para encontrar el campamento sorprendentemente alegre. Dedan y Hespe se sonreían el uno al otro y Marten había logrado cazar un pavo silvestre para la cena.
Así que comimos y bromeamos. Y después de terminar de fregar los platos, Hespe contó su historia sobre el niño que amaba a la luna, comenzando otra vez desde el principio. Dedan mantuvo la boca milagrosamente cerrada y me atreví a tener la esperanza de que nuestro pequeño grupo estuviera, finalmente, comenzando a convertirse en un equipo.

***

Jax no tuvo ningún problema en seguir a la luna porque en esos días la luna estaba siempre llena. Colgaba en el cielo, redonda como una copa, brillante como una vela, toda inmutable.
Jax caminó durante días y días hasta que sus pies le dolieron. Caminó durante meses y meses y su espalda se cansaba bajo los paquetes. Caminó durante años y años y creció alto y delgado, agotado y hambriento.
Cuando necesitaba comida, intercambiaba los paquetes del calderero. Cuando sus zapatos se desgastaban el hacía lo mismo. Jax se hizo su propio camino, y creció inteligente y astuto.

A pesar de todo, Jax pensaba en la luna. Cuando comenzaba a creer que no podía dar un paso más, se colocaba las gafas binoculares y la buscaba, un vientre redondo en el cielo. Y cuando la veía, sentía un lento revuelo en el pecho. Y con el tiempo llegó a pensar que estaba enamorado.

Eventualmente, el camino que Jax siguió pasaba por Tinuë, así como todos los demás caminos. Sin embargo caminó, siguiendo el gran camino de piedra, hacia el este, en dirección a las montañas. El camino subía y subía. Se comió lo último que le quedaba de pan y lo último de su queso. Bebió lo último que le quedaba de agua y lo último de su vino. Caminó durante días sin nada de eso, con la luna haciéndose cada vez más grande en el cielo nocturno encima de él.
Justo cuando su fuerza estaba desfalleciendo, Jax escaló una colina y se encontró a un anciano sentado en la entrada de una cueva. Tenía una larga barba gris y una túnica larga del mismo color. No tenía cabello en su cabeza o zapatos en sus pies. Sus ojos estaban abiertos y su boca estaba cerrada.
Su cara se iluminó cuando vio a Jax. Él se puso de pie y sonrió. —Hola, hola, —dijo, con su voz clara y enriquecida—. Estás muy lejos de cualquier lugar. ¿Cómo está el camino hacia Tinuë?
—Largo, —dijo Jax—. Duro y pesado.
El anciano invitó a Jax a sentarse. Él le llevó agua, leche de cabra y frutas para comer. Jax comió con avidez, luego le ofreció al hombre un par de zapatos de sus paquetes a cambio.
—No hay necesidad, no hay necesidad, —dijo felizmente el anciano, moviendo los dedos de sus pies—. Pero gracias por ofrecérmelos de todos modos.
Jax se encogió de hombros. —Como quieras. Pero, ¿qué estás haciendo aquí, tan lejos de todo?
—Encontré esta cueva cuando salí a perseguir al viento, —dijo el anciano—. Decidí quedarme porque este lugar es perfecto para lo que hago.
— ¿Y eso qué es? — preguntó Jax.
—Soy un escuchador, —dijo el anciano—. Escucho las cosas para ver qué es lo que tienen que decir.
—Ah, —dijo Jax con cuidado—. ¿Y este es un buen lugar para eso?
—Bastante bueno. Excelente, —dijo el anciano—. Tienes que estar muy lejos de la gente antes de poder aprender a escuchar debidamente. —Sonrió—. ¿Qué te trae por mi pequeño rincón del cielo?
—Estoy tratando de encontrar la luna.
—Eso es bastante fácil, —dijo el anciano, señalando el cielo—. La vemos casi todas las noches, si el tiempo lo permite.
—No. Estoy tratando de atraparla. Si pudiera estar con ella, creo que podría ser feliz.
—El anciano lo miró seriamente. —Quieres atraparla, ¿verdad? ¿Cuánto tiempo has estado persiguiéndola?
—Más años y kilómetros de los que pueda contar.
El anciano cerró los ojos por un momento y luego asintió para sí mismo. —Lo puedo escuchar en tu voz. Esto no es un capricho pasajero. —El anciano se inclinó para acercarse y presionó su oído en el pecho de Jax. Cerró los ojos por otro buen rato y se quedó muy quieto—. Oh, —dijo dulcemente—. Qué triste. Tu corazón está roto y ni siquiera has tenido la oportunidad de usarlo nunca.
Jax se movió alrededor, un poco incómodo. —Si no te importa que te lo pregunte, —dijo Jax—, ¿Cuál es tu nombre?
—No me importa que preguntes, —dijo el anciano—. Siempre y cuando no te importe que no te lo diga. Si tuvieras mi nombre, estaría bajo tu poder, ¿no es así?
— ¿Lo estarías? —preguntó Jax.
—Por supuesto. —El anciano frunció el ceño—. Así son las cosas. Aunque no pareces saber mucho sobre escuchar, es mejor ser cuidadoso. Si te las arreglases para atrapar aunque sea sólo un pedazo de mi nombre, tendrías todo tipo de poder sobre mí.
Jax se preguntó si este hombre podría ser capaz de ayudarle. Si bien el anciano no parecía ser muy ordinario, Jax sabía que no estaba en ninguna misión ordinaria. Si hubiera estado tratando de atrapar a una vaca, le pediría ayuda a un granjero. Sin embargo, para atrapar a la luna, quizás necesitase la ayuda de un singular anciano.
Usted dijo que solía perseguir al viento, —dijo Jax—. ¿Alguna vez lo atrapó?
—En cierto modo sí, —dijo el anciano—. Y en otro, no. Hay muchas maneras de interpretar  esa pregunta, como verás.
— ¿Podría ayudarme a atrapar la luna?
—Podría ser capaz de darte algún consejo, —dijo el viejo de mala gana—. Pero primero debes de pensar bien esto, chico. Cuando amas algo, tienes que asegurarte de que te corresponda, o tendrás un sinfín de problemas en atraparlo.
Hespe no miró a Dedan cuando dijo esto. Ella miró a todas partes menos a él. Por esta razón, ella no vio la mirada afligida e impotente en su rostro.
— ¿Cómo puedo descubrir si ella me ama? —Jax preguntó.
—Podrías tratar de escuchar, —dijo el anciano, casi con timidez—. Funciona de maravilla, sabes. Yo podría enseñarte cómo.
— ¿Cuánto tiempo llevará?
—Un par de años, —dijo el anciano—. Más o menos. Eso depende de si tienes una habilidad para esto. Es difícil, escuchar apropiadamente. Pero una vez que la tienes, conocerás la luna hasta las plantas de sus pies.
Jax negó con la cabeza. —Demasiado tiempo. Si puedo atraparla, puedo hablar con ella. Puedo hacer—
—Bueno, eso es justo parte de tu problema, —dijo el anciano—. Tú realmente no quieres atraparla. No en realidad. ¿Vas a perseguirla por el cielo? Por supuesto que no. Quieres conocerla. Esto significa que necesitas que la luna venga hacia ti.
— ¿Cómo puedo hacer eso? —dijo.
El anciano sonrió. —Bueno, esa es la pregunta, ¿no? ¿Qué tienes tú que la luna pueda desear? ¿Qué tienes tú para ofrecerle a la luna?
— Sólo lo que tengo en estos paquetes.
—Eso no es lo que quise decir, —murmuró el anciano—. Pero también podríamos echar un vistazo a lo que has traído.
El viejo ermitaño registro el primer paquete y encontró muchas cosas prácticas. Los contenidos del segundo paquete eran más caros y raros, pero no más útiles.
Entonces el anciano vio el tercer paquete. — ¿Y qué tienes ahí?"
—Nunca he sido capaz de abrirlo, —dijo Jax—. El nudo es demasiado para mí.
El ermitaño cerró los ojos por un momento, escuchando. Entonces abrió los ojos y le frunció el ceño a Jax. —El nudo dice que tú lo desgarraste. Lo pinchaste con un cuchillo. Lo mordiste con tus dientes".
Jax se sorprendió. —Lo hice, —admitió—. Ya te dije, he intentado todo para abrirlo.
—Casi todo, —dijo el ermitaño con desprecio. Levantó el paquete hasta que la cuerda de nudos se encontró frente a su rostro—. Lo siento mucho, —dijo—. Pero, ¿te abrirías? —Hizo una pausa—. Sí. Me disculpo. El no lo volverá a hacer. —El nudo se desenredo y el ermitaño abrió el paquete. Mirando el interior, sus ojos se ensancharon y dejó escapar un silbido.
Pero cuando el anciano extendió el paquete abierto en el suelo, los hombros de Jax se dejaron caer pesadamente. Él había estado esperando dinero o joyas, algún tesoro que pudiera dar a la luna como regalo. Pero todo lo que el paquete contenía era un trozo doblado de madera, una flauta de piedra y una pequeña caja de hierro.
De éstos, sólo la flauta llamó la atención de Jax. Estaba hecha de una piedra de color verde pálido. —Yo tuve una flauta cuando era más joven, —dijo Jax—. Pero se rompió y nunca pude arreglarla de nuevo.
—Todos estos son bastante impresionantes, —dijo el ermitaño.
—La flauta es bastante buena, —dijo Jax encogiendo sus hombros—. Pero ¿de qué sirve un trozo de madera y una caja demaciado pequeña para algo práctico?
El ermitaño negó con la cabeza. — ¿No puedes escucharlos? La mayoría de las cosas susurran. Pero estas gritan. —Señaló al trozo de madera torcido—. Esa es una casa plegable a menos que me equivoque. También es bastante buena.
— ¿Qué es una casa plegable?
— ¿Sabes cómo se puede doblar un pedazo de papel sobre sí mismo y cada vez se hace más pequeño? —El anciano señaló el trozo de madera torcido—. Una casa plegable es como eso. Excepto que es una casa, por supuesto.
Jax se apoderó del trozo de madera torcido y trató de enderezarlo. De repente estaba sosteniendo dos trozos de madera que parecían el comienzo del marco de una puerta.
— ¡No la despliegues aquí! —grito el anciano—. ¡No quiero una casa fuera de mi cueva, bloqueando la luz del sol!
Jax trató de juntar los dos trozos de madera de nuevo. — ¿Por qué no puedo volverla a doblar?
—Porque no sabes cómo hacerlo, supongo, —dijo el anciano con claridad—. Te sugiero que esperes hasta que sepas en donde deseas ponerla antes de desplegar el resto.
Con cuidado, Jax puso el trozo de madera en el suelo y cogió la flauta. — ¿Esta también es especial? —Se la puso en los labios y tocó un simple gorjeo así como un pajaro Lamento de Viuda.
Hespe sonrió burlonamente, llevó un familiar silbato de madera a sus labios y tocó: Ta-ta DEE. Ta-ta DEE.
Ahora, todo el mundo sabe que el lamento de viuda es también llamada Chirreo Nocturno o Chotacabras. Así que éste no sale cuando el sol está brillando. A pesar de esto, una docena de chotacabras voló y aterrizó alrededor de Jax, mirándolo con curiosidad y parpadeando en la brillante luz del sol.
—Parece ser más que una flauta ordinaria, —dijo el anciano.
— ¿Y la caja? —Jax la alcanzó y la recogió. Era oscura y fría, y lo suficientemente pequeña que podía cerrar su mano alrededor de ella.
El anciano se estremeció y apartó la mirada de la caja. —Está vacía.
— ¿Cómo puedes saberlo sin ver el interior?
— Escuchando, —dijo—. Me asombra que no puedas escucharlo tú mismo. Es lo más vacío que he oído nunca. Hace eco. Está hecha  para mantener las cosas en su interior.
—Todas las cajas están hechas para mantener las cosas en su interior.
—Y todas las flautas están hechas para tocar música cautivadora, —señaló el anciano—. Sin embargo, esta flauta es más que eso. Lo mismo ocurre con esta caja.
Jax contempló la caja por un momento, luego la colocó con cuidado en el piso y comenzó a atar el tercer paquete con los tres tesoros en su interior. —Creo que voy a seguir mi camino, —dijo Jax.
— ¿Estás seguro de que no considerarías quedarte un mes o dos? —Dijo el anciano—. Podrías aprender a escuchar un poco más de cerca. Es algo útil, el escuchar.
—Me has dado algunas cosas en qué pensar, —dijo Jax—. Y creo que tienes razón, yo no debería estar persiguiendo a la luna. Debería hacer que la luna venga a mí.
—Eso no es lo que realmente dije, —murmuró el anciano. Pero lo hizo de una manera resignada. Como oyente experto que era, sabía que no estaba siendo escuchado.
Jax partió a la mañana siguiente, siguiendo a la luna más arriba en las montañas. Eventualmente, encontró un grande y llano pedazo de terreno ubicado arriba entre los picos más altos.
Jax sacó el trozo torcido de madera y poco a poco, comenzó a desplegar la casa. Con toda la noche por delante, tenía la esperanza de tenerla lista mucho antes de que la luna comenzara a alzarse.
Pero la casa era mucho más grande de lo que había imaginado, era más una mansión que una simple casa de campo. Es más, el despliegue de la casa fue más complicado de lo que había esperado. En el momento en que la luna llegó a la cima del cielo, él todavía estaba lejos de terminar.
Tal vez Jax se apresuró a causa de esto. Tal vez fue descuidado. O tal vez era sólo que Jax no tuvo suerte como siempre.
Al final, el resultado fue el mismo: la mansión era magnífica, enorme y en expansión. Sin embargo, no encajaba correctamente. Habían escaleras que conducían hacia los lados en lugar de arriba. Algunas habitaciones tenían muy pocas paredes o demasiadas. Muchas de las habitaciones no tenían techo y muy arriba mostraban un extraño cielo lleno de estrellas desconocidas.
Todo el lugar estaba un poco sesgado. En un cuarto podías ver por la ventana las flores de primavera, mientras que en el pasillo las ventanas estaban empañadas por el hielo del invierno. Podría ser la hora del desayuno en el salón de baile, mientras el crepúsculo llenaba el dormitorio de al lado.
Debido a que nada en la casa era exacto, ninguna de las puertas o ventanas ajustaban perfectamente. Estas podían estar cerradas, incluso con llave, pero nunca aseguradas. Y tan grande como era, la mansión tenía una gran cantidad de puertas y ventanas, así que había un gran número de maneras de entrar y salir.
Jax no hizo caso a nada de esto. En cambio, corrió a la cima de la torre más alta y puso la flauta en sus labios.
Tocó una dulce canción en el claro cielo nocturno. No un simple gorjeo, esta fue una canción que salía de su roto corazón. Era fuerte y triste. Se agitaba como un pájaro con el ala rota.
Escuchando esto, la luna bajo hacia la torre. Pálida, redonda y hermosa, se paró frente a Jax en toda su gloria y por primera vez en su vida, Jax sintió un único soplo de alegría.
Entonces hablaron, en la cima de la torre. Jax le contaba sobre su vida, de su apuesta y de su largo y solitario viaje. La luna escuchaba, reía y sonreía.
Pero, finalmente, ella miró con nostalgia hacia el cielo.
Jax sabía que quería decir eso. —Quédate conmigo, —suplicó—. Sólo puedo ser feliz si eres mía.
—Tengo que irme, —dijo—. El cielo es mi hogar.
—Hice una casa para ti, —dijo Jax, señalando a la vasta mansión debajo de ellos—. Aquí hay suficiente cielo para ti. Un cielo vacío que es todo para ti.
—Tengo que irme, —dijo—. He estado lejos demasiado tiempo.
Jax levantó su mano como si fuera a agarrarla, luego se detuvo. —Tiempo es lo que hacemos aquí, —dijo—. Tu dormitorio puede ser invierno o primavera, todo de acuerdo a tu deseo.
—Tengo que irme, —dijo ella, mirando hacia arriba—. Pero volveré. Yo estoy siempre e incambiable. Y si tocas tu flauta para mí, te visitaré de nuevo.
—Yo te he dado tres cosas, —dijo Jax—. Una canción, una casa y mi corazón. Si te tienes que ir, ¿no me darás tres cosas a cambio?
Ella se echó a reír, llevando las manos a sus costados. Estaba desnuda como la luna. — ¿Qué tengo yo que pueda dejarte? Pero si está en mí el concedértelo, pídemelo y yo te lo daré.
Jax tenía la boca seca. —En primer lugar, te pediría el roce de tu mano.
—Una mano roza la otra, y concedo tu petición. —Ella se acercó a él, su mano era suave y firme. Al principio, parecía algo fría, después maravillosamente cálida. A Jax le corrió la piel de gallina por sus brazos.
—En segundo lugar, te ruego un beso, —dijo.
—Una boca prueba la otra y concedo tu petición. —Ella se inclinó para acercarse a él. Su aliento era dulce, sus labios firmes como frutas. El beso le quitó el aliento a Jax y por primera vez en su vida, su boca se torció en el comienzo de una sonrisa.
— ¿Y cuál es la tercera cosa? —preguntó la luna. Sus ojos eran oscuros y sabios, su sonrisa era plena y maliciosa.
"Tu nombre, —sopló Jax—. Para que pueda llamarte por él.
—Un cuerpo... —la luna comenzó a decir, dando un paso hacia delante con entusiasmo. —Luego hizo una pausa—. ¿Sólo mi nombre? —preguntó, deslizando su mano alrededor de la cintura de Jax.
Jax asintió.
Ella se inclinó para acercarse y habló cálidamente contra su oído, —Ludis.
Jax sacó la caja de hierro negro, cerrando la tapa y atrapando su nombre en el interior.
—Ahora tengo tu nombre, —dijo con firmeza—. Así que tengo dominio sobre ti. Y digo que debes quedarte siempre conmigo, para que yo pueda ser feliz.
Y así fue. La caja ya no estaba fría en su mano. Estaba cálida y dentro Jax pudo sentir el nombre de ella, revoloteando como una polilla contra el cristal de una ventana.
Tal vez Jax había sido demasiado lento cerrando la caja. Tal vez se enredó con el cierre. O tal vez simplemente tenía mala suerte para todo. Pero al final sólo logró atrapar un pedazo del nombre de la luna y no este entero.
Así que Jax pudo quedársela por un rato, pero ella siempre se escabullía de él. Fuera de su rota mansión y de vuelta a nuestro mundo. Pero todavía, Jax tiene un pedazo de su nombre, y por eso ella siempre debe regresar.

***

Hespe nos miró, sonriendo. —Y es por eso que la luna siempre está cambiando. Y ahí es donde Jax la mantiene cuando no está en nuestro cielo. Él la atrapó y la mantiene consigo todavía. Pero si él es feliz o no, eso sólo lo sabe él.
Hubo un largo momento de silencio.
—Esa, —dijo Dedan—, Es un historia impresionante.
Hespe miró hacia abajo y aunque la luz del fuego lo hacía difícil de ver, yo habría apostado un penique a que se estaba sonrojando. La dura Hespe, quién hubiera imaginado que había una gota de timidez en ella. —Me tomó un largo tiempo recordar toda la historia, —dijo—, Mi madre solía contármela cuando yo era una niña. Cada noche, siempre la misma historia. Ella dijo que la aprendió de su madre.
—Bueno, tendrás que asegurarte de contársela a tus hijas también, —dijo Dedan—. Una historia como esa es demasiado buena como para dejarla caer al margen del camino.
Hespe sonrió.
Por desgracia, esa pacifica noche fue como la calma que pasaba en el centro de una tormenta. Al día siguiente Hespe hizo un comentario que ocasionó que Dedan tuviera un arranque de furia y durante dos horas apenas podían mirarse el uno al otro sin dejar de sisear como gatos furiosos.
Dedan trató de convencer a todos de que debíamos renunciar a nuestra búsqueda y en lugar de eso alistarnos como guardias de caravana, con la esperanza de que los bandidos nos atacaran. Marten dijo que eso tenía tanto sentido como tratar de encontrar una trampa para osos poniendo tu pie en ella. Marten tenía razón, pero eso no evitó que Dedan y el rastreador se golpeasen el uno al otro durante el próximo par de días.
Dos días más tarde, Hespe dio un alarmante y sorprendente grito de niña mientras se estaba bañando. Corrimos en su ayuda, esperando a los bandidos y en lugar de eso, encontramos a Tempi desnudo, metido en el arroyo hasta las rodillas. Hespe estaba en la orilla medio vestida y mojada. A Marten le pareció muy divertido. A Hespe no. Y lo único que mantuvo a Dedan de estallar en ira y atacar a Tempi fue el hecho de que no pudo encontrar la manera de atacar a un hombre desnudo, sin mirar en su dirección o de hecho, tocárlo.
El día siguiente, el clima se volvió brumoso y húmedo, amargando el estado de ánimo de todos y frenando nuestra búsqueda aún más.
Entonces comenzó a llover.

Capitulo 87

Holaa!! bueno este capitulo fue traducido por Chio!! y costo un monton de trabajo tanto a ella en la traduccion como a mi en la revision, tanto por que es algo largo como por la manera que habla un tipo  y Tempi, pero aqui esta y espero que lo disfruten mucho :D ahorita en seguida el siguiente.

Capítulo 87
El Lethani

Al día siguiente Tempi y yo fuimos a Crosson por suministros. Esto significaba un largo día de caminata, pero no tener que buscar un rastro en cada paso del camino me hizo sentir como si estuviéramos volando por el camino.

Mientras caminábamos, Tempi y yo intercambiamos palabras de ida y vuelta. Aprendí las palabras sueño, olor y hueso. Me enteré que había diferentes palabras en Ademico para el hierro y espada de hierro.

Luego tuvimos una larga hora inútil de conversación cuando él intento ayudarme a entender lo que quiso decir cuando se frotó los dedos sobre la ceja. Casi parecía ser la misma cosa que un encogimiento de hombros, pero dejó en claro que no era lo mismo. ¿Era  indiferencia? ¿Ambigüedad?

— ¿Es el sentimiento que experimentas cuando alguien te ofrece una opción? —Intente de nuevo—.  Alguien te ofrece una manzana o una ciruela  —Levanté las manos en frente de mí mismo—.  Pero ambas te gustan lo mismo. —Apreté los dedos juntos y me alisé más de dos veces la ceja—. ¿Ese sentimiento?

Tempi negó con la cabeza. —No. —Se detuvo por un momento y luego continuó. A su lado, su mano izquierda, dijo: Falta de honradez. — ¿Qué es  ciruela? —Atento.

Lo miré confundido. — ¿Qué?

— ¿Qué quiere decir ciruela? —Hizo un gesto de nuevo: Profundamente Serio. Atento.

Volví mi atención a los árboles y de inmediato se escuchó: el movimiento en la maleza.

El ruido venía de la parte sur de la carretera. El lado que no habíamos buscado todavía. Los bandidos. La emoción y el miedo crecieron en mi pecho. ¿Nos atacaban de nuevo? En mi capa raída dudé que me viera como mucho de un objetivo, pero yo llevaba mi laúd en su oscuro estuche caro.

Tempi se había cambiado de nuevo a su apretada ropa roja de mercenario para el viaje a la ciudad.  ¿Haría eso desmotivarse a un hombre con un arco? ¿Les parecería que era un juglar lo suficientemente rico como para contratar a un guardaespaldas Adem? Podíamos parecer fruta madura para la cosecha.

Pensé con nostalgia en el captura flechas que le había vendido a Kilvin y me di cuenta que había estado en lo cierto. La gente pagaría un alto precio por ellos. Daría hasta el último centavo en el bolsillo por uno ahora mismo.

Hice un gesto a Tempi: Aceptación. Falta de honradez. Acuerdo. —Una ciruela es una fruta dulce, —le dije, forzando mis oídos a los sonidos reveladores de los árboles circundantes.

¿Debíamos correr a los árboles para protegernos, o sería mejor fingir que no éramos conscientes de ellos? ¿Qué podía hacer si atacaban? Yo tenía el cuchillo que había comprado al calderero en mi cinturón, pero no tenía ni idea de cómo usarlo. De repente estaba consciente de cuan pobremente preparado estaba. ¿En nombre de Dios que estaba haciendo yo aquí? Yo no pertenecía a esta situación. ¿Por qué el Maer me había enviado?

Justo cuando estaba empezando a sudar en serio, oí un brusco chasquido y crujido en la maleza. Un ciervo con cuernos salió de entre los árboles y estuvo al otro lado del camino en tres saltos fáciles. Un momento después, dos ciervas seguidas. Una hizo una pausa en el centro del camino y se volvió a mirarnos con curiosidad, con la oreja larga dando espasmos. Luego se fue para perderse entre los árboles.

Mi corazón estaba acelerado y dejé escapar una risa nerviosa. Me volví para mirar a Tempi, sólo para encontrarlo con su espada desenvainada. Los dedos de su mano izquierda se curvaron en Vergüenza y luego hizo varios gestos rápidos que no pude identificar.

Envainó la espada sin alguna floritura de cualquier tipo. Un gesto tan casual como meter la mano en el bolsillo. Frustración.

Asentí con la cabeza. Encantado como estaba de no tener flechas brotando de mi espalda, una emboscada por lo menos nos habría dado una idea de dónde estaban los bandidos. Acuerdo. Atenuación.

Nosotros continuamos nuestra caminata en silencio hacia Crosson.

***

Crosson no era una gran  ciudad. Tenía veinte o treinta edificios con un denso bosque a cada lado. Si no hubiera estado en el camino real, es probable que ni siquiera hubiera merecido un nombre.

Pero ya que estaba en el camino real, había una tienda bastante surtida de mercancía general que suministraba a los viajeros y a la siembra de las granjas cercanas. Había una pequeña estación postal que también era una librea y una herradora y una pequeña iglesia que era también una fábrica de cerveza.

Y una posada, por supuesto. Mientras que la Luna Sonriente estaba era apenas a una tercera parte de Pennysworth, todavía estaba varios metros por encima de lo que cabría esperar para un pueblo como este. Tenía dos pisos de altura, con tres salones privados y una casa de baños. Un gran cartel pintado a mano mostraba una luna menguante que llevaba un chaleco, sujetando su panza, mientras sonreía.

Había llevado mi laúd desde la mañana, con la esperanza de que podría ser capaz de tocar a cambio de un poco de comida. Pero eso era sólo una excusa. Yo estaba desesperado por cualquier excusa para tocar. Mi forzado silencio me estaba mellando tanto como los murmullos de Dedan. No había pasado tanto tiempo sin mi música desde que me había quedado sin hogar en las calles de Tarbean.

A Tempi y a mí se nos cayó nuestra lista de suministros cuando una anciana entro corriendo a la tienda. Cuatro barras de pan, media libra de mantequilla, un cuarto de  sal, harina, manzana seca, salchichas, un poco de tocino, un saco de nabos, seis huevos, dos botones, plumas para emplumar las flechas de caza de Marten, cordones, jabón, y un afilador nuevo para reemplazar uno que Dedan había roto. En total, llegaría a ocho sueldos de plata del Maer con lo que la cartera adelgazaba rápidamente.

Nos  dirigimos a la posada para comer, sabiendo que serían una o dos horas antes de  nuestras cosas estuvieran listas. Sorprendentemente, yo podía oír el ruido de la taberna de enfrente. Lugares como este estaban generalmente ocupados por la tarde cuando los viajeros se detienen por la noche, no en las horas centrales del día cuando todos están en el campo o en el camino.

La sala se silencio cuando abrimos la puerta. Al principio yo esperaba que los clientes estuvieran contentos de ver un músico, luego vi que todos los ojos estaban en Tempi en sus rojos ajustados de mercenario.

Había a cálculo quince o veinte personas en la taberna. Algunos encorvados en el bar, otras agrupadas en torno a las mesas. No estaba tan lleno, pero no podía encontrar una mesa para sentarnos, así que nos tomó un par de minutos antes de que la única mesera hostigada viniera a nuestra mesa.

— ¿Qué será entonces?, —Preguntó, cepillando una hebra de cabello sudoroso de su cara. —Tenemos una sopa de guisantes con tocino y un budín de pan.

—Suena bien, —le dije—.  ¿Puedes darnos una manzana y queso también?

— ¿Para tomar?

—Sidra suave para mí, —le dije.

—Cerveza, —dijo Tempi y luego hizo un gesto con dos dedos sobre la mesa. —Whisky pequeño. Buen whisky.

Ella asintió con la cabeza. —Voy a tener que ver su dinero.
Levanté una ceja. — ¿Han tenido problemas últimamente?

Ella suspiró y puso los ojos en blanco.

Le entregue sus tres medios peniques y ella se apresuró. Para entonces yo estaba seguro de que no lo estaba imaginando: los hombres en la sala estaban dándole a Tempi miradas oscuras.

Me dirigí a un hombre en la mesa de al lado, que comía en silencio su plato de sopa. — ¿Se trata de un día de mercado o algo así?

Me miró como si yo fuera un idiota y vi que tenía un moretón violeta en la mandíbula. —No hay día de mercado en Crosson. No hay mercado.

—He venido por aquí hace un tiempo y las cosas estaban tranquilas. ¿Qué está haciendo todo el mundo aquí?

—Lo mismo de siempre, —dijo—.  En busca de trabajo. Crosson es la última parada buena y grande antes de Eld. Una pequeña e inteligente caravana  recogía un guardia o dos. —Tomó un trago—.  Pero demasiada gente ha sido atacada fuera entre los  árboles por bandidos en los últimos tiempos. Las caravanas no están llegando tan a menudo.

Miré alrededor de la habitación. No tenían armaduras, pero ahora que yo estaba atento pude ver las marcas de la vida de mercenarios en la mayoría de ellos. Eran más duros que las de la gente común del pueblo. Más cicatrices, más narices rotas, varios cuchillos, más arrogancia.

El hombre dejó caer la cuchara en la taza vacía y se puso de pie. — Puedes sentarte aquí para lo que me importa—, dijo—, He estado aquí seis días y sólo vi cuatro carromatos pasar. Además, sólo un idiota podría dirigirse hacia el norte cobrando un día.

Cogió un paquete grande y se la puso sobre sus hombros.
 —Y con toda la gente desapareciendo, sólo un idiota podría tomar ayuda adicional en un lugar como este. Te daré un consejo gratis, la mitad de estos hijos de puta malolientes probablemente te cortarían el cuello  la primera noche en el camino.

Un hombre de hombros anchos, con una salvaje barba negra soltó una risa burlona desde donde se encontraba en el bar. —Sólo parque teh no pueás tirar los dados no hace da mí un criminal, ase que, —dijo con un acento norteño y grueso—. Teh dices algo asé otra vez y te d´are más del doble ´e lo que te g´anaste la última noche. Más los intreses.
El tipo con el que había estado hablando le hizo un gesto que no tenías por qué ser Adem para entender y se dirigió hacia la puerta. El hombre barbudo se echó a reír.

Las bebidas se presentaron en ese momento. Tempi bebió la mitad de su whisky de un solo trago y dejó escapar un largo suspiro satisfecho, encorvándose en su asiento. Tomé un sorbo de mi sidra. Yo había estado contando con que tocaría una o dos horas a cambio de comida. Pero no era lo suficientemente tonto como para tocar en una sala llena enteramente de mercenarios frustrados.

Podría haberlo hecho, claro está. En una hora, yo los hubiera podido hacer reír y cantar. En dos horas, los habría puesto a llorar  por la cerveza y pedirle disculpas a la camarera. Pero no por el precio de una comida. No, a menos que no tuviera otras opciones mejores. Esta habitación apestaba a problemas. Era una pelea a punto de ocurrir. No hay artista de troupe que se precie que  deje de reconocer esto.

El hombre de hombros anchos tomó una taza de madera y se acercó con naturalidad teatral a nuestra mesa en la que sacó una silla para él. Esbozó una amplia sonrisa poco sincera a través de su negra y espesa barba y saco la mano en dirección a Tempi. —Hola, —dijo él lo suficientemente fuerte para que todos en el bar  escucharan. — Me nombre ´s Tam. ¿Teh´eres?

Tempi extendió la mano y la sacudió, su mano era pequeña y pálida al lado de la poderosa y enormemente peluda mano del otro hombre. —Tempi.

Tam le sonrió. — Y que stás teh ´ciendo en la ciudá.

—Sólo estamos de paso, —le dije. —Nos encontramos en el camino y fue lo suficientemente bueno para caminar conmigo.

Tam me miró de arriba abajo con desdén. —No´stoy hablandot´ a ti, muchacho, —gruñó. —Metete´n tes asuntos.

Tempi permaneció en silencio, mirando al hombre grande con la misma expresión plácida, siempre atento. Vi su mano izquierda llegar a la oreja en un gesto que no reconocí.

Tam tomó un trago, mirando Tempi todo el tiempo. Cuando bajó la taza, tenía el pelo oscuro alrededor de su boca húmeda y limpió con el antebrazo su cara para secarla. —Siempre meh preguntao—, dijo, lo suficientemente fuerte como para hacerlo llegar a toda la sala. — Teh Adem. ¿Cuánto ´s lo que uno ´e tes chavales g´ana?

Tempi se volvió hacia mí, su cabeza ligeramente inclinada hacia un lado. Me di cuenta de que probablemente no podía entender el acento del hombre.

—Él quiere saber cuánto dinero ganas, —le expliqué.

Tempi hizo un ademan para desestimar la pregunta. —Complicado.

Tam se inclinó sobre la mesa. — ¿Cuánto se teh fueras contratao pa´ proteger una caravana? ¿Cuánto cobrarías teh al día?

—Dos iotas. —Tempi se encogió de hombros—.  Tres.

Tam dejó escapar una risa llamativa, lo suficientemente fuerte que podía oler su aliento. Yo esperaba que apestara, pero no lo hizo. Olía a sidra dulce mezclado con especias.   — ¿Astedes escucharon eso chicos? —Gritó por encima del hombro—.  Tres´iotas al día. ¡Y apenas puede hablar!

Casi todo el mundo  estaba viendo y escuchando, y este dato trajo un murmullo de irritación de la habitación.

Tam se volvió hacia la mesa. —La mayoría de nosotros cobramos un penique  al día, cuando llegamos a trabajar en absoluto. Yo cobro dos, parque soy bueno con los cabaios y puedo levantar la parte trasera de un carro si necesito. —Puso los hombros anchos. — ¿Teh vales veinte hombres en na pelea?

No sé cuánto de lo que decía entendía Tempi, pero  parecía seguir la última pregunta bastante bien. — ¿Veinte? —Miro alrededor valorativamente. —No. Cuatro—. Vaciló con su mano extendida hacia atrás y adelante incertidumbre. —Cinco.

Esto no hizo nada para mejorar la atmósfera de la habitación. Tam sacudió la cabeza con desconcierto exagerado. —Incluso se yo te creiera por un segundo, —dijo—, eso significa que debes hacer cuatro o cinco peniques al día. No veinte. Qu...

Puse  mi sonrisa más complaciente y me uní a la conversación. —Escucha,  yo….

La taza de Tam golpeó con fuerza contra la mesa, enviando un chorrito de sidra a saltar por el aire. Él me dirigió una mirada peligrosa, que no tenía ningún matiz de la alegría falsa que le había estado mostrando a Tempi. —Chico—, dijo—. Teh me interrumpes da nuevo y te sacare los dientes hora mesmo. — Lo dijo sin ningún énfasis especial, como si estuviera dándome a entender que si me metía en el río, estaba obligado a mojarme.

Tam se volvió hacia Tempi. — ¿Qué teh hace pensar que vales tres´iotas al día?

— ¿Quién me compra, compra esto—, Tempi levantó la mano—.  Y esto. —Se refirió a la empuñadura de su espada—. Y esto. —Él tocó una correa de cuero que sujetaba sus distintivos rojos de Adem fuertemente contra su pecho.

El hombre grande golpeó la mesa dura con la palma de su mano. — ¡Si esé ´s el secreto Telhu! —, Dijo. — ¡Tengo que hacerme na camisa roja! —Esto trajo unas carcajadas de la sala.

Tempi negó con la cabeza. —No.

Tam se inclinó hacia adelante y sacudió una de las correas de los hombros cerca de Tempi con un grueso dedo. — ¿Teh diceses que no soy lo suficientemente bueno pra llevar na camiseta roja ´e lujo como a tuya? — Movió la correa de nuevo.

Tempi asintió con la cabeza fácilmente. —Sí. No eres lo suficientemente bueno.

Tam sonrió locamente. — ¿Qué pasa si d´igo que teh madre era na puta?

La sala quedó en silencio. Tempi volvió a mirarme. Curiosidad. — ¿Que es puta?

Como era de esperar, no había sido una de las palabras que habíamos compartido en el lapso de los últimos días. Por medio momento pensé en mentirle, pero no había manera de que pudiera manejarlo. —Él dice que tu madre es una persona a la que los hombres le pagan dinero por tener sexo.

Tempi se volvió hacia los mercenarios y asintió amablemente. —Es usted muy amable. Le doy las gracias.

La expresión de Tam se ensombreció, como si sospechara que era objeto de burla. —Teh cobarde. Por un penique doblao teh daría na patada que pondría teh pene hacia atrás por un largo tiempo.

Tempi volvió hacia mí. —No entiendo a este hombre, —dijo—.  ¿Está tratando de comprar sexo conmigo? ¿O es que quiere pelear?

La risa rugió a través de la sala y la cara de Tam creció roja como la sangre bajo su barba.

—Estoy bastante seguro de que quiere pelear, —le dije, tratando de contener la risa en mí mismo.

—Ah, —dijo Tempi—. ¿Por qué no lo dijo? ¿Por qué todo esto. . . —Movió los dedos hacia atrás y adelante y me dio una mirada criptica.

— ¿Brincoteo alrededor? —, Sugerí. La confianza de Tempi estaba teniendo un efecto relajante sobre mí y yo no estaba por encima de conseguir  un pequeña ayuda y de salirme con la mía. Después de ver la facilidad con la que el Adem se había ocupado de Dedan, yo tenía ganas de verlo golpear la arrogancia de aquel culo de caballo.

Tempi miró hacia el hombre grande. —Si quieres luchar, ahora deja de brincotear alrededor. —El Adem hizo un gesto amplio hacia el resto de la habitación—. Ve a buscar a otros para pelear contigo. Trae suficientes mujeres como para sentirte seguro. ¿Bueno? —De pronto mi pequeño momento de relajación se evaporó cuando Tempi se volvió de nuevo hacia mí, con gruesa exasperación en su voz—. Tu gente siempre está hablando.
Tam regreso pisando fuerte a la mesa donde sus amigos se sentaban tirando los dados. —Rete bien hora. Astedes lo escucharon. El pequeño trozo ´e mierda dice que puede pelear con cuatro ´e nosotros, así que vamos a mostrarle el tipo ´e daño que cuatro ´e nosotros pueden hacer. ¿Brenden, Ven, Jane, se unen?

Un hombre calvo y una mujer alta y se pusieron de pie con una sonrisa. Pero el tercero agitó su mano con desdén. —Estoy demasiado borracho para pelear bien Tam .Pero no es ni la mitad de borracho que necesito estar para ir en contra de un camisa de sangre. Son unos  hijos de puta en la pelea. Los he visto.

Yo no era ajeno a las peleas de taberna. Uno pensaría que serían raras en un lugar como la Universidad, pero el alcohol es el gran nivelador. Después de seis o siete bebidas sólidas, hay muy poca diferencia entre un molinero que se ha peleado con su esposa y un joven alquimista que lo ha hecho mal en sus exámenes. Los dos están igual de ansiosos por chocar sus nudillos con los dientes de otra persona.

Incluso  en el Eolio, elegante como era, vi peleas. Si te quedabas lo bastante tarde había una buena posibilidad de ver a dos miembros de la nobleza dándose bofetadas el uno al otro.

Mi punto es, cuando eres un músico ves un montón de peleas. Algunas personas van a los bares para beber. Algunos van a jugar a los dados. Alguna gente va en busca de una pelea y otros van con la esperanza de ver una pelea.

La gente no se lastima tanto como esperarías. Moretones y labios partidos son los peores del mismo. Si no tienes suerte es posible que pierdas un diente o te rompas un brazo, pero hay una gran diferencia entre una pelea en un bar agradable y un encontronazo en un callejón. Una pelea en un bar tiene reglas y una multitud de jueces no oficiales parados alrededor para hacerlas cumplir. Si las cosas empiezan a descontrolarse  los espectadores viciosos se apresuran a saltar y detener las cosas, porque eso es lo que uno quiere que alguien haga por ti.

Hay excepciones, por supuesto. Los accidentes ocurren y yo sabía muy bien de mi tiempo en la Clínica lo fácil que era esguinzarse una muñeca o dislocarse un dedo. Esas podrían ser heridas leves para un pastor de ganado o un posadero, pero para mí, con gran parte de mi vida confiando en mis manos inteligentes, la idea de un pulgar roto era aterradora.

Tenia un  nudo en el estómago mientras miraba a Tempi tomar otro trago de whisky y ponerse de pie. El problema era que éramos extraños aquí. Si las cosas se pusieran feas, ¿Podría contar con los mercenarios irritados para intervenir y poner fin a las cosas? Tres contra uno no era nada cercano a una lucha justa y si se pusieran feas, se pondrían feas rápidamente.

Tempi tomó un sorbo de cerveza y me miró con calma. —Mira mi espalda—, dijo y luego se volvió para dirigirse al lugar donde los mercenarios estaban.

Por un momento me quedé impresionado, simplemente por su buen uso del Aturano. Desde que lo conocía, había pasado de ser prácticamente mudo a la utilización de lenguaje idiomático. Pero ese orgullo se desvaneció rápidamente cuando traté de pensar en algo que podía hacer para detener la pelea, si las cosas se salieran de control.

Yo no podía pensar en una sola bendita cosa. No lo había visto venir y no tenía ingeniosos trucos bajo la manga. Por falta de mejores opciones, saqué mi cuchillo de su vaina y lo mantuve fuera de la vista por debajo de la mesa. La última cosa que quería  hacer era apuñalar a alguien, pero podría al menos amenazarlos con él y darnos algo de tiempo suficiente como para salir por la puerta.

Tempi dio a los tres mercenarios una mirada apreciativa. Tam era unos centímetros más alto que él, con los hombros como un buey. Había un tipo calvo con una cicatriz en la cara y una sonrisa malvada. Detrás estaba una mujer rubia que era un palmo más alta que Tempi.

—Sólo hay una mujer,  —dijo Tempi, buscando los ojos de Tam—.  ¿Es suficiente? Puedes traer a una más.

La mujer  mercenaria se enervo. —Eres un maldito arrogante, —escupió—.  Te voy a mostrar lo que puede hacer una mujer en una pelea.

Tempi asintió educadamente.

Su continua falta de preocupación comenzó a relajarme. Yo había oído historias, por supuesto, un solo mercenario Adem podía derrotar a una docena de soldados regulares. ¿Podría Tempi realmente luchar contra esos tres al mismo tiempo? El desde luego parecía pensar que sí. . . .

Tempi los miró. —Esta es mi primera pelea de este tipo. ¿Cómo empezar?

La palma de mi mano comenzó sudar por lo que apreté el cuchillo.

Tam dio un paso por lo que sus pechos estaban a sólo unos centímetros de distancia. Se cernía sobre Tempi. —Vamos a empezar por azotarte hasta sangrar. Luego te d´aremos na patada. Luego volveremos a hacerlo pra asegurarnos de que no nos perdimos de nada —Cuando dijo lo último, embistió con su frente el rostro de Tempi.

Se me cortó la respiración en el pecho y antes de que pudiera recuperarla, la lucha había terminado.

Cuando el mercenario barbudo movió la cabeza hacia delante, yo esperaba ver caer a Tempi hacia atrás, con la nariz rota y ver como la sangre le brotaba. Pero Tam fue el que se tambaleó hacia atrás, gritando y agarrándose la cara, chorreando sangre por debajo de sus manos.

Tempi dio un paso adelante, dio con su mano sobre la nuca del hombre grande y sin esfuerzo lo giro hacia el piso donde yacio en una maraña desordenada de brazos y piernas.

Sin el menor asomo de duda, Tempi se volvió y pateó a la mujer rubia de lleno en la cadera, por lo que se tambaleo. Mientras se tambaleaba, Tempi le dio un puñetazo fuertemente al lado de la cabeza y esta se dobló lentamente hacia el suelo.

Fue entonces cuando el hombre calvo entró en acción, extendió los brazos como un luchador. Rápido como una serpiente, puso una mano en el hombro de Tempi y la otra en su cuello.

Honestamente no puedo decir lo que sucedió después. Hubo una ráfaga de movimiento y Tempi quedó agarrando la muñeca del hombre y su hombro. El hombre calvo gruñía y forcejeaba. Pero Tempi simplemente le torció el brazo al hombre hasta que él se inclinó, mirando al suelo. Entonces Tempi pateó la pierna del hombre por debajo de él, enviándolo a caer al suelo.

Todo en menos tiempo del que se tarda en contarlo. Si no hubiera estado tan aturdido,  habría estallado en aplausos.

Tam y la mujer estaban acostados con la quietud mortal de los profundamente inconscientes. Pero el calvo gruñó algo y comenzó a ir nuevamente hacia Tempi. Tempi se acercó, le golpeó en la cabeza con precisión casual y luego se observó caer sin fuerzas al hombre al suelo.

Era, pensé vagamente, el golpe más amable que jamás había visto. Era el golpe cuidadoso de un hábil carpintero golpeando un clavo: lo suficiente para que la unidad  entrara totalmente en la casa, pero no tan fuerte como para herir la madera a su alrededor.

La habitación estaba muy tranquila en consecuencia. Entonces el hombre alto que se había negado a combatir levantó su taza a modo de saludo, derramando un poco. — ¡Bien a tu salud!, —Dijo en voz alta a Tempi, riendo—.  Nadie va a pensar menos de ti si le muestras a Tam un poco de tu bota ahora está ahí abajo. Dios sabe que ha hecho suficiente por un día.

Tempi miró hacia abajo, como pensando en algo, luego sacudió la cabeza y caminó en silencio a nuestra mesa. Todos los ojos estaban mirando, pero las miradas no eran tan oscuras como antes.

Tempi volvió a la mesa. — ¿Viste mi espalda?

Lo miré fijamente y luego asentí.

— ¿Qué viste?

Sólo entonces comprendí lo que quería decir. —Tu espalda estaba muy recta.

Aprobación. —Tu espalda no está recta. —Levantó una mano plana, inclinada hacia un lado. —Es por eso que te tropiezas en la Ketan. Lo que es. . . —Mirando hacia abajo, se fue apagando, después de haberse dado cuenta de mi cuchillo medio escondido en mi cutre capa. Él frunció el ceño. Realmente lo frunció con su cara. Era la primera vez que le había visto hacerlo y fue increíblemente intimidante.

—Hablaremos sobre esto más adelante, —dijo. A su lado, hizo un gesto: Vasta desaprobación.

Me sentí más castigado que si hubiera pasado una hora ante las astas del toro, yo agaché la cabeza y guarde el cuchillo.

***

Habíamos estado caminando en silencio durante horas, con nuestras pesadas mochilas llenas de suministros, cuando Tempi finalmente habló. —Hay una cosa que tengo que enseñarte. — Serio.

—Siempre estoy contento de saber, —le dije, haciendo el gesto que esperaba que fuera. En serio.

Tempi se acercó a la orilla de la carretera, dejó su pesada mochila y se sentó en la hierba. —Tenemos que hablar del Lethani.

Me llevó todo mi control no estallar en una sonrisa repentina, vertiginosa. Yo había estado esperando para hablar del tema por un tiempo largo, ya que estábamos mucho más cerca que la primera vez que le había preguntado. Pero yo no quería arriesgarme a ofenderlo.

Me senté en silencio por un momento, en parte para mantener la compostura, pero también para dejar a Tempi saber que yo estaba tratando este tema con respeto. —El Lethani, —repetí con cuidado—.  Me dijiste que no debía preguntar por eso.

—No debías entonces. Ahora, tal vez. yo. . . —Incierto—.  Estoy tensándolo de muchas maneras. Pero ahora preguntar es.

Esperé un momento para ver si iba a continuar por su cuenta. Cuando no lo hizo, hice la pregunta obvia. — ¿Qué  es el Lethani?

Serio. Tempi me miró durante un largo rato, de repente, se echó a reír. —No sé. Y yo no puedo decirte. —Se rió de nuevo. Atenuación. —Aun así tenemos que hablar de ello.

Vacile, preguntándome si se trataba de una de sus bromas extrañas que yo nunca lograba entender.

—Es complicado, —dijo—.  Es difícil en mi propio idioma. ¿En el tuyo? —Frustración—.  Dime lo que sabes del Lethani.

Traté de pensar en cómo podría describir lo que había oído hablar del Lethani utilizando sólo las palabras que conocía. —Escuché que el Lethani es algo secreto que hace que al Adem fuerte.

Tempi asintió con la cabeza. —Sí. Esto es cierto.

—Ellos dicen que si se conoce el Lethani, no se puede perder una pelea.

Otro asentimiento.

Negué con la cabeza, sabiendo que no entendía mi punto de vista. —Dicen que el Lethani es un poder secreto. Los Adem mantienen sus palabras en el interior. —Hice un gesto como si encontrara  cosas cerca de mi cuerpo y las acaparara. —Entonces, esas palabras son como la madera en el fuego. Esto hace que las palabras como el fuego hagan muy fuerte al Adem. Muy rápido. La piel como el hierro. Esta es la razón por la que puedes luchar contra muchos hombres y ganar.

Tempi me miró fijamente. Hizo un gesto que no reconocí. —Eso es hablar una locura, —dijo al fin—.  ¿Es esa la palabra correcta? ¿Locura? —Él chasqueo la lengua y puso los ojos en blanco, moviendo sus dedos al lado de la cabeza.

Yo no podía dejar de reír nerviosamente. —Sí. Locura es la palabra. También disparate.

—Entonces lo que has dicho es hablar una locura y un disparate también.

—Pero lo que vi hoy, —le dije—.  Su nariz se rompió cuando te golpeó con la cabeza. Eso no es algo natural.

Tempi sacudió la cabeza cuando se puso de pie. —Ven. Párate.

Me paré y Tempi se acercó a mí. —Golpear con la cabeza es inteligente. Es rápido. Puede asustar si el oponente no está listo. Pero yo no estoy no listo.

Se acercó aún más, hasta que casi se tocaban nuestros pechos. —Eres el hombre fuerte, —dijo—.  Tu cabeza es dura. Mi nariz es suave. —Él se estiro y se apoderó de mi cabeza con ambas manos. —Quieres esto — Él llevo  mi cabeza hacia abajo, lentamente, hasta que mi frente quedo apoyada en su nariz.

Tempi dejo ir mi cabeza. —Golpear con la cabeza es rápido. Para mí, poco tiempo. ¿Puedo moverme? —Movió la cabeza hacia arriba mientras se alejaba y esta vez mi frente se puso en contacto con su boca en su lugar, como si me estuviera dando un beso. —Esto no es bueno. La boca es suave.

Él inclinó la cabeza hacia arriba de nuevo. —Si yo soy muy rápido. . . —Tomó un paso completo hacia atrás y trajo a mi cabeza hacia abajo más allá, hasta que mi frente le tocó el pecho. Me soltó y yo me enderecé de nuevo. —Esto todavía no es bueno. Mi pecho no es suave. Pero este hombre tiene una cabeza más dura que muchos. —Sus ojos brillaron un poco y me reí al darme cuenta que había hecho una broma.

—Así que, —Dijo Tempi, regresando a donde estábamos antes. — ¿Qué puede hacer Tempi? —Él hizo un gesto—.  Golpéame con la cabeza. Lento. Yo mostrar.

Vagamente nervioso, atraje mi cabeza lentamente, como si tratara de romperle la nariz.

Correspondiente a mi velocidad, Tempi se inclinó hacia delante y metió barbilla un poco. No era mucho cambio, pero esta vez cuando lleve mi cabeza, mi nariz se reunió con la parte superior de su cabeza.

Tempi dio un paso atrás. — ¿Ves? Astucia. No pensamientos de locos de palabras de fuego.

—Fue muy rápido—, le dije, sintiéndome un poco avergonzado. —Yo no pude verlo.

—Sí. La lucha es rápida. Entrenar para ser rápido. Entrenar, no palabra de fuego.

Hizo un gesto seriamente y se encontró con mi mirada, una rareza para él. —Te digo esto porque eres es el líder. Es necesario el conocimiento. Si piensas que tengo algo oculto y la piel de hierro. . . —Miró a lo lejos, sacudiendo la cabeza. Peligroso.

Los dos nos volvimos a sentar al lado de nuestros paquetes.

—Lo escuché en una historia, —le dije a modo de explicación—.  Una historia como las que contamos cerca del fuego por la noche.

—Pero tú, —me señaló—.  Tú tienes fuego en tus manos. Tu tienes. . . —Chasqueó sus dedos y luego gesticulo un fuego ardiente repentino. — ¿Tienes el hacer eso y crees que los Adem guardan palabras de fuego en el interior?

Me encogí de hombros. —Es por eso que te pregunto sobre el Lethani. Parece loco, pero he visto cosas locas a decir verdad y soy curioso. —Dudé antes de preguntar mi otra pregunta. —Has dicho que quien conoce el Lethani no puede perder una pelea.

—Sí. Pero no con palabras de fuego. El Lethani es un tipo de saber. —Tempi se pauso, obviamente considerando sus palabras con cuidado. —Lethani es lo más importante. Todos los Adem aprender. Mercenarios aprender dos veces. Shehyn aprender tres veces. Lo más importante. Pero complicado. Lethani es. . . muchas cosas. Pero nada tocado o señalado. Adem pasar toda la vida pensando en el Lethani. Muy difícil.

—Problema, —dijo—.  No es mi lugar enseñar mi guía. Pero tú eres mi alumno en el lenguaje. Las mujeres enseñar Lethani. No soy eso. Es parte de la civilización y tú eres un bárbaro. —Tristeza suave—. Pero quieres ser civilizado. Y tú tienes necesidad de Lethani.

—Explícalo, —le dije—. Voy a tratar de entender.

Él asintió con la cabeza. —El Lethani es hacer las cosas bien.

Pacientemente esperé a que continuara. Después de un minuto, hizo un gesto, frustración—. Ahora haz preguntas. — Tomó una respiración profunda y repetida. —El Lethani es hacer las cosas bien.

Traté de pensar en un ejemplo arquetípico de algo bueno. — ¿Así que el Lethani es darle un alimento a un niño hambriento para que coma?

Él hizo el movimiento oscilante que quería decir, sí y no. —El Lethani no está haciendo nada. Lethani es lo que nos muestra.

— ¿Lethani significa reglas? ¿Las leyes?

Tempi negó con la cabeza. —No. — Él hizo un gesto al bosque que nos rodeaba. —La ley es de fuera, el control. Es el. .. el metal en la boca del caballo. Y las cuerdas de la cabeza. —Cuestionar.

— ¿Riendas y arnes? —, Sugerí. Gesticule como si tirara una cabeza de caballo sobre un par de riendas.

—Sí. La ley es riendas y arnés. Controla desde el exterior. El Lethani. . . —, Señaló entre sus ojos, luego en el pecho—. . . vive en el interior. Lethani ayuda a decidir. La ley se hace porque muchos no tienen conocimiento del Lethani.

—Así que con el Lethani una persona no tiene que cumplir con la ley.

Pausa. —Tal vez. —Frustración. Sacó su espada y la puso paralela al suelo, con su borde hacia arriba. —Si fueses pequeño, caminar sobre esta espada sería como el Lethani.

— ¿Doloroso para los pies? —Le pregunté, tratando de aligerar el estado de ánimo un poco. Diversión.

Ira. Desaprobación. —No. Dificultad para caminar. Fácil caer a un lado. Difícil mantenerse.

— ¿El Lethani es muy recto?

—No. — Pausa—.  ¿Cómo se llama cuando hay muchas montañas y un lugar para caminar?

— ¿Un camino? ¿Un sendero?

—Sendero. —Tempi asintió con la cabeza. —El Lethani es como un sendero en las montañas. Curvas. Complicado. Atravesar por el sendero es la forma fácil. Solo hay una manera de  a travesar. Pero no es fácil de ver. Sendero que es muy fácil muchas veces no va a través de las montañas. A veces va a ninguna parte. Morir de hambre. Caes en hoyo.

—Así que la Lethani es el camino correcto a través de las montañas.

Acuerdo parcial. Emoción. —Es el camino correcto a través de las montañas. Sin embargo, el Lethani es también saber la manera correcta. Las dos cosas. Y las montañas no son sólo las montañas. Las montañas son todo.

—Así que el Lethani es la civilización.

Pausa. Sí y no. Tempi negó con la cabeza. Frustración.

Recordé lo que había dicho acerca de que los mercenarios tenían que aprender el Lethani dos veces. — ¿Es el Lethani luchar? —Le pregunté.

—No.

Dijo esto con tal certeza absoluta de que tenía que preguntar lo contrario para asegurarme. — ¿Es el Lethani no luchar?

—No. Uno que conoce el Lethani sabe cuándo luchar y no luchar. Muy importante.

Me decidí a cambiar de dirección. — ¿Era el Lethani para ti luchar hoy?

—Sí. Para mostrar que Adem no tiene miedo. Sabemos que con los bárbaros, no luchar es cobardía. Cobardía es débil. No es bueno para que ellos piensen. Así que con muchos observando, luchar. Además, para mostrar que un Adem vale muchos.

— ¿Y si hubieran ganado?

—Entonces los bárbaros saber que Tempi no vale muchos. —Diversión ligera.

—Si hubieran ganado, sería una lucha donde no está el Lethani?

—No. Si tú caes y te rompes una pierna en el sendero de la montaña, sigue siendo el sendero. Si no lo consigo, mientras seguía el Lethani, sigue siendo el Lethani. —Serio—.Es por eso que estamos hablando ahora. Hoy. Con el cuchillo. Eso no era del Lethani. No fue una cosa correcta.

—Tenía miedo de que fueras herido.

—El Lethani no echa raíces en el miedo, —dijo, sonando como si estuviera recitando.

— ¿Sería el Lethani dejar que fueras herido?

Un encogimiento de hombros. —Tal vez.

— ¿Sería el Lethani dejar que fueras. . . —Extremo Énfasis—.  Herido?

—Tal vez no. Pero no lo hicieron. Ser el primero con el cuchillo no es del Lethani. Si tú ganas y somos los primeros con el cuchillo, no se gana. —Vasta Desaprobación.

No podía descifrar qué quería decir con lo último. —No entiendo—, dije.

—El Lethani es la acción correcta. Manera correcta. Momento adecuado. —La cara de Tempi de repente se iluminó.  —El hombre viejo comerciante, —dijo con entusiasmo visible—.  En las historias con los paquetes. ¿Cuál es la palabra?

— ¿El calderero?

—Sí. El calderero. ¿Cómo se debe tratar a los esos hombres?

Yo sabía, pero quería ver lo que pensaban los Adem. — ¿Cómo?

Me miró, presionando con los dedos juntos en irritación. —Debes ser amable y ayudar a ellos. Y hablar bien. Siempre educado. Siempre.

Asentí con la cabeza. —Y si ofrecen algo, tienes que considerar comprarlo.

Tempi hizo un gesto triunfal. — ¡Sí! Puedes hacer muchas cosas cuando te reúnes con un calderero. Pero sólo hay una cosa bien. —Él se calmó un poco. Precaución—. Pero sólo haciéndolo no es  Lethani. En primer lugar saber y luego hacer. Esa es  Lethani.

Pensé en esto durante un momento. — ¿Así que ser educado es el Lethani?

—No educado. No amable. No bueno. No deber. El Lethani no es nada de eso. Cada momento. Cada opción. Todos diferentes. —Él me dirigió una mirada penetrante—.  ¿Entiendes?

—No.

Felicidad. Aprobación. Tempi se puso de pie, moviendo la cabeza. —Es bueno que sepas que no. Bueno que lo digas. Eso también es Lethani.

lunes, 31 de octubre de 2011

capitulo 86

Holaa bueno les subo primero este capitulo y al ratito el siguiente, este capitulo fue traducido por Laura Arrias!!! (de nuevo jeje)

Capitulo 86
El Camino Roto

Terminamos la búsqueda en el lado norte del Camino del Rey y comenzamos con la mitad Sur. A menudo lo único que diferenciaba un día del siguiente eran las historias que contábamos en las noches alrededor del fuego. Historias de Oren Velciter, Laniel Joven-de nuevo, e Illien. Historias de porqueros serviciales y la suerte de los hijos del calderero. Historias de demonios y hadas, de juegos de adivinanza y túmulos de Draugs.
 El Edena Ruh conoce todas las historias del mundo, y yo soy Edena hasta la médula de mis huesos. Mis padres contaban historias alrededor del fuego cada noche cuando era joven. Yo crecí viendo las historias en pantomima, las escuchaba en canciones y las interpretaba en el escenario.
Teniendo esto en cuenta, no era de extrañar que yo ya conociera las historias que Dedan, Hespe y Marten contaban  de noche. No cada detalle, pero si conocía la estructura de ellas. Conocía sus formas y cómo terminarían.
No me mal interpreten. Todavía las disfrutaba. Las historias no tienen que ser nuevas para traerte alegría. Algunas historias son como amigos íntimos. Algunas son confiables como el pan. Sin embargo, una historia que no haya escuchado antes es una cosa rara y preciosa. Y después de veinte días de búsqueda en el Eld, fui recompensado con una de ellas.

***

—Una vez, hace mucho tiempo y muy lejos de aquí, —dijo Hespe cuando nos sentamos alrededor del fuego después de la cena—, Había un niño llamado Jax y él se enamoró de la luna.
—Jax era un niño extraño. Un niño reflexivo. Un niño solitario. El vivía en una vieja casa al final de un camino roto. El….
Dedan interrumpió. — ¿Has dicho un camino roto?
La boca de Hespe se puso rígida. Ella no frunció el ceño exactamente, pero pareció que estaba juntando todas las piezas de un ceño en un solo lugar, sólo en caso de que las necesitase en un apuro. —Si lo dije. Un camino roto. Así es como mi madre me contó esta historia cientos de veces cuando era pequeña.
Por un momento parecía que Dedan iba a hacer otra pregunta. Pero en cambio mostró una rara corazonada y simplemente asintió con la cabeza.
Hespe, a regañadientes, guardó las piezas de su ceño. Luego miró abajo hacia sus manos, frunciendo el ceño. Su boca se movió silenciosamente por un momento, luego asintió para ella misma y continuó.

***

—Todos los que vieron a Jax podían decir que había algo diferente en él. No jugaba. No corría de un lado a otro para meterse en problemas. Y él nunca reía.
Algunos decían: “¿Qué se puede esperar de un niño que vive solo en una casa rota al final de un camino roto?” Algunos dijeron que el problema era que él nunca había tenido padres. Algunos decían que había una gota de sangre de hadas en él y que eso mantenía a su corazón lejos de  cualquier alegría conocida.
Era un niño sin suerte. Eso no se puede negar. Cuando tenía una camisa nueva, le hacia un agujero. Si le dabas un caramelo, lo dejaba caer en el camino.
Algunos dijeron que el niño había nacido bajo una mala estrella, que estaba maldito, que tenía un demonio cabalgando a su sombra. Otros simplemente se sentían mal por él, pero no lo suficiente como para preocuparse en ayudar.
Un día, un calderero llegó por el camino hacia la casa de Jax. Esto fue una sorpresa, porque el camino estaba roto, por eso nadie lo utilizaba.
— ¡Hola, muchacho! —El calderero gritó, apoyándose en su bastón— ¿Le puedes dar a este anciano un trago?
Jax sacó un poco de agua en una taza de barro agrietada. El calderero bebió y miró al chico. —No te ves feliz, hijo. ¿Qué te pasa?
—Nada es lo que pasa, —dijo Jax—. Me parece que una persona necesita algo para ser feliz y yo no tengo tal cosa.
Jax dijo esto en un tono tan lacónico y resignado que le rompió el corazón al calderero. —Apuesto a que tengo algo en mis paquetes que te hará feliz, —le dijo al muchacho—. ¿Qué dices a eso?
—Diría que si tú me haces feliz, ciertamente voy a estar agradecido, —dijo Jax—. Pero yo no tengo dinero para gastar, ni un penique para pedir prestado, mendigar o prestar.
—Bueno, eso es un problema, —dijo el calderero—. Hago negocios, como veras.
—Si usted puede encontrar algo en sus paquetes que me haga feliz, —dijo Jax—. Yo le daré mi casa. Está vieja y rota, pero es algo que vale la pena.
El calderero miró la inmensa y vieja casa, sólo a un paso de distancia de ser una mansión. —Sí que lo es, —dijo.
Entonces Jax miró al calderero, serio, con su carita. —Y si usted no puede hacerme feliz, ¿entonces qué? ¿Me dará los paquetes que lleva en su espalda, el bastón en su mano y el sombrero de su cabeza?
Ahora, al calderero le gustaba apostar y el reconocía una buena apuesta cuando escuchaba una. Además, sus paquetes estaban repletos con tesoros de todos los Cuatro Rincones y el confiaba en que podía impresionar a un chiquillo. Así que estuvo de acuerdo y los dos se estrecharon la mano.
En primer lugar el calderero sacó una bolsa de canicas de todos los colores de la luz del sol. Pero no hicieron feliz a Jax. El calderero sacó un emboque. Pero eso no hizo feliz a Jax.
—El emboque/balero no hace feliz a nadie, —murmuró Marten—. Es el peor juguete de la historia. Nadie en su sano juicio disfruta del emboque/balero.
El calderero abrió su primer paquete. Estaba lleno de cosas ordinarias que hubieran complacido a un chico ordinario: dados, títeres, una navaja plegable, una pelota de goma. Pero nada hizo feliz a Jax.
Así que el calderero continuo con su segundo paquete. Contenía las cosas más raras. Un soldado mecánico que marchaba si le herías. Un reluciente estuche de pinturas, con cuatro diferentes pinceles. Un libro de los secretos. Un pedazo de hierro que cayó del cielo....
Esto continuó durante todo el día y hasta bien entrada la noche, y finalmente, el calderero empezó a preocuparse. Él no estaba preocupado en perder su bastón. Pero sus paquetes eran cómo él se ganaba la vida y estaba bastante encariñado con su sombrero.
Con el tiempo, se dio cuenta de que iba a tener que abrir su tercer paquete. Era pequeño, y sólo habían tres objetos en el. Pero eran cosas que sólo mostraba a sus clientes más ricos. Cada uno valía mucho más que una casa rota. Pero aún así, pensó, es mejor perder uno que perderlo todo y además su sombrero.
Justo cuando el calderero iba a sacar su tercer paquete, Jax señaló. — ¿Qué es eso?
—Esas son gafas binoculares, —dijo el calderero—. Son un segundo par de ojos que ayudan a una persona a ver mejor. Él las recogió y las colocó sobre el rostro de Jax.
Jax miró a su alrededor. —Las cosas se ven iguales, —dijo. Luego alzó la vista—. ¿Qué son aquellas?
—Aquellas son estrellas, —dijo el calderero.
—Nunca las había visto antes. —Se volvió, todavía mirando hacia arriba. Entonces se detuvo inmóvil—. ¿Qué es eso?
—Esa es la luna, —dijo el calderero.
—Creo que eso me haría feliz, —dijo Jax.
—Bueno, allí tienes, —dijo el calderero, aliviado—. Tienes tus gafas....
—El sólo mirarla no me hace feliz, —dijo Jax—. No más que mirar mi cena me hace sentirme lleno. La quiero. La quiero tener para mí.
—Yo no puedo darte la luna, —dijo el calderero—. Ella no me pertenece. Ella se pertenece sólo a sí misma.
—Sólo la luna me hará feliz, —dijo Jax.
—Bueno, yo no puedo ayudarte con eso, —dijo el calderero con un profundo suspiro—. Mis paquetes y todo lo que hay en ellos son tuyos.
Jax asintió, sin sonreír.
—Y aquí está mi bastón. Bien resistente que es, además.
Jax lo tomó en sus manos.
— ¿No creo, —dijo el calderero de mala gana—, que te importe dejarme con mi sombrero? Estoy bastante encariñado con el....
—Es mío por derecho, —dijo Jax—. Si estabas encariñado con él, no debiste jugártelo.
El calderero frunció el ceño cuando le entregó su sombrero.
Tempi hizo un ruido bajo con su garganta y negó con la cabeza. Hespe sonrió y asintió. Al parecer, incluso los Adem saben que es de mala suerte ser grosero con un calderero.
Así que Jax se acomodó el sombrero en la cabeza, tomó el bastón en la mano y recogió los paquetes del calderero. Cuando encontró el tercer paquete, aún sin abrir, le preguntó: — ¿Qué hay aquí?
—Algo para que te ahogues, —escupió el calderero.
—No hay necesidad de ponerse irascible por un sombrero, —dijo el muchacho—. Tengo más necesidad de él que tú. Tengo un largo camino por recorrer si voy a encontrar a la luna y hacerla mía.
—Sin embargo, por dejarme con mi sombrero, pudiste haber tenido mi ayuda para atraparla", —dijo el calderero.
—Te dejaré con la casa rota, —dijo Jax—. Eso es algo. Aunque dependerá de usted arreglarla.
Jax se puso las gafas en el rostro y comenzó a caminar por el camino en dirección a la luna. Caminó toda la noche, sólo se detuvo cuando la luna desapareció de la vista detrás de las montañas.
Así que Jax caminó día tras día, en una búsqueda sin fin…


***

Dedan resopló. — ¿No les suena eso un poco familiar? —murmuró lo suficientemente alto para que todos oyeran. — ¿Me pregunto si estuvo pasando el tiempo meando en un árbol como nosotros?
Hespe lo fulminó con la mirada, tenía los músculos de su mandíbula apretando sus dientes.
Suspiré silenciosamente.
— ¿Terminaste? —Hespe preguntó directamente, mirando a Dedan durante un largo rato.
— ¿Qué pasa? —Dedan preguntó.
—Cierra la boca cuando estoy contando mi historia es lo que pasa, —dijo Hespe.
— ¡Todos los demás tuvieron algo que decir! —Dedan se puso de pie, indignado—. Incluso el mudo intervino —Señaló con una mano a Tempi—. ¿Cómo es que soy el único con el que te pones irrazonablemente histérica?
Hespe se puso furiosa enseguida, luego dijo. —Estas  tratando de empezar una pelea a la mitad de mi historia, es por eso.
—Decir la verdad no es empezar una pelea, —se quejó Dedan—. Alguien tiene que hablar con un poco de sentido aquí.
Hespe levantó las manos al aire, — ¡Todavía lo estás haciendo! ¿No puedes dejarlo por una noche? ¡Cada oportunidad que tienes la usas para quejarte y joderla!
—Al menos cuando no estoy de acuerdo digo lo que pienso, —dijo Dedan—. "Yo no tomo la salida de los cobardes.
Los ojos de Hespe destellaron y a pesar de mi buen juicio, decidí inmiscuirme.
—Bien, —interrumpí, mirando a Dedan—. Si tienes una mejor idea para encontrar a esta gente, vamos a escucharla. Vamos a discutir sobre esto como adultos.
Mi interposición no calmó a Dedan en lo más mínimo. Eso sólo lo dirigió en mi dirección. — ¿Qué sabrás tú sobre adultos? —dijo—. Estoy harto y cansado de rebajarme con un niño que probablemente ni siquiera tenga pelos en sus pelotas todavía.
—Estoy seguro de que si el Maer hubiera sabido que tan peludas eran tus pelotas, te hubiera puesto a cargo, —dije con lo que esperaba fuera una calma exasperante—. Desafortunadamente, el Maer pareció pasar por alto ese hecho y se decidió por mí en cambio.
Dedan respiró profundamente, pero Tempi le interrumpió antes de que pudiera empezar.

—Pelotas, —dijo el Adem con curiosidad—. ¿Qué es pelotas?

Dedan soltó todo el aire en un apuro y se volvió para mirar a Tempi, medio irritado, medio divertido. El gran mercenario se rió e hizo una señal muy clara entre sus piernas con una mano ahuecada.

—Tú sabes Pelotas, —dijo sin rastro de timidez.

A su espalda, Hespe volteó los ojos, sacudiendo la cabeza.

—Ah, —dijo Tempi, asintiendo para mostrar su comprensión—. ¿Por qué el Maer está buscando pelotas peludas?

Hubo una pausa, luego una tormenta de risas rodó por todo nuestro campamento, explotando con toda la fuerza de la tensión acumulada que había estado a punto de ebullir en una pelea. Hespe se echó a reír, agarrándose de su estómago, sin aliento. Marten secaba las lágrimas de sus ojos. Dedan se rió tanto que no podía mantenerse de pie y terminó en cuclillas con una mano en el suelo para mantenerse firme.

Al final, todos estaban sentados alrededor del fuego, respirando con dificultad y sonriendo como tontos idiotas. La tensión que había sido espesa como la niebla del invierno se había ido por primera vez en días. Fue entonces cuando Tempi brevemente me llamó la atención.  Su pulgar y el índice se rozaban con suavidad.

¿Alegría? No. Satisfacción. Caí en cuenta cuando  lo miré de nuevo a los ojos, estaba inexpresivo como siempre. Meticulosamente inexpresivo. Tan inexpresivo que fue casi presumido.

— ¿Podemos volver a tu historia, querida? —Le preguntó Dedan a Hespe—. Me gustaría saber cómo este muchacho mete a la luna en su cama.

Hespe le sonrió, fue la primera sonrisa sincera que había visto darle Dedan en muchos días. —Perdí el hilo de la historia, —dijo—. Hay un ritmo para esto, como en una canción. Puedo contarla desde el principio, pero si comienzo a mitad de camino me enredaré toda.

 — ¿Empezarás de nuevo mañana, si prometo mantener la boca cerrada?

 —Lo haré, —ella estuvo de acuerdo—, Si lo prometes.

domingo, 30 de octubre de 2011

Capitulo 85

Bueno pues ya esta aqui tambien el capitulo 85!! Traducido tambien por Laura Arrias!!! Mañana tambien hay doble capitulo! y ya los dias que quedan ya normal :) diooos!! ya somos casi 400!!!! estoy muy contenta!!
 
Capitulo 85
Interludio—Cercas

Kvothe se incorporó en su asiento, estirando el cuello para tener una mejor visión por la ventana. Justamente estaba levantando su mano hacia Cronista cuando escucharon un rápido y ligero golpeteo afuera sobre la superficie del rellano de madera. Muy rápido y suave para ser las pesadas botas de un campesino, fue seguido por un alto estruendo de risa infantil.
Rápidamente Cronista secó la página que estaba escribiendo y luego la metió bajo una pila de papel en blanco mientras Kvothe se ponía de pie y caminaba hacia la barra. Bast se echó hacia atrás, inclinando su silla en dos patas.
Después de un momento, la puerta se abrió y un hombre joven de hombros anchos y con una barba rala entró en la posada, haciendo entrar con cuidado a una niña rubia por la puerta delante de él. Detrás de él, una joven mujer llevaba a un pequeño sentado en su brazo.
El posadero sonrió, levantando una mano. — ¡Mary! ¡Hap!
La joven pareja intercambio unas breves palabras antes de que el alto campesino se acercara hacia Cronista, todavía haciendo entrar a la niña con delicadeza delante de él. Bast se puso de pie y le ofreció su silla a Hap.
Mary se acercó a la barra, desenredando una de las manos del pequeño de su cabello despreocupadamente. Ella era joven y bonita, con una boca sonriente y ojos cansados. —Hola Kote.
—No los había visto en mucho tiempo, —dijo el posadero—. ¿Puedo ofrecerte un poco de sidra? La prensé fresca esta mañana.
Ella asintió y el posadero sirvió tres tazas. Bast llevó dos tazas a Hap y su hija. Hap tomo la suya, pero la niña se escondió detrás de su padre, mirando tímidamente alrededor de su hombro.
— ¿Le gustaría al señorito Ben su propia taza? —Kote preguntó.
—Si le gustaría, —dijo María, sonriéndole al pequeño mientras se mordisqueaba sus dedos—. Pero yo no se la daría a menos que esté anhelando limpiar los pisos. —Ella se metió la mano en el bolsillo para pagar.
Kote negó firmemente con la cabeza, alzando una mano. —No quiero oír hablar de ello, dijo—. Hap no tomó la mitad de lo que el trabajo valía cuando reparó mi cerca de la parte de atrás.
María sonrió con una sonrisa cansada, ansiosa y levanto su taza. —Gracias por su amabilidad, Kote. —Ella se acercó hacia donde estaba sentado su marido, hablando con Cronista. Ella habló con el escribano, balanceándose suavemente hacia adelante y hacia atrás, rebotando al pequeño sobre su cadera. Su esposo asentía con la cabeza, ocasionalmente  intercalando una o dos palabras. Cronista mojó la pluma y comenzó a escribir.
Bast regresó a la barra y se apoyó contra ella, mirando hacia la lejana mesa con curiosidad. —Yo todavía no entiendo todo esto, —dijo—. Sé que es un hecho que Mary puede escribir. Ella me ha enviado cartas.
Kvothe miró con curiosidad a su estudiante y luego se encogió de hombros. —Preveo que él está escribiendo testamentos y disposiciones, no cartas. Uno quiere ese tipo de cosas hechas en letra clara, escritas correctamente y sin confusiones. —Señaló hacia donde Cronista estaba presionando un pesado sello sobre una hoja de papel—. ¿Ves? Eso demuestra que el es un funcionario de la corte. Todo lo que el presencia tiene peso legal.
 —Pero el sacerdote hace eso, —dijo Bast—. Abbe Grimes es todo tipo de funcionario. El escribe los registros de matrimonio y los títulos de propiedad cuando alguien compra una parcela de tierra. Tú mismo lo dijiste, que ellos adoran sus registros.
Kvothe asintió. —Es cierto, pero a un sacerdote le gusta hacerlo cuando le dejas dinero a la iglesia. Si él escribe tu testamento y no le das a la iglesia tanto como un penique torcido... —Se encogió de hombros—. Eso puede hacer la vida difícil en un pequeño pueblo como este. Y si no sabes leer... bueno, entonces el sacerdote puede escribir lo que quiera, ¿o no?  ¿Y quién puede discutir con él después de que estés muerto?
Bast se mostró escandalizado. — ¡Abbe Grimes no haría algo así!
—Probablemente no, —admitió Kvothe—. Grimes es un tipo decente para ser un sacerdote. ¿Pero tal vez le quieras dejar una parcela de tierra a la joven viuda de bajando la colina y algo de dinero a su segundo hijo? —Kvothe levantó una ceja de forma significativa—. Ese es el tipo de cosa que un hombre no le preocupa que su sacerdote escribiese. Es mejor que ese tipo de noticias se revelen después de que estés muerto y bien enterrado.
La comprensión se asomó a los ojos de Bast y miró a la joven pareja como si estuviera tratando de adivinar qué secretos estaban tratando de ocultar.
Kvothe sacó un trapo blanco y distraídamente comenzó a pulir la barra. —La mayoría de las veces es más simple que eso. Algunos sólo quieren dejarle a Ellie la caja de música y no escuchar a las otras hermanas lamentándose de ello durante los próximos diez años
— ¿Como cuando la viuda Graden murió?
—Exactamente, como cuando murió la viuda Graden. Tú viste cómo esa familia se rompió a si misma peleando por sus cosas. La mitad de ellos todavía no se dirigen la palabra.
Al otro lado de la habitación, la niña se acercó a su madre y tiró de su vestido con insistencia. Un momento después, Mary se acercó a la barra con la pequeña a cuestas. —La pequeña Syl tiene que atender a su necesidad, —dijo en tono de disculpa—. ¿Podríamos...?
Kote asintió y señaló hacia la puerta que se encontraba junto a la escalera.
Mary se volvió y le tendió el niño a Bast. — ¿Te importaría? —Moviéndose sobre todo por reflejo, Bast alzo las dos manos para agarrar al niño, y luego se quedó embarazosamente allí parado mientras Mary acompañaba a su hija.
El niño alegremente miró a su alrededor, sin saber qué hacer en esta nueva situación. Bast se volvió a mirar a Kvothe, el bebé se mantuvo rígido en frente de él. La expresión del niño poco a poco pasó de la curiosidad a la incertidumbre y después a la desdicha. Finalmente empezó a hacer un ruido suave y ansioso. Parecía como si estuviera pensando en si quisiera llorar o no y poco a poco empezó a darse cuenta de que, sí, en realidad, probablemente sí quisiera.
—Oh, por el amor de Dios, Bast, —dijo Kvothe con voz exasperada—. Dame. —Dio un paso hacia delante y agarró al niño, sentándolo en la parte superior de la barra y manteniéndolo estable con ambas manos.
El pequeño parecía más feliz allí. Curiosamente, frotó la mano sobre la parte superior lisa de la barra, dejando una mancha. Miró a Bast y sonrió. —Perro, —dijo.
—Que simpático, —dijo Bast, con voz seca.
El pequeño Ben empezó a morderse los dedos y miró a su alrededor otra vez, más a propósito en esta ocasión. —Mam, —dijo—. Mamamama. —Entonces comenzó a buscar preocupado e hizo el mismo bajo y ansioso ruido que antes.
—Sostenlo, —dijo Kvothe, moviéndose para pararse en frente del pequeño. Una vez que Bast estaba sosteniéndolo, el posadero agarró los pies del niño y comenzó un canto monótono.

Zapatero, zapatero, mida mis pies.
[Cobbler, cobbler, measure my feet.]

Campesino, campesino, siembre un poco de trigo.
[Farmer, farmer, plant some wheat.]

Panadero, panadero, hornéeme pan.
[Baker, baker, bake me bread.]

Sastre, haga un sombrero para mi cabeza.
[Tailor; make a hat for my head.]

El pequeño observaba mientras Kvothe hacia un movimiento de mano diferente para cada línea, simulando que sembraba trigo y amasaba pan. Hacia la línea final, el niño estaba riendo maravillado con una carcajada burbujeante mientras se llevaba las manos a la cabeza al mismo tiempo que el pelirrojo.
Molinero, mantenga el pulgar alejado de la escala.
Miller, keep your thumb off the scale.

Lechero, lechero, llene su balde
[Milkmaid, milkmaid, fill your pail]

Alfarero, alfarero, gire una jarra,
[Potter, potter, spin a jug,]

Bebé, ¡dale a tu padre un abrazo!
[Baby, give your daddy a hug!]

Kvothe no hizo ningún gesto para la última línea, en lugar de eso inclinó la cabeza, mirando a Bast a la expectativa.
Bast simplemente se quedó allí parado, confundido. Luego la comprensión apareció en su rostro. —Reshi, ¿cómo puedes pensar eso? —preguntó, con su voz un poco ofendida. Señaló al pequeño. — ¡Él es rubio!
Mirando una y otra vez a los dos hombres, el niño decidió que, en realidad, le gustaría llorar un poco. Su rostro se nubló y comenzó a llorar.
—Esto es tu culpa, —dijo Bast rotundamente.
Kvothe levantó al niño de la barra y lo meció en un intento poco exitoso de calmarlo. Un momento después cuando Mary volvió a entrar en la taberna, el bebé gritó aún más fuerte y se inclinó hacia ella, alcanzándola con las dos manos.
—Lo siento, —dijo Kvothe, sonando avergonzado.
Mary lo agarro y se quedo quieto al instante, las lágrimas aún estaban en sus ojos. —No es tu culpa, —dijo—. Últimamente ha tenido “mamitis”. Tocó su nariz con la del pequeño, sonriendo y el bebé dio otra encantadora y burbujeante carcajada.
— ¿Cuánto les cobraste? —Kvothe preguntó mientras caminaba hacia la mesa de Cronista.
Cronista se encogió de hombros. —Un penique y medio.
Kvothe se detuvo cuando se estaba sentando. Sus ojos se estrecharon. —Eso no va a cubrir el costo de tu papel.
Cronista preguntó. —Yo tengo oídos, ¿no es  así? El aprendiz del herrero mencionó que los Bentleys se encuentran en tiempos difíciles. Incluso si no lo hubiera escuchado, todavía tengo los ojos. La pareja tiene costuras en ambas rodillas y botas casi completamente desgastadas. El vestido de la niña está demasiado corto para ella y además tiene parches.
Kvothe asintió, con expresión sombría. —Su campo sur ha estado inundado durante dos años consecutivos. Y sus cabras murieron esta primavera. Incluso si estos fueran buenos tiempos sería un año malo para ellos. Con su nuevo pequeño... —Él respiró hondo y soltó el aire en un largo y pensativo suspiro—. Es la recaudación de impuestos. Ya van dos este año.
— ¿Quieres que destroce la cerca de nuevo, Reshi? — dijo Bast con entusiasmo.
—Calla al respecto, Bast. —Una sonrisa apareció en los bordes de la boca de Kvothe—. Necesitaremos algo diferente esta vez. —Su sonrisa se desvaneció—. Antes del próximo impuesto.
—Tal vez no habrá otro, —dijo Cronista.
Kvothe negó con la cabeza. —No será hasta después de la cosecha, pero si vendrá. Los habituales recaudadores de impuestos son lo suficientemente malos, pero también saben lo suficiente como para mirar de vez en cuando hacia otro lado. Ellos saben que volverán el próximo año y al siguiente también. Pero los sangradores...
Cronista asintió. —Ellos son diferentes, —dijo sombríamente. Entonces recitó—: Si ellos pudieran, se llevarían la lluvia. Si no pueden conseguir oro, se llevarán los granos.

Kvothe mostró una leve sonrisa y continuó.

Si no tienes granos, se llevarán a tu cabra.
[If you've got no grain, they'll take your goat.]

Ellos se llevarán tu leña y tu abrigo.
[They'll take your firewood and your coat.]

Si tienes un gato, se llevarán a tu ratón.
[If you've a cat, they'll take your mouse.]

Y al final, ellos te quitarán tu casa.
[And in the end, they'll take your house.]

—Todo el mundo odia a los sangradores, —coincidió Cronista tristemente—. En todo caso, los nobles los odian el doble.
—Me parece difícil de creer, —dijo Kvothe—. Deberías escuchar los chismes por aquí. Si el último no hubiera tenido un guardia armado completamente, no creo que hubiera logrado salir de la ciudad con vida.
Cronista torció los labios en una sonrisa. —Debieron haber escuchado las cosas que mi padre solía llamarles, —dijo—. Y él sólo había tenido dos impuestos en veinte años. Él decía que preferiría tener plagas de langostas seguido de un incendio que a los sangradores del Rey moviéndose por sus tierras. —Cronista miró hacia la puerta de la posada—. ¿Ellos son demasiado orgullosos para pedir ayuda?
—Más orgullosos que eso, —dijo Kvothe—. Mientras más pobre eres, tu orgullo lo es más. Conozco el sentimiento. Yo nunca pude haberle pedido a un amigo dinero. Primero hubiera muerto de hambre.
— ¿Y un préstamo? —Cronista le preguntó.
— ¿Quién tiene dinero para prestar en estos días? —Kvothe preguntó sombrío—. Ya va a ser un hambriento invierno para la mayoría. Pero después de una tercera recaudación de impuesto, los Bentleys estarán compartiendo cobijas y comiendo las semillas de sus granos antes de que la nieve se derrita. Eso si es que no pierden su casa también....
El posadero miró abajo hacia sus manos que estaban sobre la mesa y pareció sorprendido al ver que una de ellas estaba cerrada en un puño. La abrió lentamente y extendió las dos manos contra la superficie mesa. Luego alzó la vista hacia Cronista, con una triste sonrisa en su rostro. — ¿Sabías que yo nunca pagué impuestos antes de venir aquí? Por regla general, los Edena no tienen propiedad propia. —Señaló la posada—. Nunca entendí lo humillante que era. Un engreído hijo de puta con un libro mayor llega al pueblo y te obliga pagar por el privilegio de ser dueño de algo.
Kvothe hizo un gesto para que Cronista levantara su pluma. —Ahora, por supuesto, entiendo la verdad de las cosas. Entiendo qué clase de oscuros deseos conducen a un grupo de hombres a esperar en los márgenes del camino para matar a los recaudadores de impuestos, desafiando abiertamente al Rey.

Capitulo 84

Bueno ya que los capitulos que traduce Laura son una delicia por que no tienen practicamente ningun fallo  aqui esta este capitulo!! :) y ahorita subo el siguiente q tambien tradujo ella.
 
Capitulo 84
En el borde del mapa

Continuamos avanzando nuestro camino lentamente a través del Eld. Cada día comenzaba con la esperanza de encontrar indicios de un rastro. Cada noche terminaba con decepción.
Definitivamente las cosas no iban bien y nuestro grupo poco a poco estaba siendo superado por la irritación y la murmuración. Cualquier temor que Dedan alguna vez sintió por mí se había desgastado en un fino papel y me presionaba constantemente. El quiso comprar una botella de marca usando el bolso del Maer. Me negué. El pensó que no teníamos la necesidad de mantener guardias nocturnas, solamente instalar una trampa. No estuve de acuerdo.
Cada pequeña batalla que ganaba hacía que Dedan me resintiera más. Y sus quejas por lo bajo continuamente incrementaban mientras nuestra búsqueda transcurría. Nunca hubo nada tan atrevido como una confrontación directa, sólo un rocío esporádico de sarcásticos comentarios y malhumorada insubordinación.
Por otro lado, Tempi y yo nos estábamos encaminando lentamente hacia algo así como una amistad. Su Atur era cada vez mejor y mi Adem había progresado hasta el punto en que podía ser considerado un inarticulado, en lugar de sólo confuso.
Continúe imitando a Tempi mientras el realizaba su danza y continuó ignorándome. Ahora que había estado haciendo esto por un tiempo, me di cuenta de un toque marcial en el mismo. Un movimiento lento con un brazo daba la impresión de un puñetazo, un levantamiento frígido del pie se asemejaba a una patada.  Mis brazos y piernas ya no temblaban por el esfuerzo de moverse lentamente junto con él, pero todavía estaba irritado por lo torpe que era. Nada odiaba más que hacer una cosa mal.
Por ejemplo, hubo una parte a mitad de camino que se veía tan fácil como respirar. Tempi se volteaba, movía sus brazos en círculos y daba un pequeño paso. Pero cuando traté de hacer lo mismo, inevitablemente me encontré tropezando. Había tratado media docena de maneras diferentes de colocar mis pies, pero no hizo ninguna diferencia.
Pero al día siguiente de contar mi historia del "Tornillo Flojo", como Dedan eventualmente llegó a referirse a esta, Tempi dejó de ignorarme. Esta vez, después de que me tropecé, el se detuvo y me miró. Sus dedos se movieron rápidamente: Desaprobación, irritación. —Regresa, —dijo colocándose en la posición de danza que venía antes de mi tropiezo.
Me puse en la misma posición y traté de imitarlo. De nuevo perdí el equilibrio y tuve que arrastrar mis pies para no tropezar. —Mis pies son estúpidos, —murmuré en Adem, doblando los dedos de mi mano izquierda: Vergüenza.
—No. —Tempi agarró mis caderas con sus manos y las giró. Entonces empujó mis hombros hacia atrás y dio un golpecito en mi rodilla, obligándome a doblarla—. Sí.
Traté de moverme hacia adelante otra vez y sentí la diferencia. Todavía perdí el equilibrio, pero sólo un poco.
—No, —dijo otra vez—. Observa. —Él se dio una palmadita en el hombro—. Así. —Se puso de pie justo delante de mí, a escasamente un pie de distancia y repitió el movimiento. El se volvió, sus manos hicieron un círculo a un lado y empujó su hombro hacia mi pecho. Fue el mismo movimiento qué harías si estuvieses tratando de abrir una puerta embistiéndola con el hombro.
Tempi no se estaba moviendo muy rápido, pero su hombro me empujó firmemente a un lado. No fue brusco o repentino, pero la fuerza del movimiento era incontrarrestable, como cuando un caballo roza contra ti en una calle llena de gente.
Volví a realizar el movimiento, concentrándome en mi hombro. No tropecé. Ya que éramos los únicos que estaban en el campamento, me abstuve de sonreír e hice un gesto: Alegría. —Gracias. —Subestimación.
Tempi no dijo nada. Su rostro era inexpresivo, sus manos estaban quietas. Él simplemente regresó a donde se había quedado antes y comenzó su danza otra vez desde el principio, dándome la espalda.
Traté de permanecer estoico por el intercambio, pero me tomé esto como un gran cumplido. De haber sabido más sobre los Adem, me habría dado cuenta de que esto era mucho más que eso.

***

Tempi y yo llegamos a una cuesta arriba para encontrarnos a Marten esperando por nosotros. Era demasiado temprano para el almuerzo, así que la esperanza se alzó en mi pecho mientras pensaba que finalmente, después de todos estos largos días de búsqueda, el podría haber descubierto el rastro de los bandidos.
—Quería mostrarles esto, —dijo Marten, señalando una alta, desmadejada planta de helecho que estaba a cuatro metros de distancia—. Una cosa rara esta planta. Han pasado años desde que he visto una.
— ¿Qué es?
—Se llama la hoja de An, —dijo con orgullo, examinándola—. Tendrás que ponerle atención. No muchos las conocen por lo que podría darnos una pista si es que hay más de estas por allí.
Marten nos miró una y otra vez con entusiasmo. — ¿Y bien? —dijo al fin.
 — ¿Qué tiene de especial? —Le pregunté respetuosamente.
Marten sonrió. —La hoja de An es interesante porque no puede tolerar a la gente, —dijo—. Si alguna parte de ella toca tu piel, se volverá roja como las hojas de Otoño en un par de horas. Más roja que eso. Un rojo brillante como tus rojos de mercenario, —Marten señaló a Tempi—. Y luego toda la planta se seca y muere.
 — ¿En serio? —Pregunté, ya no teniendo que fingir interés.
Marten asintió. —Una gota de sudor la mataría de la misma manera. Lo que significa que la mayoría de veces se morirá sólo por tocar la ropa de una persona. Una armadura también. O un palo que has estado sosteniendo. O una espada. —Señalo a la cadera de Tempi—. Algunos dicen que morirá si respiras mucho sobre ella, —dijo Marten—. Pero yo no sé si eso sea verdad.
Marten se volvió para alejarnos de la hoja de An. —Esta es una parte muy antigua de los bosques. No ves esta hoja en cualquier lugar cerca de donde la gente se ha establecido. Estamos aquí, fuera del borde del mapa.
—Difícilmente estamos en el borde del mapa, —le dije—. Sabemos exactamente en dónde estamos.
Marten resopló. —Los mapas no sólo tienen bordes exteriores. Ellos tienen bordes interiores. Agujeros. A la gente le gusta pretender que lo sabe todo sobre este mundo. En especial la gente rica. Los mapas son excelentes para eso. En este lado del límite está el campo del Barón Taxtwice, en este otro lado están las tierras del conde Uptemuny.
Marten escupió. —No se puede tener espacios en blanco en los mapas, así que la gente que los dibujo ensombrece un pedazo y escribe, “El Eld”. —Él negó con la cabeza—. También podrías quemar un agujero justo sobre el mapa para lo que sirve. Este bosque es grande como Vintas. No le pertenece a nadie. Si te diriges en la dirección equivocada aquí, caminarías un centenar de millas y nunca verías una camino, mucho menos una casa o un campo arado. Hay lugares aquí que nunca han sentido la pisada del hombre o escuchado el sonido de su voz.
Miré a mí alrededor. —Se ve como que la mayoría de los bosques que he visto.
—Un lobo se ve como un perro, —dijo Marten simplemente—. Pero no lo es. Un perro está... —Hizo una pausa—. ¿Cuál es la palabra para los animales que están alrededor de la gente todo el tiempo? Vacas, ovejas y demás.
— ¿Domesticado?
—Eso es, —dijo, mirando a su alrededor—. Una granja está domesticada. Un jardín. Un parque. La mayoría de los bosques también. La gente busca setas, o cortar leña, o llevan a sus queridas para abrazarse y acariciarse.
Sacudió la cabeza y extendió la mano para tocar la áspera corteza de un árbol cercano. El gesto fue extrañamente gentil, casi amoroso. —No este lugar. Este lugar es viejo y salvaje. No le importamos nada. Si esta gente a la que estamos cazando logra saltarnos por sorpresa, ellos ni siquiera tendrán que enterrar nuestros cuerpos. Yaceremos en el suelo por cientos de años y nadie se acercará para tropezarse con nuestros huesos.
Me volví en donde estaba parado, mirando la subida y el declive de la tierra. Las desgastadas rocas, las interminables filas de árboles. Traté de no pensar en cómo el Maer me había enviado aquí, como moviendo una piedra sobre un tablero de tak. Él me había enviado a un agujero del mapa. Un lugar en donde nadie nunca podría encontrar mis huesos.

sábado, 29 de octubre de 2011

Capitulo 83

Bueno al fin aqui ya esta :) este cap yo lo traduje y les escribo rapidisimo por que ya me estan regañando desde hace media hora..

Capitulo 83
La falta de visión

—. . . Así que estaba Taborlin aprisionado bajo tierra, —dijo Marten—. Le habían dejado sin nada más que la ropa en la espalda y una pulgada de vela de canalón para alejar la oscuridad.
—El rey hechicero planeaba dejar a Taborlin atrapado hasta que el hambre y la sed debilitaran su voluntad. Scyphus sabía que si Taborlin juraba que lo ayudaría, el mago tendría que cumplir con su promesa, porque Taborlin nunca faltó a su palabra.
—Lo peor de todo, Scyphus había tomado su equipamiento y la espada de Taborlin y sin ellos, su poder era débil y se iba consumiendo. Incluso había tomado la capa de Taborlin de ningún color en particular, pero el warc…. lo siento. Pero…. achhm. Hespe, ¿serías un encanto y me pasarías el odre?
Hespe le lanzó a Marten el odre de agua y tomó un trago. —Eso está mejor. —Se aclaró la garganta—. ¿Dónde estaba yo otra vez?
Habíamos estado en el Eld durante doce días y las cosas habían caído en un ritmo constante. Marten había cambiado nuestro estándar en la apuesta para reflejar nuestra creciente mejora. Primero a diez a uno, luego a quince a uno, que era la misma disposición que tenía con Dedan y Hespe.
Mi comprensión del lenguaje de manos Adem iba en aumento y como resultado, Tempi se estaba convirtiendo en algo más que una página en blanco frustrante de hombre. Cuando aprendí a leer su lenguaje corporal, fue poco a poco coloreándose en los bordes.
Él era pensativo y gentil. Dedan lo trataba por el camino equivocado. Le encantaban las bromas, aunque muchas de las mías cayeron planas y muchas de las que él trataba de decir invariablemente no tenían sentido en la traducción.
Esto no quiere decir que las cosas eran perfectas entre nosotros. Todavía ofendía a Tempi de vez en cuando, haciendo metidas de pata sociales que yo no podía entender, incluso después de hacerlas. Todos los días continuaba siguiéndolo en su extraña danza y cada día me ignoraba deliberadamente.
—Ahora Taborlin necesitaba escapar, —dijo Marten, continuando su historia—. Pero cuando miró en torno a su cueva, que no vio puerta. Ni ventanas. A su alrededor no era más que la piedra lisa y dura.
”Pero Taborlin el Grande sabía los nombres de todas las cosas, por lo que todas las cosas fueron a su mando. Él le dijo a la piedra: — ¡Rompete! —Y la piedra se rompió. Rasgó la pared como un pedazo de papel y por ese agujero Taborlin podía ver el cielo y respirar el aire de primavera dulce.
”Táborlin se dirigió fuera de las cuevas, en el castillo y finalmente a las puertas de la sala real. Las puertas estaban atrancadas en su contra, por lo que él dijo: — ¡quemense! —Y estallaron en llamas, y pronto no eran más que fina ceniza gris.
”Taborlin entró al pasillo y vio al rey Scyphus sentado allí con cincuenta guardias. El rey dijo: — ¡Captúrenlo! —Pero los guardias acababa de ver las puertas quemarse hasta cenizas, por lo que se acercaron, pero ninguno de ellos se acercó demasiado, si sabes a qué me refiero.
”El rey Scyphus, dijo: — ¡Cobardes! ¡Voy a luchar con Taborlin usando magia y le ganare! —Él también tenía miedo de Taborlin, pero lo ocultó bien. Además, Scyphus tenía su equipamiento y Taborlin no tenía nada.
” —Entonces —dijo Taborlin—: Si te sientes muy valiente, dame mi equipamiento antes del duelo.
”—Desde luego —dijo Scyphus, a pesar de que en realidad no iba a  darle la espalda, como veran—. Está justo al lado de ti en el cofre de ahí.
Marten nos miró con complicidad. —Verán, Scyphus sabía que el cofre estaba cerrado y había una sola llave. Y que la llave estaba justo en su bolsillo. Así que Taborlin se acercó al cofre, pero estaba cerrado. Entonces Scyphus se echó a reír y lo mismo hicieron algunos de los guardias.
”—Eso hizo que Taborlin se enojara. Y antes de que cualquiera de ellos pudiera hacer nada golpeó la parte superior del cofre con la mano y gritó: — ¡Edro! —El cofre de pronto se abrió y tomó su capa de ningún color en particular, envolviéndola alrededor de a sí mismo.
Marten se aclaró la garganta otra vez. —Disculpen, —dijo, e hizo una pausa para tomar otro trago largo.
Hespe se volvió a Dedan. — ¿De qué color crees que era la capa Taborlin?
La frente de Dedan se arrugó un poco, casi como el inicio de un ceño fruncido. — ¿Qué quieres decir? Es de ningún color en particular, justo como lo que se dice.
La boca de Hespe se desinflo. —Ya lo sé. Pero cuando piensas en ella en tu cabeza, ¿Cómo se ve? Tienes que imaginarla con el aspecto de algo, ¿no?
Dedan se quedó pensativo por un momento. —Siempre me la imaginó como una especie de algo reluciente, —dijo—. Al igual que los adoquines frente a un taller de sebo, después de una lluvia fuerte.
—Siempre pensé en ella como de un gris sucio, —dijo ella—. Del tipo de deslavado por pasar todo el tiempo en el camino.
—Eso tiene sentido", —dijo Dedan y vi la cara Hespe a volverse suave otra vez.
—Blanca, —apunto Tempi—. Creo que blanca. No hay color.
—Siempre pensé en ella como de un tipo de pálido azul celeste, —reconoció Marten, encogiéndose de hombros—. Yo sé que no tiene ningún sentido. Así es como me la imagino.
Todos se dieron vuelta para mirarme.
—A veces pienso que es como una colcha, —les dije—. Hecha por completo de parches, un montón de trapos de colores diferentes y restos. Pero la mayoría de las veces pienso que es negra. Lo que al igual realmente es un color, pero que es demasiado oscura para que nadie la vea.
Cuando era más joven, las historias de Taborlin me habían dejado con los ojos abiertos de asombro. Ahora que sabía la verdad acerca de la magia, disfrutaba de ellas a un nivel diferente, en algún lugar entre la nostalgia y la diversión.
Pero yo tenía un lugar especial en mi corazón para la capa de Taborlin de ningún color en particular. Sus cosas albergaban la mayor parte de su poder. Su espada era mortífera. Su llave, la moneda y la vela eran herramientas valiosas. Sin embargo, la capa era el corazón de Taborlin. Era un disfraz cuando lo necesitaba, le ayudaba a esconderse cuando él estaba en problemas. Le protegía. De la lluvia. De las flechas. Del fuego.
Podía esconder cosas en ella y tenía muchos bolsillos llenos de cosas maravillosas. Un cuchillo. Un juguete para un niño. Una flor para una dama. Fuera lo que necesitara Taborlin estaba en algún lugar de su capa de ningún color en particular. Estas historias son lo que me hicieron rogarle a mi madre por mi primera capa cuando era joven. . . .

Atraje mi propia capa a mí alrededor. Mi desagradable, deslucida capa raída, que el calderero me había intercambiado. En uno de nuestros viajes a Crosson por suministros, había recogido algo de ropa de repuesto y cosido unos pocos y torpes bolsillos en el interior. Pero aun así era un pobre sustituto de mi capa granate de rico, o de la hermosa negro y verde que Fela había mandado a hacer para mí.
Marten se aclaró la garganta otra vez y se lanzó de nuevo a su historia. —Así que Taborlin golpeó la madera con la mano y gritó: “¡Edro!” La tapa del baúl se abrió y él tomó su capa de ningún color en particular y sus cosas. Sucesivamente él llamo grandes lengüetazos de rayos y mató a veinte guardias. Luego convocó una hoja de fuego y mató a otros veinte. Los que quedaron arrojaron su espada y gritaron pidiendo misericordia.
—Entonces Taborlin recogió el resto de sus cosas del cofre. Sacó la llave y la moneda y las escondió a salvo. Por último sacó su espada de cobre, su Aldrin celeste y cinto….
— ¿Qué? —Interrumpió riendo Dedan. Gillipollas. La espada de Taborlin no era de cobre.
—Cállate, Den, —espetó Marten, irritado por la interrupción—. Era muy de cobre.
—Tú cállate, —respondió Dedan—. ¿Quién ha oído hablar de una espada de cobre? El cobre no mantendría el filo. Sería como tratar de matar a alguien con una moneda gigante.
Hespe se echó a reír. —Probablemente era una espada de plata, ¿no te parece, Marten?
—Era una espada de cobre, —insistió Marten.
—Tal vez fue al principio de su carrera, —dijo Dedan en un susurro a Hespe—. Todo lo que podía permitirse era una espada de cobre.
Marten les disparó a los dos una mirada de enojo—. Cobre, maldita sea. Si no te gusta, puedes adivinar el final—. Cruzó los brazos delante de sí.
—Está bien, —dijo Dedan—. Kvothe nos puede contar una. Él podrá ser un cachorro, pero sabe cómo contar una historia apropiadamente. Espada de cobre mi culo.
—En realidad, —le dije—, Me gustaría oír el final de la de Marten.
—Oh, tu sigue, —dijo el viejo rastreador con amargura. —Yo no estoy de humor para terminarla ahora. Y prefiero escucharte a ti que escuchar a este burro rebuznar a su manera una de las suyas.
Las historias de todas las noches habían sido unas de las pocas veces que podíamos sentarnos como un grupo sin caer en disputas menores. Ahora, incluso estas se estaban volviendo tensas. Es más, los demás estaban comenzando a contar conmigo para el entretenimiento de la noche. Con la esperanza de poner fin a la tensión, me puse a pensar un montón en que historia iba a contar esta noche.
—Érase una vez, —comencé—. Un niño nacido en un pequeño pueblo. Era perfecto, o eso su madre pensó. Pero una cosa era diferente en él. Él tenía un tornillo de oro en su ombligo. Sólo la cabeza de este asomaba.
Actualmente su madre estaba simplemente contenta de que tuviera todos los dedos de manos y de los pies para contar con ellos. Pero a medida que el niño creció se dio cuenta de que no todo el mundo tenía tornillos en sus ombligos, por no hablar de que fueran de oro. Le pegunto a su madre qué era, pero ella no lo sabía. A continuación le preguntó a su padre, pero su padre no lo sabía. Le pregunto a sus abuelos, pero no lo sabían.
—Lo dejo en paz por un tiempo, pero él siguió insistiendo. Por último, cuando tuvo la edad suficiente, empacó una bolsa y partió, con la esperanza de que pudiera encontrar a alguien que supiera la verdad.
—Fue de un lugar a otro, preguntando a todos los que decían saber algo sobre cualquier cosa. Pregunto a las parteras y fisionomos, pero no pudieron barajar ni pies ni cabeza del mismo. Preguntó el muchacho a arcanistas, caldereros y a los viejos ermitaños que viven en el bosque, pero nadie había visto nunca nada igual.
—Él fue a preguntar a los comerciantes Cealdicos, pensando que si alguien sabia sobre oro, serían ser ellos. Pero los comerciantes Cealdicos no lo sabían. Se dirigió a los arcanistas en la Universidad, pensando que si alguien sabía sobre tornillos y su funcionamiento, ellos serían. Sin embargo, los arcanistas no lo sabían. El muchacho siguió su camino sobre Stormwal a preguntar a las mujeres brujas del Tahl, pero ninguno de ellos pudo dar una respuesta.
—Con el tiempo se fue a ver al rey de Vintas, el rey más rico del mundo. Pero el rey no lo sabía. Fue al emperador de Atur, pero aun con todo su poder, el emperador no lo sabía. Se dirigió a cada uno de los pequeños reinos, uno a uno, pero nadie podía decirle nada.
—Finalmente el muchacho fue al Gran Rey de Modeg, el más sabio de todos los reyes del mundo. El gran rey miró de cerca a la cabeza del tornillo de oro asomando por el ombligo del muchacho. Entonces el rey hizo un gesto y su senescal llevó una almohada de seda de oro. En la almohada estaba una caja de oro. El gran rey tomó una llave de oro de alrededor de su cuello, abrió la caja y dentro había un destornillador de oro.
—El gran rey tomó el destornillador y le indicó al muchacho que se acercara. Temblando de emoción, el muchacho lo hizo. Entonces el gran rey tomó el destornillador de oro y lo puso en el ombligo del muchacho.
Hice una pausa para tomar un largo trago de agua. Podía sentir mi pequeña audiencia inclinándose hacia mí. —Entonces el gran rey giro con cuidado el tornillo de oro. Una vez: Nada. Dos veces: Nada. Luego lo giro por tercera vez y el culo del chico se cayó.
Hubo un momento de silencio aturdido.
— ¿Qué? —Preguntó incrédula Hespe.
—Su culo se cayó, —repetí yo con una cara totalmente en orden.
Hubo un largo silencio. Todos los ojos estaban fijos en mí. El fuego crujió, enviando unas brasas rojas hacia arriba.
— ¿Y entonces qué pasó? —preguntó Hespe finalmente.
—Nada, —le dije—. Eso es todo. El final.
— ¿Qué? —Dijo de nuevo, más fuerte—. ¿Qué tipo de historia es eso?
Estaba a punto de responder cuando Tempi se echó a reír. Y él continuo riéndose, grandes carcajadas que lo hacían temblar y que lo dejaron sin aliento. Pronto me eché a reír también, en parte por la escena de Tempi y en parte porque siempre la había considerado una historia extrañamente divertida por mí mismo.
La expresión de Hespe se volvió peligrosa, como si fuera el blanco de la broma.
Dedan fue el primero en hablar. —No lo entiendo. ¿Por qué lo hizo...? —Se interrumpió.
— ¿Pudieron ponerle el culo de nuevo al muchacho? —Intervino Hespe.
Me encogí de hombros. —Eso no es parte de la historia.
Dedan hizo un gesto salvaje, su expresión era frustrada. — ¿Cuál es el punto?
Puse una cara de inocente. —Pensé que solo estábamos contando historias.
El hombre me frunció en gran medida el ceño. — ¡Historias con sentido! ¡Historias con finales! ¡Historias que no sólo tengan el culo de un muchacho. . . —Sacudió la cabeza—. Esto es ridículo. Me voy a dormir. —Se alejó para hacer su cama. Hespe se marchó en su propia dirección.
Sonreí, razonablemente seguro de que ni uno de ellos me molestaría por más historias de las que me interesaba contar.
Tempi se puso de pie también. Luego, mientras caminaba junto a mí, sonrió y me dio un abrazo repentino. Hace un ciclo y días esto me hubiera escandalizado, pero ahora sabía que el contacto físico no era particularmente raro entre los Adem.
Sin embargo, me sorprendió que lo hiciera frente a los demás. Le devolví su abrazo lo mejor que pude, sintiendo que su pecho aún se sacudía por las carcajadas. —Su culo se cayó, —dijo en voz baja y luego se dirigió a la cama.
Los ojos de Marten siguieron a Tempi, luego me dio una mirada larga y especulativa. — ¿Dónde escuchaste esa? —me preguntó.
—Mi padre me la conto cuando yo era joven, —le dije con sinceridad.
—Extraña historia para contársela a un niño.
—Yo era un niño extraño, —le dije—. Cuando yo crecí más, él me confesó que se inventaba historias para mantenerme tranquilo. Yo solía acribillarlo con preguntas. Hora tras hora. Dijo que lo único que me mantenía tranquilo era algún tipo de rompecabezas. Pero yo agrietaba enigmas como a las nueces y se quedó sin ellos.
Me encogí de hombros y comencé a hacer mi cama. Así que él se  inventó historias que parecían rompecabezas y me preguntaba si yo entendía lo que significaban. —Sonreí un poco de nostalgia. Recuerdo haber pensado en ese chico con el tornillo en el ombligo durante días y días, tratando de encontrarle el sentido.
Marten frunció el ceño. —Eso es una broma cruel para jugar en un niño.
El comentario me sorprendió. — ¿Qué quieres decir?
Engañarte sólo para obtener un poco de paz y tranquilidad. Es una cosa lamentable que hacer.
Yo estaba sorprendido. —No lo hizo con mezquindad. Lo disfrutaba. Me daba algo en qué pensar.
—Pero no tenía sentido. Imposible.
—No sin sentido. —Protesté—. Es la pregunta que no podemos responder la que nos enseña más. Esas nos enseñan a pensar. Si le das a un hombre una respuesta, todo lo que gana es un pequeño hecho. Pero dale una pregunta y buscara sus propias respuestas.
Extendí mi manto en el suelo y desdoblé sobre el la raída capa del calderero para abrigarme con ella. —De esa manera, cuando encuentra las respuestas, van a ser preciosas para él. Entre más difícil la pregunta, más duro cazamos la respuesta. Entre más duro cazamos la respuesta, cuanto más aprendemos. Una pregunta imposible. . .
Me apagué cuando la realización irrumpió en mí. Elodin. Eso es lo que Elodin había estado haciendo. Todo lo que había hecho en su clase. Los juegos, las pistas, las enigmáticas adivinanzas. Eran todas las preguntas de una clase.
Marten negó con la cabeza y se alejó, pero yo estaba perdido en mis pensamientos y sin apenas darme cuenta. Yo quería respuestas, y a pesar de todo lo que había pensado, Elodin había estado tratando de dármelas. Lo que yo había tomado como un cripticismo malicioso de su parte era en realidad una persistente búsqueda de la verdad. Me senté allí, en silencio, sorprendido por el alcance de su instrucción. Por mi falta de comprensión. Mi falta de visión.