lunes, 31 de octubre de 2011

capitulo 86

Holaa bueno les subo primero este capitulo y al ratito el siguiente, este capitulo fue traducido por Laura Arrias!!! (de nuevo jeje)

Capitulo 86
El Camino Roto

Terminamos la búsqueda en el lado norte del Camino del Rey y comenzamos con la mitad Sur. A menudo lo único que diferenciaba un día del siguiente eran las historias que contábamos en las noches alrededor del fuego. Historias de Oren Velciter, Laniel Joven-de nuevo, e Illien. Historias de porqueros serviciales y la suerte de los hijos del calderero. Historias de demonios y hadas, de juegos de adivinanza y túmulos de Draugs.
 El Edena Ruh conoce todas las historias del mundo, y yo soy Edena hasta la médula de mis huesos. Mis padres contaban historias alrededor del fuego cada noche cuando era joven. Yo crecí viendo las historias en pantomima, las escuchaba en canciones y las interpretaba en el escenario.
Teniendo esto en cuenta, no era de extrañar que yo ya conociera las historias que Dedan, Hespe y Marten contaban  de noche. No cada detalle, pero si conocía la estructura de ellas. Conocía sus formas y cómo terminarían.
No me mal interpreten. Todavía las disfrutaba. Las historias no tienen que ser nuevas para traerte alegría. Algunas historias son como amigos íntimos. Algunas son confiables como el pan. Sin embargo, una historia que no haya escuchado antes es una cosa rara y preciosa. Y después de veinte días de búsqueda en el Eld, fui recompensado con una de ellas.

***

—Una vez, hace mucho tiempo y muy lejos de aquí, —dijo Hespe cuando nos sentamos alrededor del fuego después de la cena—, Había un niño llamado Jax y él se enamoró de la luna.
—Jax era un niño extraño. Un niño reflexivo. Un niño solitario. El vivía en una vieja casa al final de un camino roto. El….
Dedan interrumpió. — ¿Has dicho un camino roto?
La boca de Hespe se puso rígida. Ella no frunció el ceño exactamente, pero pareció que estaba juntando todas las piezas de un ceño en un solo lugar, sólo en caso de que las necesitase en un apuro. —Si lo dije. Un camino roto. Así es como mi madre me contó esta historia cientos de veces cuando era pequeña.
Por un momento parecía que Dedan iba a hacer otra pregunta. Pero en cambio mostró una rara corazonada y simplemente asintió con la cabeza.
Hespe, a regañadientes, guardó las piezas de su ceño. Luego miró abajo hacia sus manos, frunciendo el ceño. Su boca se movió silenciosamente por un momento, luego asintió para ella misma y continuó.

***

—Todos los que vieron a Jax podían decir que había algo diferente en él. No jugaba. No corría de un lado a otro para meterse en problemas. Y él nunca reía.
Algunos decían: “¿Qué se puede esperar de un niño que vive solo en una casa rota al final de un camino roto?” Algunos dijeron que el problema era que él nunca había tenido padres. Algunos decían que había una gota de sangre de hadas en él y que eso mantenía a su corazón lejos de  cualquier alegría conocida.
Era un niño sin suerte. Eso no se puede negar. Cuando tenía una camisa nueva, le hacia un agujero. Si le dabas un caramelo, lo dejaba caer en el camino.
Algunos dijeron que el niño había nacido bajo una mala estrella, que estaba maldito, que tenía un demonio cabalgando a su sombra. Otros simplemente se sentían mal por él, pero no lo suficiente como para preocuparse en ayudar.
Un día, un calderero llegó por el camino hacia la casa de Jax. Esto fue una sorpresa, porque el camino estaba roto, por eso nadie lo utilizaba.
— ¡Hola, muchacho! —El calderero gritó, apoyándose en su bastón— ¿Le puedes dar a este anciano un trago?
Jax sacó un poco de agua en una taza de barro agrietada. El calderero bebió y miró al chico. —No te ves feliz, hijo. ¿Qué te pasa?
—Nada es lo que pasa, —dijo Jax—. Me parece que una persona necesita algo para ser feliz y yo no tengo tal cosa.
Jax dijo esto en un tono tan lacónico y resignado que le rompió el corazón al calderero. —Apuesto a que tengo algo en mis paquetes que te hará feliz, —le dijo al muchacho—. ¿Qué dices a eso?
—Diría que si tú me haces feliz, ciertamente voy a estar agradecido, —dijo Jax—. Pero yo no tengo dinero para gastar, ni un penique para pedir prestado, mendigar o prestar.
—Bueno, eso es un problema, —dijo el calderero—. Hago negocios, como veras.
—Si usted puede encontrar algo en sus paquetes que me haga feliz, —dijo Jax—. Yo le daré mi casa. Está vieja y rota, pero es algo que vale la pena.
El calderero miró la inmensa y vieja casa, sólo a un paso de distancia de ser una mansión. —Sí que lo es, —dijo.
Entonces Jax miró al calderero, serio, con su carita. —Y si usted no puede hacerme feliz, ¿entonces qué? ¿Me dará los paquetes que lleva en su espalda, el bastón en su mano y el sombrero de su cabeza?
Ahora, al calderero le gustaba apostar y el reconocía una buena apuesta cuando escuchaba una. Además, sus paquetes estaban repletos con tesoros de todos los Cuatro Rincones y el confiaba en que podía impresionar a un chiquillo. Así que estuvo de acuerdo y los dos se estrecharon la mano.
En primer lugar el calderero sacó una bolsa de canicas de todos los colores de la luz del sol. Pero no hicieron feliz a Jax. El calderero sacó un emboque. Pero eso no hizo feliz a Jax.
—El emboque/balero no hace feliz a nadie, —murmuró Marten—. Es el peor juguete de la historia. Nadie en su sano juicio disfruta del emboque/balero.
El calderero abrió su primer paquete. Estaba lleno de cosas ordinarias que hubieran complacido a un chico ordinario: dados, títeres, una navaja plegable, una pelota de goma. Pero nada hizo feliz a Jax.
Así que el calderero continuo con su segundo paquete. Contenía las cosas más raras. Un soldado mecánico que marchaba si le herías. Un reluciente estuche de pinturas, con cuatro diferentes pinceles. Un libro de los secretos. Un pedazo de hierro que cayó del cielo....
Esto continuó durante todo el día y hasta bien entrada la noche, y finalmente, el calderero empezó a preocuparse. Él no estaba preocupado en perder su bastón. Pero sus paquetes eran cómo él se ganaba la vida y estaba bastante encariñado con su sombrero.
Con el tiempo, se dio cuenta de que iba a tener que abrir su tercer paquete. Era pequeño, y sólo habían tres objetos en el. Pero eran cosas que sólo mostraba a sus clientes más ricos. Cada uno valía mucho más que una casa rota. Pero aún así, pensó, es mejor perder uno que perderlo todo y además su sombrero.
Justo cuando el calderero iba a sacar su tercer paquete, Jax señaló. — ¿Qué es eso?
—Esas son gafas binoculares, —dijo el calderero—. Son un segundo par de ojos que ayudan a una persona a ver mejor. Él las recogió y las colocó sobre el rostro de Jax.
Jax miró a su alrededor. —Las cosas se ven iguales, —dijo. Luego alzó la vista—. ¿Qué son aquellas?
—Aquellas son estrellas, —dijo el calderero.
—Nunca las había visto antes. —Se volvió, todavía mirando hacia arriba. Entonces se detuvo inmóvil—. ¿Qué es eso?
—Esa es la luna, —dijo el calderero.
—Creo que eso me haría feliz, —dijo Jax.
—Bueno, allí tienes, —dijo el calderero, aliviado—. Tienes tus gafas....
—El sólo mirarla no me hace feliz, —dijo Jax—. No más que mirar mi cena me hace sentirme lleno. La quiero. La quiero tener para mí.
—Yo no puedo darte la luna, —dijo el calderero—. Ella no me pertenece. Ella se pertenece sólo a sí misma.
—Sólo la luna me hará feliz, —dijo Jax.
—Bueno, yo no puedo ayudarte con eso, —dijo el calderero con un profundo suspiro—. Mis paquetes y todo lo que hay en ellos son tuyos.
Jax asintió, sin sonreír.
—Y aquí está mi bastón. Bien resistente que es, además.
Jax lo tomó en sus manos.
— ¿No creo, —dijo el calderero de mala gana—, que te importe dejarme con mi sombrero? Estoy bastante encariñado con el....
—Es mío por derecho, —dijo Jax—. Si estabas encariñado con él, no debiste jugártelo.
El calderero frunció el ceño cuando le entregó su sombrero.
Tempi hizo un ruido bajo con su garganta y negó con la cabeza. Hespe sonrió y asintió. Al parecer, incluso los Adem saben que es de mala suerte ser grosero con un calderero.
Así que Jax se acomodó el sombrero en la cabeza, tomó el bastón en la mano y recogió los paquetes del calderero. Cuando encontró el tercer paquete, aún sin abrir, le preguntó: — ¿Qué hay aquí?
—Algo para que te ahogues, —escupió el calderero.
—No hay necesidad de ponerse irascible por un sombrero, —dijo el muchacho—. Tengo más necesidad de él que tú. Tengo un largo camino por recorrer si voy a encontrar a la luna y hacerla mía.
—Sin embargo, por dejarme con mi sombrero, pudiste haber tenido mi ayuda para atraparla", —dijo el calderero.
—Te dejaré con la casa rota, —dijo Jax—. Eso es algo. Aunque dependerá de usted arreglarla.
Jax se puso las gafas en el rostro y comenzó a caminar por el camino en dirección a la luna. Caminó toda la noche, sólo se detuvo cuando la luna desapareció de la vista detrás de las montañas.
Así que Jax caminó día tras día, en una búsqueda sin fin…


***

Dedan resopló. — ¿No les suena eso un poco familiar? —murmuró lo suficientemente alto para que todos oyeran. — ¿Me pregunto si estuvo pasando el tiempo meando en un árbol como nosotros?
Hespe lo fulminó con la mirada, tenía los músculos de su mandíbula apretando sus dientes.
Suspiré silenciosamente.
— ¿Terminaste? —Hespe preguntó directamente, mirando a Dedan durante un largo rato.
— ¿Qué pasa? —Dedan preguntó.
—Cierra la boca cuando estoy contando mi historia es lo que pasa, —dijo Hespe.
— ¡Todos los demás tuvieron algo que decir! —Dedan se puso de pie, indignado—. Incluso el mudo intervino —Señaló con una mano a Tempi—. ¿Cómo es que soy el único con el que te pones irrazonablemente histérica?
Hespe se puso furiosa enseguida, luego dijo. —Estas  tratando de empezar una pelea a la mitad de mi historia, es por eso.
—Decir la verdad no es empezar una pelea, —se quejó Dedan—. Alguien tiene que hablar con un poco de sentido aquí.
Hespe levantó las manos al aire, — ¡Todavía lo estás haciendo! ¿No puedes dejarlo por una noche? ¡Cada oportunidad que tienes la usas para quejarte y joderla!
—Al menos cuando no estoy de acuerdo digo lo que pienso, —dijo Dedan—. "Yo no tomo la salida de los cobardes.
Los ojos de Hespe destellaron y a pesar de mi buen juicio, decidí inmiscuirme.
—Bien, —interrumpí, mirando a Dedan—. Si tienes una mejor idea para encontrar a esta gente, vamos a escucharla. Vamos a discutir sobre esto como adultos.
Mi interposición no calmó a Dedan en lo más mínimo. Eso sólo lo dirigió en mi dirección. — ¿Qué sabrás tú sobre adultos? —dijo—. Estoy harto y cansado de rebajarme con un niño que probablemente ni siquiera tenga pelos en sus pelotas todavía.
—Estoy seguro de que si el Maer hubiera sabido que tan peludas eran tus pelotas, te hubiera puesto a cargo, —dije con lo que esperaba fuera una calma exasperante—. Desafortunadamente, el Maer pareció pasar por alto ese hecho y se decidió por mí en cambio.
Dedan respiró profundamente, pero Tempi le interrumpió antes de que pudiera empezar.

—Pelotas, —dijo el Adem con curiosidad—. ¿Qué es pelotas?

Dedan soltó todo el aire en un apuro y se volvió para mirar a Tempi, medio irritado, medio divertido. El gran mercenario se rió e hizo una señal muy clara entre sus piernas con una mano ahuecada.

—Tú sabes Pelotas, —dijo sin rastro de timidez.

A su espalda, Hespe volteó los ojos, sacudiendo la cabeza.

—Ah, —dijo Tempi, asintiendo para mostrar su comprensión—. ¿Por qué el Maer está buscando pelotas peludas?

Hubo una pausa, luego una tormenta de risas rodó por todo nuestro campamento, explotando con toda la fuerza de la tensión acumulada que había estado a punto de ebullir en una pelea. Hespe se echó a reír, agarrándose de su estómago, sin aliento. Marten secaba las lágrimas de sus ojos. Dedan se rió tanto que no podía mantenerse de pie y terminó en cuclillas con una mano en el suelo para mantenerse firme.

Al final, todos estaban sentados alrededor del fuego, respirando con dificultad y sonriendo como tontos idiotas. La tensión que había sido espesa como la niebla del invierno se había ido por primera vez en días. Fue entonces cuando Tempi brevemente me llamó la atención.  Su pulgar y el índice se rozaban con suavidad.

¿Alegría? No. Satisfacción. Caí en cuenta cuando  lo miré de nuevo a los ojos, estaba inexpresivo como siempre. Meticulosamente inexpresivo. Tan inexpresivo que fue casi presumido.

— ¿Podemos volver a tu historia, querida? —Le preguntó Dedan a Hespe—. Me gustaría saber cómo este muchacho mete a la luna en su cama.

Hespe le sonrió, fue la primera sonrisa sincera que había visto darle Dedan en muchos días. —Perdí el hilo de la historia, —dijo—. Hay un ritmo para esto, como en una canción. Puedo contarla desde el principio, pero si comienzo a mitad de camino me enredaré toda.

 — ¿Empezarás de nuevo mañana, si prometo mantener la boca cerrada?

 —Lo haré, —ella estuvo de acuerdo—, Si lo prometes.

domingo, 30 de octubre de 2011

Capitulo 85

Bueno pues ya esta aqui tambien el capitulo 85!! Traducido tambien por Laura Arrias!!! Mañana tambien hay doble capitulo! y ya los dias que quedan ya normal :) diooos!! ya somos casi 400!!!! estoy muy contenta!!
 
Capitulo 85
Interludio—Cercas

Kvothe se incorporó en su asiento, estirando el cuello para tener una mejor visión por la ventana. Justamente estaba levantando su mano hacia Cronista cuando escucharon un rápido y ligero golpeteo afuera sobre la superficie del rellano de madera. Muy rápido y suave para ser las pesadas botas de un campesino, fue seguido por un alto estruendo de risa infantil.
Rápidamente Cronista secó la página que estaba escribiendo y luego la metió bajo una pila de papel en blanco mientras Kvothe se ponía de pie y caminaba hacia la barra. Bast se echó hacia atrás, inclinando su silla en dos patas.
Después de un momento, la puerta se abrió y un hombre joven de hombros anchos y con una barba rala entró en la posada, haciendo entrar con cuidado a una niña rubia por la puerta delante de él. Detrás de él, una joven mujer llevaba a un pequeño sentado en su brazo.
El posadero sonrió, levantando una mano. — ¡Mary! ¡Hap!
La joven pareja intercambio unas breves palabras antes de que el alto campesino se acercara hacia Cronista, todavía haciendo entrar a la niña con delicadeza delante de él. Bast se puso de pie y le ofreció su silla a Hap.
Mary se acercó a la barra, desenredando una de las manos del pequeño de su cabello despreocupadamente. Ella era joven y bonita, con una boca sonriente y ojos cansados. —Hola Kote.
—No los había visto en mucho tiempo, —dijo el posadero—. ¿Puedo ofrecerte un poco de sidra? La prensé fresca esta mañana.
Ella asintió y el posadero sirvió tres tazas. Bast llevó dos tazas a Hap y su hija. Hap tomo la suya, pero la niña se escondió detrás de su padre, mirando tímidamente alrededor de su hombro.
— ¿Le gustaría al señorito Ben su propia taza? —Kote preguntó.
—Si le gustaría, —dijo María, sonriéndole al pequeño mientras se mordisqueaba sus dedos—. Pero yo no se la daría a menos que esté anhelando limpiar los pisos. —Ella se metió la mano en el bolsillo para pagar.
Kote negó firmemente con la cabeza, alzando una mano. —No quiero oír hablar de ello, dijo—. Hap no tomó la mitad de lo que el trabajo valía cuando reparó mi cerca de la parte de atrás.
María sonrió con una sonrisa cansada, ansiosa y levanto su taza. —Gracias por su amabilidad, Kote. —Ella se acercó hacia donde estaba sentado su marido, hablando con Cronista. Ella habló con el escribano, balanceándose suavemente hacia adelante y hacia atrás, rebotando al pequeño sobre su cadera. Su esposo asentía con la cabeza, ocasionalmente  intercalando una o dos palabras. Cronista mojó la pluma y comenzó a escribir.
Bast regresó a la barra y se apoyó contra ella, mirando hacia la lejana mesa con curiosidad. —Yo todavía no entiendo todo esto, —dijo—. Sé que es un hecho que Mary puede escribir. Ella me ha enviado cartas.
Kvothe miró con curiosidad a su estudiante y luego se encogió de hombros. —Preveo que él está escribiendo testamentos y disposiciones, no cartas. Uno quiere ese tipo de cosas hechas en letra clara, escritas correctamente y sin confusiones. —Señaló hacia donde Cronista estaba presionando un pesado sello sobre una hoja de papel—. ¿Ves? Eso demuestra que el es un funcionario de la corte. Todo lo que el presencia tiene peso legal.
 —Pero el sacerdote hace eso, —dijo Bast—. Abbe Grimes es todo tipo de funcionario. El escribe los registros de matrimonio y los títulos de propiedad cuando alguien compra una parcela de tierra. Tú mismo lo dijiste, que ellos adoran sus registros.
Kvothe asintió. —Es cierto, pero a un sacerdote le gusta hacerlo cuando le dejas dinero a la iglesia. Si él escribe tu testamento y no le das a la iglesia tanto como un penique torcido... —Se encogió de hombros—. Eso puede hacer la vida difícil en un pequeño pueblo como este. Y si no sabes leer... bueno, entonces el sacerdote puede escribir lo que quiera, ¿o no?  ¿Y quién puede discutir con él después de que estés muerto?
Bast se mostró escandalizado. — ¡Abbe Grimes no haría algo así!
—Probablemente no, —admitió Kvothe—. Grimes es un tipo decente para ser un sacerdote. ¿Pero tal vez le quieras dejar una parcela de tierra a la joven viuda de bajando la colina y algo de dinero a su segundo hijo? —Kvothe levantó una ceja de forma significativa—. Ese es el tipo de cosa que un hombre no le preocupa que su sacerdote escribiese. Es mejor que ese tipo de noticias se revelen después de que estés muerto y bien enterrado.
La comprensión se asomó a los ojos de Bast y miró a la joven pareja como si estuviera tratando de adivinar qué secretos estaban tratando de ocultar.
Kvothe sacó un trapo blanco y distraídamente comenzó a pulir la barra. —La mayoría de las veces es más simple que eso. Algunos sólo quieren dejarle a Ellie la caja de música y no escuchar a las otras hermanas lamentándose de ello durante los próximos diez años
— ¿Como cuando la viuda Graden murió?
—Exactamente, como cuando murió la viuda Graden. Tú viste cómo esa familia se rompió a si misma peleando por sus cosas. La mitad de ellos todavía no se dirigen la palabra.
Al otro lado de la habitación, la niña se acercó a su madre y tiró de su vestido con insistencia. Un momento después, Mary se acercó a la barra con la pequeña a cuestas. —La pequeña Syl tiene que atender a su necesidad, —dijo en tono de disculpa—. ¿Podríamos...?
Kote asintió y señaló hacia la puerta que se encontraba junto a la escalera.
Mary se volvió y le tendió el niño a Bast. — ¿Te importaría? —Moviéndose sobre todo por reflejo, Bast alzo las dos manos para agarrar al niño, y luego se quedó embarazosamente allí parado mientras Mary acompañaba a su hija.
El niño alegremente miró a su alrededor, sin saber qué hacer en esta nueva situación. Bast se volvió a mirar a Kvothe, el bebé se mantuvo rígido en frente de él. La expresión del niño poco a poco pasó de la curiosidad a la incertidumbre y después a la desdicha. Finalmente empezó a hacer un ruido suave y ansioso. Parecía como si estuviera pensando en si quisiera llorar o no y poco a poco empezó a darse cuenta de que, sí, en realidad, probablemente sí quisiera.
—Oh, por el amor de Dios, Bast, —dijo Kvothe con voz exasperada—. Dame. —Dio un paso hacia delante y agarró al niño, sentándolo en la parte superior de la barra y manteniéndolo estable con ambas manos.
El pequeño parecía más feliz allí. Curiosamente, frotó la mano sobre la parte superior lisa de la barra, dejando una mancha. Miró a Bast y sonrió. —Perro, —dijo.
—Que simpático, —dijo Bast, con voz seca.
El pequeño Ben empezó a morderse los dedos y miró a su alrededor otra vez, más a propósito en esta ocasión. —Mam, —dijo—. Mamamama. —Entonces comenzó a buscar preocupado e hizo el mismo bajo y ansioso ruido que antes.
—Sostenlo, —dijo Kvothe, moviéndose para pararse en frente del pequeño. Una vez que Bast estaba sosteniéndolo, el posadero agarró los pies del niño y comenzó un canto monótono.

Zapatero, zapatero, mida mis pies.
[Cobbler, cobbler, measure my feet.]

Campesino, campesino, siembre un poco de trigo.
[Farmer, farmer, plant some wheat.]

Panadero, panadero, hornéeme pan.
[Baker, baker, bake me bread.]

Sastre, haga un sombrero para mi cabeza.
[Tailor; make a hat for my head.]

El pequeño observaba mientras Kvothe hacia un movimiento de mano diferente para cada línea, simulando que sembraba trigo y amasaba pan. Hacia la línea final, el niño estaba riendo maravillado con una carcajada burbujeante mientras se llevaba las manos a la cabeza al mismo tiempo que el pelirrojo.
Molinero, mantenga el pulgar alejado de la escala.
Miller, keep your thumb off the scale.

Lechero, lechero, llene su balde
[Milkmaid, milkmaid, fill your pail]

Alfarero, alfarero, gire una jarra,
[Potter, potter, spin a jug,]

Bebé, ¡dale a tu padre un abrazo!
[Baby, give your daddy a hug!]

Kvothe no hizo ningún gesto para la última línea, en lugar de eso inclinó la cabeza, mirando a Bast a la expectativa.
Bast simplemente se quedó allí parado, confundido. Luego la comprensión apareció en su rostro. —Reshi, ¿cómo puedes pensar eso? —preguntó, con su voz un poco ofendida. Señaló al pequeño. — ¡Él es rubio!
Mirando una y otra vez a los dos hombres, el niño decidió que, en realidad, le gustaría llorar un poco. Su rostro se nubló y comenzó a llorar.
—Esto es tu culpa, —dijo Bast rotundamente.
Kvothe levantó al niño de la barra y lo meció en un intento poco exitoso de calmarlo. Un momento después cuando Mary volvió a entrar en la taberna, el bebé gritó aún más fuerte y se inclinó hacia ella, alcanzándola con las dos manos.
—Lo siento, —dijo Kvothe, sonando avergonzado.
Mary lo agarro y se quedo quieto al instante, las lágrimas aún estaban en sus ojos. —No es tu culpa, —dijo—. Últimamente ha tenido “mamitis”. Tocó su nariz con la del pequeño, sonriendo y el bebé dio otra encantadora y burbujeante carcajada.
— ¿Cuánto les cobraste? —Kvothe preguntó mientras caminaba hacia la mesa de Cronista.
Cronista se encogió de hombros. —Un penique y medio.
Kvothe se detuvo cuando se estaba sentando. Sus ojos se estrecharon. —Eso no va a cubrir el costo de tu papel.
Cronista preguntó. —Yo tengo oídos, ¿no es  así? El aprendiz del herrero mencionó que los Bentleys se encuentran en tiempos difíciles. Incluso si no lo hubiera escuchado, todavía tengo los ojos. La pareja tiene costuras en ambas rodillas y botas casi completamente desgastadas. El vestido de la niña está demasiado corto para ella y además tiene parches.
Kvothe asintió, con expresión sombría. —Su campo sur ha estado inundado durante dos años consecutivos. Y sus cabras murieron esta primavera. Incluso si estos fueran buenos tiempos sería un año malo para ellos. Con su nuevo pequeño... —Él respiró hondo y soltó el aire en un largo y pensativo suspiro—. Es la recaudación de impuestos. Ya van dos este año.
— ¿Quieres que destroce la cerca de nuevo, Reshi? — dijo Bast con entusiasmo.
—Calla al respecto, Bast. —Una sonrisa apareció en los bordes de la boca de Kvothe—. Necesitaremos algo diferente esta vez. —Su sonrisa se desvaneció—. Antes del próximo impuesto.
—Tal vez no habrá otro, —dijo Cronista.
Kvothe negó con la cabeza. —No será hasta después de la cosecha, pero si vendrá. Los habituales recaudadores de impuestos son lo suficientemente malos, pero también saben lo suficiente como para mirar de vez en cuando hacia otro lado. Ellos saben que volverán el próximo año y al siguiente también. Pero los sangradores...
Cronista asintió. —Ellos son diferentes, —dijo sombríamente. Entonces recitó—: Si ellos pudieran, se llevarían la lluvia. Si no pueden conseguir oro, se llevarán los granos.

Kvothe mostró una leve sonrisa y continuó.

Si no tienes granos, se llevarán a tu cabra.
[If you've got no grain, they'll take your goat.]

Ellos se llevarán tu leña y tu abrigo.
[They'll take your firewood and your coat.]

Si tienes un gato, se llevarán a tu ratón.
[If you've a cat, they'll take your mouse.]

Y al final, ellos te quitarán tu casa.
[And in the end, they'll take your house.]

—Todo el mundo odia a los sangradores, —coincidió Cronista tristemente—. En todo caso, los nobles los odian el doble.
—Me parece difícil de creer, —dijo Kvothe—. Deberías escuchar los chismes por aquí. Si el último no hubiera tenido un guardia armado completamente, no creo que hubiera logrado salir de la ciudad con vida.
Cronista torció los labios en una sonrisa. —Debieron haber escuchado las cosas que mi padre solía llamarles, —dijo—. Y él sólo había tenido dos impuestos en veinte años. Él decía que preferiría tener plagas de langostas seguido de un incendio que a los sangradores del Rey moviéndose por sus tierras. —Cronista miró hacia la puerta de la posada—. ¿Ellos son demasiado orgullosos para pedir ayuda?
—Más orgullosos que eso, —dijo Kvothe—. Mientras más pobre eres, tu orgullo lo es más. Conozco el sentimiento. Yo nunca pude haberle pedido a un amigo dinero. Primero hubiera muerto de hambre.
— ¿Y un préstamo? —Cronista le preguntó.
— ¿Quién tiene dinero para prestar en estos días? —Kvothe preguntó sombrío—. Ya va a ser un hambriento invierno para la mayoría. Pero después de una tercera recaudación de impuesto, los Bentleys estarán compartiendo cobijas y comiendo las semillas de sus granos antes de que la nieve se derrita. Eso si es que no pierden su casa también....
El posadero miró abajo hacia sus manos que estaban sobre la mesa y pareció sorprendido al ver que una de ellas estaba cerrada en un puño. La abrió lentamente y extendió las dos manos contra la superficie mesa. Luego alzó la vista hacia Cronista, con una triste sonrisa en su rostro. — ¿Sabías que yo nunca pagué impuestos antes de venir aquí? Por regla general, los Edena no tienen propiedad propia. —Señaló la posada—. Nunca entendí lo humillante que era. Un engreído hijo de puta con un libro mayor llega al pueblo y te obliga pagar por el privilegio de ser dueño de algo.
Kvothe hizo un gesto para que Cronista levantara su pluma. —Ahora, por supuesto, entiendo la verdad de las cosas. Entiendo qué clase de oscuros deseos conducen a un grupo de hombres a esperar en los márgenes del camino para matar a los recaudadores de impuestos, desafiando abiertamente al Rey.

Capitulo 84

Bueno ya que los capitulos que traduce Laura son una delicia por que no tienen practicamente ningun fallo  aqui esta este capitulo!! :) y ahorita subo el siguiente q tambien tradujo ella.
 
Capitulo 84
En el borde del mapa

Continuamos avanzando nuestro camino lentamente a través del Eld. Cada día comenzaba con la esperanza de encontrar indicios de un rastro. Cada noche terminaba con decepción.
Definitivamente las cosas no iban bien y nuestro grupo poco a poco estaba siendo superado por la irritación y la murmuración. Cualquier temor que Dedan alguna vez sintió por mí se había desgastado en un fino papel y me presionaba constantemente. El quiso comprar una botella de marca usando el bolso del Maer. Me negué. El pensó que no teníamos la necesidad de mantener guardias nocturnas, solamente instalar una trampa. No estuve de acuerdo.
Cada pequeña batalla que ganaba hacía que Dedan me resintiera más. Y sus quejas por lo bajo continuamente incrementaban mientras nuestra búsqueda transcurría. Nunca hubo nada tan atrevido como una confrontación directa, sólo un rocío esporádico de sarcásticos comentarios y malhumorada insubordinación.
Por otro lado, Tempi y yo nos estábamos encaminando lentamente hacia algo así como una amistad. Su Atur era cada vez mejor y mi Adem había progresado hasta el punto en que podía ser considerado un inarticulado, en lugar de sólo confuso.
Continúe imitando a Tempi mientras el realizaba su danza y continuó ignorándome. Ahora que había estado haciendo esto por un tiempo, me di cuenta de un toque marcial en el mismo. Un movimiento lento con un brazo daba la impresión de un puñetazo, un levantamiento frígido del pie se asemejaba a una patada.  Mis brazos y piernas ya no temblaban por el esfuerzo de moverse lentamente junto con él, pero todavía estaba irritado por lo torpe que era. Nada odiaba más que hacer una cosa mal.
Por ejemplo, hubo una parte a mitad de camino que se veía tan fácil como respirar. Tempi se volteaba, movía sus brazos en círculos y daba un pequeño paso. Pero cuando traté de hacer lo mismo, inevitablemente me encontré tropezando. Había tratado media docena de maneras diferentes de colocar mis pies, pero no hizo ninguna diferencia.
Pero al día siguiente de contar mi historia del "Tornillo Flojo", como Dedan eventualmente llegó a referirse a esta, Tempi dejó de ignorarme. Esta vez, después de que me tropecé, el se detuvo y me miró. Sus dedos se movieron rápidamente: Desaprobación, irritación. —Regresa, —dijo colocándose en la posición de danza que venía antes de mi tropiezo.
Me puse en la misma posición y traté de imitarlo. De nuevo perdí el equilibrio y tuve que arrastrar mis pies para no tropezar. —Mis pies son estúpidos, —murmuré en Adem, doblando los dedos de mi mano izquierda: Vergüenza.
—No. —Tempi agarró mis caderas con sus manos y las giró. Entonces empujó mis hombros hacia atrás y dio un golpecito en mi rodilla, obligándome a doblarla—. Sí.
Traté de moverme hacia adelante otra vez y sentí la diferencia. Todavía perdí el equilibrio, pero sólo un poco.
—No, —dijo otra vez—. Observa. —Él se dio una palmadita en el hombro—. Así. —Se puso de pie justo delante de mí, a escasamente un pie de distancia y repitió el movimiento. El se volvió, sus manos hicieron un círculo a un lado y empujó su hombro hacia mi pecho. Fue el mismo movimiento qué harías si estuvieses tratando de abrir una puerta embistiéndola con el hombro.
Tempi no se estaba moviendo muy rápido, pero su hombro me empujó firmemente a un lado. No fue brusco o repentino, pero la fuerza del movimiento era incontrarrestable, como cuando un caballo roza contra ti en una calle llena de gente.
Volví a realizar el movimiento, concentrándome en mi hombro. No tropecé. Ya que éramos los únicos que estaban en el campamento, me abstuve de sonreír e hice un gesto: Alegría. —Gracias. —Subestimación.
Tempi no dijo nada. Su rostro era inexpresivo, sus manos estaban quietas. Él simplemente regresó a donde se había quedado antes y comenzó su danza otra vez desde el principio, dándome la espalda.
Traté de permanecer estoico por el intercambio, pero me tomé esto como un gran cumplido. De haber sabido más sobre los Adem, me habría dado cuenta de que esto era mucho más que eso.

***

Tempi y yo llegamos a una cuesta arriba para encontrarnos a Marten esperando por nosotros. Era demasiado temprano para el almuerzo, así que la esperanza se alzó en mi pecho mientras pensaba que finalmente, después de todos estos largos días de búsqueda, el podría haber descubierto el rastro de los bandidos.
—Quería mostrarles esto, —dijo Marten, señalando una alta, desmadejada planta de helecho que estaba a cuatro metros de distancia—. Una cosa rara esta planta. Han pasado años desde que he visto una.
— ¿Qué es?
—Se llama la hoja de An, —dijo con orgullo, examinándola—. Tendrás que ponerle atención. No muchos las conocen por lo que podría darnos una pista si es que hay más de estas por allí.
Marten nos miró una y otra vez con entusiasmo. — ¿Y bien? —dijo al fin.
 — ¿Qué tiene de especial? —Le pregunté respetuosamente.
Marten sonrió. —La hoja de An es interesante porque no puede tolerar a la gente, —dijo—. Si alguna parte de ella toca tu piel, se volverá roja como las hojas de Otoño en un par de horas. Más roja que eso. Un rojo brillante como tus rojos de mercenario, —Marten señaló a Tempi—. Y luego toda la planta se seca y muere.
 — ¿En serio? —Pregunté, ya no teniendo que fingir interés.
Marten asintió. —Una gota de sudor la mataría de la misma manera. Lo que significa que la mayoría de veces se morirá sólo por tocar la ropa de una persona. Una armadura también. O un palo que has estado sosteniendo. O una espada. —Señalo a la cadera de Tempi—. Algunos dicen que morirá si respiras mucho sobre ella, —dijo Marten—. Pero yo no sé si eso sea verdad.
Marten se volvió para alejarnos de la hoja de An. —Esta es una parte muy antigua de los bosques. No ves esta hoja en cualquier lugar cerca de donde la gente se ha establecido. Estamos aquí, fuera del borde del mapa.
—Difícilmente estamos en el borde del mapa, —le dije—. Sabemos exactamente en dónde estamos.
Marten resopló. —Los mapas no sólo tienen bordes exteriores. Ellos tienen bordes interiores. Agujeros. A la gente le gusta pretender que lo sabe todo sobre este mundo. En especial la gente rica. Los mapas son excelentes para eso. En este lado del límite está el campo del Barón Taxtwice, en este otro lado están las tierras del conde Uptemuny.
Marten escupió. —No se puede tener espacios en blanco en los mapas, así que la gente que los dibujo ensombrece un pedazo y escribe, “El Eld”. —Él negó con la cabeza—. También podrías quemar un agujero justo sobre el mapa para lo que sirve. Este bosque es grande como Vintas. No le pertenece a nadie. Si te diriges en la dirección equivocada aquí, caminarías un centenar de millas y nunca verías una camino, mucho menos una casa o un campo arado. Hay lugares aquí que nunca han sentido la pisada del hombre o escuchado el sonido de su voz.
Miré a mí alrededor. —Se ve como que la mayoría de los bosques que he visto.
—Un lobo se ve como un perro, —dijo Marten simplemente—. Pero no lo es. Un perro está... —Hizo una pausa—. ¿Cuál es la palabra para los animales que están alrededor de la gente todo el tiempo? Vacas, ovejas y demás.
— ¿Domesticado?
—Eso es, —dijo, mirando a su alrededor—. Una granja está domesticada. Un jardín. Un parque. La mayoría de los bosques también. La gente busca setas, o cortar leña, o llevan a sus queridas para abrazarse y acariciarse.
Sacudió la cabeza y extendió la mano para tocar la áspera corteza de un árbol cercano. El gesto fue extrañamente gentil, casi amoroso. —No este lugar. Este lugar es viejo y salvaje. No le importamos nada. Si esta gente a la que estamos cazando logra saltarnos por sorpresa, ellos ni siquiera tendrán que enterrar nuestros cuerpos. Yaceremos en el suelo por cientos de años y nadie se acercará para tropezarse con nuestros huesos.
Me volví en donde estaba parado, mirando la subida y el declive de la tierra. Las desgastadas rocas, las interminables filas de árboles. Traté de no pensar en cómo el Maer me había enviado aquí, como moviendo una piedra sobre un tablero de tak. Él me había enviado a un agujero del mapa. Un lugar en donde nadie nunca podría encontrar mis huesos.

sábado, 29 de octubre de 2011

Capitulo 83

Bueno al fin aqui ya esta :) este cap yo lo traduje y les escribo rapidisimo por que ya me estan regañando desde hace media hora..

Capitulo 83
La falta de visión

—. . . Así que estaba Taborlin aprisionado bajo tierra, —dijo Marten—. Le habían dejado sin nada más que la ropa en la espalda y una pulgada de vela de canalón para alejar la oscuridad.
—El rey hechicero planeaba dejar a Taborlin atrapado hasta que el hambre y la sed debilitaran su voluntad. Scyphus sabía que si Taborlin juraba que lo ayudaría, el mago tendría que cumplir con su promesa, porque Taborlin nunca faltó a su palabra.
—Lo peor de todo, Scyphus había tomado su equipamiento y la espada de Taborlin y sin ellos, su poder era débil y se iba consumiendo. Incluso había tomado la capa de Taborlin de ningún color en particular, pero el warc…. lo siento. Pero…. achhm. Hespe, ¿serías un encanto y me pasarías el odre?
Hespe le lanzó a Marten el odre de agua y tomó un trago. —Eso está mejor. —Se aclaró la garganta—. ¿Dónde estaba yo otra vez?
Habíamos estado en el Eld durante doce días y las cosas habían caído en un ritmo constante. Marten había cambiado nuestro estándar en la apuesta para reflejar nuestra creciente mejora. Primero a diez a uno, luego a quince a uno, que era la misma disposición que tenía con Dedan y Hespe.
Mi comprensión del lenguaje de manos Adem iba en aumento y como resultado, Tempi se estaba convirtiendo en algo más que una página en blanco frustrante de hombre. Cuando aprendí a leer su lenguaje corporal, fue poco a poco coloreándose en los bordes.
Él era pensativo y gentil. Dedan lo trataba por el camino equivocado. Le encantaban las bromas, aunque muchas de las mías cayeron planas y muchas de las que él trataba de decir invariablemente no tenían sentido en la traducción.
Esto no quiere decir que las cosas eran perfectas entre nosotros. Todavía ofendía a Tempi de vez en cuando, haciendo metidas de pata sociales que yo no podía entender, incluso después de hacerlas. Todos los días continuaba siguiéndolo en su extraña danza y cada día me ignoraba deliberadamente.
—Ahora Taborlin necesitaba escapar, —dijo Marten, continuando su historia—. Pero cuando miró en torno a su cueva, que no vio puerta. Ni ventanas. A su alrededor no era más que la piedra lisa y dura.
”Pero Taborlin el Grande sabía los nombres de todas las cosas, por lo que todas las cosas fueron a su mando. Él le dijo a la piedra: — ¡Rompete! —Y la piedra se rompió. Rasgó la pared como un pedazo de papel y por ese agujero Taborlin podía ver el cielo y respirar el aire de primavera dulce.
”Táborlin se dirigió fuera de las cuevas, en el castillo y finalmente a las puertas de la sala real. Las puertas estaban atrancadas en su contra, por lo que él dijo: — ¡quemense! —Y estallaron en llamas, y pronto no eran más que fina ceniza gris.
”Taborlin entró al pasillo y vio al rey Scyphus sentado allí con cincuenta guardias. El rey dijo: — ¡Captúrenlo! —Pero los guardias acababa de ver las puertas quemarse hasta cenizas, por lo que se acercaron, pero ninguno de ellos se acercó demasiado, si sabes a qué me refiero.
”El rey Scyphus, dijo: — ¡Cobardes! ¡Voy a luchar con Taborlin usando magia y le ganare! —Él también tenía miedo de Taborlin, pero lo ocultó bien. Además, Scyphus tenía su equipamiento y Taborlin no tenía nada.
” —Entonces —dijo Taborlin—: Si te sientes muy valiente, dame mi equipamiento antes del duelo.
”—Desde luego —dijo Scyphus, a pesar de que en realidad no iba a  darle la espalda, como veran—. Está justo al lado de ti en el cofre de ahí.
Marten nos miró con complicidad. —Verán, Scyphus sabía que el cofre estaba cerrado y había una sola llave. Y que la llave estaba justo en su bolsillo. Así que Taborlin se acercó al cofre, pero estaba cerrado. Entonces Scyphus se echó a reír y lo mismo hicieron algunos de los guardias.
”—Eso hizo que Taborlin se enojara. Y antes de que cualquiera de ellos pudiera hacer nada golpeó la parte superior del cofre con la mano y gritó: — ¡Edro! —El cofre de pronto se abrió y tomó su capa de ningún color en particular, envolviéndola alrededor de a sí mismo.
Marten se aclaró la garganta otra vez. —Disculpen, —dijo, e hizo una pausa para tomar otro trago largo.
Hespe se volvió a Dedan. — ¿De qué color crees que era la capa Taborlin?
La frente de Dedan se arrugó un poco, casi como el inicio de un ceño fruncido. — ¿Qué quieres decir? Es de ningún color en particular, justo como lo que se dice.
La boca de Hespe se desinflo. —Ya lo sé. Pero cuando piensas en ella en tu cabeza, ¿Cómo se ve? Tienes que imaginarla con el aspecto de algo, ¿no?
Dedan se quedó pensativo por un momento. —Siempre me la imaginó como una especie de algo reluciente, —dijo—. Al igual que los adoquines frente a un taller de sebo, después de una lluvia fuerte.
—Siempre pensé en ella como de un gris sucio, —dijo ella—. Del tipo de deslavado por pasar todo el tiempo en el camino.
—Eso tiene sentido", —dijo Dedan y vi la cara Hespe a volverse suave otra vez.
—Blanca, —apunto Tempi—. Creo que blanca. No hay color.
—Siempre pensé en ella como de un tipo de pálido azul celeste, —reconoció Marten, encogiéndose de hombros—. Yo sé que no tiene ningún sentido. Así es como me la imagino.
Todos se dieron vuelta para mirarme.
—A veces pienso que es como una colcha, —les dije—. Hecha por completo de parches, un montón de trapos de colores diferentes y restos. Pero la mayoría de las veces pienso que es negra. Lo que al igual realmente es un color, pero que es demasiado oscura para que nadie la vea.
Cuando era más joven, las historias de Taborlin me habían dejado con los ojos abiertos de asombro. Ahora que sabía la verdad acerca de la magia, disfrutaba de ellas a un nivel diferente, en algún lugar entre la nostalgia y la diversión.
Pero yo tenía un lugar especial en mi corazón para la capa de Taborlin de ningún color en particular. Sus cosas albergaban la mayor parte de su poder. Su espada era mortífera. Su llave, la moneda y la vela eran herramientas valiosas. Sin embargo, la capa era el corazón de Taborlin. Era un disfraz cuando lo necesitaba, le ayudaba a esconderse cuando él estaba en problemas. Le protegía. De la lluvia. De las flechas. Del fuego.
Podía esconder cosas en ella y tenía muchos bolsillos llenos de cosas maravillosas. Un cuchillo. Un juguete para un niño. Una flor para una dama. Fuera lo que necesitara Taborlin estaba en algún lugar de su capa de ningún color en particular. Estas historias son lo que me hicieron rogarle a mi madre por mi primera capa cuando era joven. . . .

Atraje mi propia capa a mí alrededor. Mi desagradable, deslucida capa raída, que el calderero me había intercambiado. En uno de nuestros viajes a Crosson por suministros, había recogido algo de ropa de repuesto y cosido unos pocos y torpes bolsillos en el interior. Pero aun así era un pobre sustituto de mi capa granate de rico, o de la hermosa negro y verde que Fela había mandado a hacer para mí.
Marten se aclaró la garganta otra vez y se lanzó de nuevo a su historia. —Así que Taborlin golpeó la madera con la mano y gritó: “¡Edro!” La tapa del baúl se abrió y él tomó su capa de ningún color en particular y sus cosas. Sucesivamente él llamo grandes lengüetazos de rayos y mató a veinte guardias. Luego convocó una hoja de fuego y mató a otros veinte. Los que quedaron arrojaron su espada y gritaron pidiendo misericordia.
—Entonces Taborlin recogió el resto de sus cosas del cofre. Sacó la llave y la moneda y las escondió a salvo. Por último sacó su espada de cobre, su Aldrin celeste y cinto….
— ¿Qué? —Interrumpió riendo Dedan. Gillipollas. La espada de Taborlin no era de cobre.
—Cállate, Den, —espetó Marten, irritado por la interrupción—. Era muy de cobre.
—Tú cállate, —respondió Dedan—. ¿Quién ha oído hablar de una espada de cobre? El cobre no mantendría el filo. Sería como tratar de matar a alguien con una moneda gigante.
Hespe se echó a reír. —Probablemente era una espada de plata, ¿no te parece, Marten?
—Era una espada de cobre, —insistió Marten.
—Tal vez fue al principio de su carrera, —dijo Dedan en un susurro a Hespe—. Todo lo que podía permitirse era una espada de cobre.
Marten les disparó a los dos una mirada de enojo—. Cobre, maldita sea. Si no te gusta, puedes adivinar el final—. Cruzó los brazos delante de sí.
—Está bien, —dijo Dedan—. Kvothe nos puede contar una. Él podrá ser un cachorro, pero sabe cómo contar una historia apropiadamente. Espada de cobre mi culo.
—En realidad, —le dije—, Me gustaría oír el final de la de Marten.
—Oh, tu sigue, —dijo el viejo rastreador con amargura. —Yo no estoy de humor para terminarla ahora. Y prefiero escucharte a ti que escuchar a este burro rebuznar a su manera una de las suyas.
Las historias de todas las noches habían sido unas de las pocas veces que podíamos sentarnos como un grupo sin caer en disputas menores. Ahora, incluso estas se estaban volviendo tensas. Es más, los demás estaban comenzando a contar conmigo para el entretenimiento de la noche. Con la esperanza de poner fin a la tensión, me puse a pensar un montón en que historia iba a contar esta noche.
—Érase una vez, —comencé—. Un niño nacido en un pequeño pueblo. Era perfecto, o eso su madre pensó. Pero una cosa era diferente en él. Él tenía un tornillo de oro en su ombligo. Sólo la cabeza de este asomaba.
Actualmente su madre estaba simplemente contenta de que tuviera todos los dedos de manos y de los pies para contar con ellos. Pero a medida que el niño creció se dio cuenta de que no todo el mundo tenía tornillos en sus ombligos, por no hablar de que fueran de oro. Le pegunto a su madre qué era, pero ella no lo sabía. A continuación le preguntó a su padre, pero su padre no lo sabía. Le pregunto a sus abuelos, pero no lo sabían.
—Lo dejo en paz por un tiempo, pero él siguió insistiendo. Por último, cuando tuvo la edad suficiente, empacó una bolsa y partió, con la esperanza de que pudiera encontrar a alguien que supiera la verdad.
—Fue de un lugar a otro, preguntando a todos los que decían saber algo sobre cualquier cosa. Pregunto a las parteras y fisionomos, pero no pudieron barajar ni pies ni cabeza del mismo. Preguntó el muchacho a arcanistas, caldereros y a los viejos ermitaños que viven en el bosque, pero nadie había visto nunca nada igual.
—Él fue a preguntar a los comerciantes Cealdicos, pensando que si alguien sabia sobre oro, serían ser ellos. Pero los comerciantes Cealdicos no lo sabían. Se dirigió a los arcanistas en la Universidad, pensando que si alguien sabía sobre tornillos y su funcionamiento, ellos serían. Sin embargo, los arcanistas no lo sabían. El muchacho siguió su camino sobre Stormwal a preguntar a las mujeres brujas del Tahl, pero ninguno de ellos pudo dar una respuesta.
—Con el tiempo se fue a ver al rey de Vintas, el rey más rico del mundo. Pero el rey no lo sabía. Fue al emperador de Atur, pero aun con todo su poder, el emperador no lo sabía. Se dirigió a cada uno de los pequeños reinos, uno a uno, pero nadie podía decirle nada.
—Finalmente el muchacho fue al Gran Rey de Modeg, el más sabio de todos los reyes del mundo. El gran rey miró de cerca a la cabeza del tornillo de oro asomando por el ombligo del muchacho. Entonces el rey hizo un gesto y su senescal llevó una almohada de seda de oro. En la almohada estaba una caja de oro. El gran rey tomó una llave de oro de alrededor de su cuello, abrió la caja y dentro había un destornillador de oro.
—El gran rey tomó el destornillador y le indicó al muchacho que se acercara. Temblando de emoción, el muchacho lo hizo. Entonces el gran rey tomó el destornillador de oro y lo puso en el ombligo del muchacho.
Hice una pausa para tomar un largo trago de agua. Podía sentir mi pequeña audiencia inclinándose hacia mí. —Entonces el gran rey giro con cuidado el tornillo de oro. Una vez: Nada. Dos veces: Nada. Luego lo giro por tercera vez y el culo del chico se cayó.
Hubo un momento de silencio aturdido.
— ¿Qué? —Preguntó incrédula Hespe.
—Su culo se cayó, —repetí yo con una cara totalmente en orden.
Hubo un largo silencio. Todos los ojos estaban fijos en mí. El fuego crujió, enviando unas brasas rojas hacia arriba.
— ¿Y entonces qué pasó? —preguntó Hespe finalmente.
—Nada, —le dije—. Eso es todo. El final.
— ¿Qué? —Dijo de nuevo, más fuerte—. ¿Qué tipo de historia es eso?
Estaba a punto de responder cuando Tempi se echó a reír. Y él continuo riéndose, grandes carcajadas que lo hacían temblar y que lo dejaron sin aliento. Pronto me eché a reír también, en parte por la escena de Tempi y en parte porque siempre la había considerado una historia extrañamente divertida por mí mismo.
La expresión de Hespe se volvió peligrosa, como si fuera el blanco de la broma.
Dedan fue el primero en hablar. —No lo entiendo. ¿Por qué lo hizo...? —Se interrumpió.
— ¿Pudieron ponerle el culo de nuevo al muchacho? —Intervino Hespe.
Me encogí de hombros. —Eso no es parte de la historia.
Dedan hizo un gesto salvaje, su expresión era frustrada. — ¿Cuál es el punto?
Puse una cara de inocente. —Pensé que solo estábamos contando historias.
El hombre me frunció en gran medida el ceño. — ¡Historias con sentido! ¡Historias con finales! ¡Historias que no sólo tengan el culo de un muchacho. . . —Sacudió la cabeza—. Esto es ridículo. Me voy a dormir. —Se alejó para hacer su cama. Hespe se marchó en su propia dirección.
Sonreí, razonablemente seguro de que ni uno de ellos me molestaría por más historias de las que me interesaba contar.
Tempi se puso de pie también. Luego, mientras caminaba junto a mí, sonrió y me dio un abrazo repentino. Hace un ciclo y días esto me hubiera escandalizado, pero ahora sabía que el contacto físico no era particularmente raro entre los Adem.
Sin embargo, me sorprendió que lo hiciera frente a los demás. Le devolví su abrazo lo mejor que pude, sintiendo que su pecho aún se sacudía por las carcajadas. —Su culo se cayó, —dijo en voz baja y luego se dirigió a la cama.
Los ojos de Marten siguieron a Tempi, luego me dio una mirada larga y especulativa. — ¿Dónde escuchaste esa? —me preguntó.
—Mi padre me la conto cuando yo era joven, —le dije con sinceridad.
—Extraña historia para contársela a un niño.
—Yo era un niño extraño, —le dije—. Cuando yo crecí más, él me confesó que se inventaba historias para mantenerme tranquilo. Yo solía acribillarlo con preguntas. Hora tras hora. Dijo que lo único que me mantenía tranquilo era algún tipo de rompecabezas. Pero yo agrietaba enigmas como a las nueces y se quedó sin ellos.
Me encogí de hombros y comencé a hacer mi cama. Así que él se  inventó historias que parecían rompecabezas y me preguntaba si yo entendía lo que significaban. —Sonreí un poco de nostalgia. Recuerdo haber pensado en ese chico con el tornillo en el ombligo durante días y días, tratando de encontrarle el sentido.
Marten frunció el ceño. —Eso es una broma cruel para jugar en un niño.
El comentario me sorprendió. — ¿Qué quieres decir?
Engañarte sólo para obtener un poco de paz y tranquilidad. Es una cosa lamentable que hacer.
Yo estaba sorprendido. —No lo hizo con mezquindad. Lo disfrutaba. Me daba algo en qué pensar.
—Pero no tenía sentido. Imposible.
—No sin sentido. —Protesté—. Es la pregunta que no podemos responder la que nos enseña más. Esas nos enseñan a pensar. Si le das a un hombre una respuesta, todo lo que gana es un pequeño hecho. Pero dale una pregunta y buscara sus propias respuestas.
Extendí mi manto en el suelo y desdoblé sobre el la raída capa del calderero para abrigarme con ella. —De esa manera, cuando encuentra las respuestas, van a ser preciosas para él. Entre más difícil la pregunta, más duro cazamos la respuesta. Entre más duro cazamos la respuesta, cuanto más aprendemos. Una pregunta imposible. . .
Me apagué cuando la realización irrumpió en mí. Elodin. Eso es lo que Elodin había estado haciendo. Todo lo que había hecho en su clase. Los juegos, las pistas, las enigmáticas adivinanzas. Eran todas las preguntas de una clase.
Marten negó con la cabeza y se alejó, pero yo estaba perdido en mis pensamientos y sin apenas darme cuenta. Yo quería respuestas, y a pesar de todo lo que había pensado, Elodin había estado tratando de dármelas. Lo que yo había tomado como un cripticismo malicioso de su parte era en realidad una persistente búsqueda de la verdad. Me senté allí, en silencio, sorprendido por el alcance de su instrucción. Por mi falta de comprensión. Mi falta de visión.

martes, 25 de octubre de 2011

Capitulo 82

Bueno les tengo buenas y malas noticias pero primero que nada, este capitulo fue traducido por Chio!! :D
Okay y ahora si, primero una de las malas, que nadie ha pedido el capitulo siguiente, la otra buena es que ya me estoy apurando para terminarlo, la otra mala (para ustedes) es que mañana me operan de mis ojos para quitarme la graduacion y no me dejaran acercarme a la compu en unos dias, no se cuantos >_<, la otra buena creo que es que pienso pasarme todo el tiempo de las proximas horas adelantando las revisiones para intentar seguir subiendo normalmente estos ultimos capitulos, pero tal vez no suba diario si no 3 juntos el viernes o el sabado y hoy espero que doble. Nadie me ha pedido los capitulos 85, 87 y 90! ya son los ultimos que quedan! asi que los necesitamos para poder subir los el pack de 90 capitulos a tiempo.
Bueno ahora sii q disfruten el capitulo.

Capítulo 82
Barbaros

Al día siguiente, Tempi y yo trasladamos el campamento mientras Dedan y Hespe regresaron a Crosson por suministros. Marten salió a explorar una parte aislada de tierra plana cerca del agua. A continuación, empacamos y movimos todo, cavamos  la letrina, construimos la hoguera y en general nos acomodamos.

Tempi estaba dispuesto a conversar, mientras trabajábamos, pero yo estaba nervioso. Lo había ofendido por la pregunta sobre el Lethani desde el principio, así que sabía que debía evitar ese tema. Pero si estaba molesto por una simple pregunta sobre cantar, ¿cómo podría empezar a adivinar lo que le ofendía?

Una vez más, su expresión en blanco y la negativa a hacer contacto visual eran los principales problemas. ¿Cómo podría mantener una conversación inteligente con una persona de la que no tenía idea de cómo se sentía? Era como tratar de caminar con los ojos vendados a través de una casa desconocida.
Así que tomé el camino más seguro y simplemente pregunte más palabras a medida que trabajamos. Objetos, en su mayor parte, ya que los dos estábamos demasiado ocupados con nuestras manos para la pantomima.

Lo mejor de todo, Tempi tenía que practicar su Atur mientras yo construía mi vocabulario Adem. Me di cuenta de que entre más errores cometía en su lenguaje, más cómodamente mejoraba en sus propios intentos de expresarse.

Esto significaba, por supuesto, que cometí muchos errores. De hecho, yo estaba a veces con la cabeza tan torpe que Tempi  se vio obligado a explicar varias veces de varias maneras diferentes. Todo en Atur por supuesto.

Terminamos de instalar el campamento alrededor del mediodía. Marten nos dejó para ir de caza y Tempi se estiró y comenzó a moverse a través de su lento baile. Lo hizo dos veces seguidas y empecé a sospechar que era un poco aburrido para él mismo. En el momento en que terminó, estaba cubierto de una pátina de sudor y me dijo que iba a bañarse.
Con el campamento  para mí solo, fundí las velas para hacer dos pequeñas simulaciones de cera. Había estado queriendo hacer esto durante varios días, pero incluso en la Universidad la creación de un modelo era un comportamiento cuestionable. Aquí, en vintas. . . basta decir que pensé que lo mejor era ser discreto.

No era un trabajo elegante. El sebo no es tan eficiente como la cera de simpatía, pero incluso el más crudo modelo puede ser algo devastador. Una vez que los había metido en mi macuto, me sentí mucho mejor preparado.

Yo estaba limpiando lo último del sebo con mis dedos cuando Tempi regresó de su baño, desnudo como un bebé recién nacido. Años de entrenamiento me permitieron mantener una expresión de calma, pero apenas.

Después de tender su ropa mojada en una rama cercana para que se secara, Tempi se acercó a mí, sin mostrar la menor vergüenza o pudor.
Extendió su mano derecha con el pulgar y el índice apretados. — ¿Qué es esto? —Él extendió sus dedos un poco para que yo viera.

Miré de cerca, me alegre de tener algo en que centrar mi atención. —Esa es una garrapata.

Estaba tan cerca, que no pude dejar de notar sus cicatrices una vez más, las débiles líneas cruzando los brazos y el pecho. Podía leer las cicatrices por el tiempo que estuve en la Clínica y las suyas no mostraban las anchas, fruncidas y en la gama del rosa, que indican una profunda herida de corte a través de las capas de la piel, la grasa y por debajo del músculo. Estas eran heridas superficiales. Decenas de ellas. Yo no podía dejar de preguntarme cuánto tiempo había sido un mercenario para que las cicatrices fueran tan viejas. No parecía tener mucho más de veinte años.

Ajeno a mi escrutinio, Tempi se quedó mirando la cosa entre sus dedos. —Muerde. En mí. Muerde y se queda. —Su expresión estaba blanco como siempre, pero su tono de voz estaba teñido de disgusto. Su mano izquierda se removió.

— ¿No hay garrapatas en Adem?
—No. —Él se esforzó en tratar de aplastarla entre los dedos. —No se rompe.

Hice un gesto y le mostré cómo aplastarla entre las uñas, lo que hizo con un cierto grado de entusiasmo. Él la tiró y fue de nuevo al asecho de su saco de dormir. Entonces, todavía desnudo, procedió a sacar toda su ropa y la agito vigorosamente.

Mantuve mi mirada ausente, sabiendo en lo profundo de mi corazón que este sería el momento en que Dedan y Hespe volverían de Crosson.

Afortunadamente no fue así. Después de un cuarto de hora más o menos, Tempi se puso  un par de pantalones secos, inspeccionándolos cuidadosamente antes.

Sin camisa, caminó de vuelta a donde yo estaba. —Odio la garrapata, —declaró.

Cuando habló, su mano izquierda hizo un gesto fuerte, como si estuviera cepillando migas en la pechera de su camisa, cerca de su cadera. Excepto que no llevaba una camisa y no había nada en su piel que ahuyentar. Lo que es más, me di cuenta de que había hecho el mismo gesto anteriormente.
De hecho, ahora que pensaba en ello, yo le había visto hacer ese gesto una media docena de veces en los últimos días, aunque nunca con tanta violencia.

Tuve una súbita sospecha.  — ¿Tempi? ¿Qué significa esto? —Yo imité el gesto de cepillar sacudiendo.

Él asintió con la cabeza. —Se trata de esto. —Él arrugó su rostro en una expresión exagerada de disgusto.

Mi mente se fue girando de regreso al lapso de los últimos días, pensando en las veces que yo había visto a Tempi con una inquietud sin descanso mientras hablábamos. Me tambaleé ante la idea.

—Tempi, —le dije—. ¿Es todo esto? —Hice un gesto con mi cara y luego sonreí, fruncí el ceño, puse los ojos en blanco—. ¿Sucede todo esto con las manos en Adem?

Él asintió con la cabeza e hizo un gesto a la vez.

— ¡Eso!, —Señalé a su mano—. ¿Qué es eso?
Vaciló y luego dio una forzada y torpe sonrisa.

Yo copié el gesto, extendiendo mi mano y presionando ligeramente el pulgar en el interior de mi dedo medio.

—No, —dijo—. La otra mano. Izquierda.

— ¿Por qué?

Extendió la mano y golpeó en el pecho, justo a la izquierda del esternón: Tum-tump. Tum-tump. Luego él pasó un dedo bajo mi mano izquierda. Asentí con la cabeza para mostrar que entendía. Estaba más cerca al corazón. Levantó su mano derecha e hizo un puño. —Esta mano es fuerte. —Levantó su mano izquierda—. Esta mano es inteligente.

Tenía mucho sentido. Es por eso que la mayoría de los Lutistas marcan los acordes con la mano izquierda y rasguean con la derecha. La mano izquierda es más ágil, como una regla.
Hice el gesto con la mano izquierda, los dedos extendidos. Tempi negó con la cabeza. —Eso es esto. —Él arqueó la mitad de su boca arriba en una sonrisa.

La expresión parecía tan fuera de lugar en su cara que hice todo lo que pude hacer para evitar mirarlo con ojos embobados. Miré más de cerca a su mano y ajusté la posición de los dedos ligeramente.

Él asintió con aprobación. Su cara era inexpresiva, pero por primera vez entendí por qué.

En las horas que siguieron, me enteré de que los gestos de manos de los Adem, no representan en realidad las expresiones faciales. No era nada tan simple como eso. Por ejemplo: una sonrisa puede decir que estas divertido, feliz, agradecido, o satisfecho. Puedes sonreír para consolar a alguien. Puedes sonreír, porque estás contento o porque estás enamorado. Una mueca o una sonrisa más oscura se ven similares a una sonrisa, pero significan cosas totalmente diferentes.

Imaginen tratar de enseñar a alguien a sonreír. Imaginen que tratan de describir lo que significan las diferentes sonrisas y cuando, precisamente, para utilizarlas en las conversaciones. Es más difícil que aprender a caminar.
De repente, muchas cosas tenían sentido. Por supuesto Tempi no me miraría a los ojos. No había nada que ganar al mirar el rostro de la persona con la que hablabas. Escuchas  la voz, pero  miras la mano.

Pasé las siguientes horas  tratando de aprender lo básico, pero era exasperantemente difícil. Las palabras son cosas bastante simples. Puedes apuntar a una piedra. Puedes actuar como correr o saltar. Pero ¿Alguna vez has intentado la pantomima de complacencia? ¿Respeto? ¿Sarcasmo? Dudo incluso que mi padre hubiera podido hacer tal cosa.

Debido a esto mi progreso fue lento y frustrante, pero yo no podía dejar de estar fascinado. Era como si de repente estuviera hablando una segunda lengua.
Y eran cosas secretas, de todo tipo. Y yo siempre he tenido debilidad por los secretos.

Necesité tres horas para aprender un puñado de gestos, si se me permite el juego de palabras. Mi progreso se sentía glacial, pero cuando finalmente aprendí el gesto de manos para “subestimación”, sentí un brillo de orgullo que apenas se puedo describir.
Creo que Tempi también lo sintió. —Bien, —dijo con un aplanamiento de la mano que yo estaba bastante seguro de que indicaba aprobación. Se encogió de hombros y se puso de pie, se estiró. Miró el sol a través de las ramas arriba de su cabeza. ¿La comida ahora?

—Pronto. —Había una pregunta que me había estado molestando—. Tempi, ¿por qué hacer todo este trabajo?, —Le pregunté—. Una sonrisa es fácil. ¿Por qué sonríes con las manos?

—Con las manos es muy fácil tambien. Mejor. Más. . . —Se hizo una versión ligeramente modificada del gesto de cepillado de camisa que había usado antes. No de disgusto, ¿irritación? — ¿Cuál es la palabra de personas que viven juntas? Los caminos. Las cosas bien. —Pasó el pulgar a lo largo de la clavícula, ¿Era eso frustración? — ¿Cuál es la palabra del buen vivir juntos? ¿Nadie cagando en el pozo?

Me eché a reír. —¿La civilización?

Él asintió con la cabeza, extendiendo los dedos: diversión. —Sí, —dijo—. Hablar con las manos es la civilización.

—Pero la sonrisa es natural, —protesté—. Todo el mundo sonríe.
—Natural no es civilización, —dijo Tempi—. Cocinar la carne es civilización. Lavar la peste es civilización.

— ¿Así que en Adem siempre se sonríe con las manos? —Me hubiera gustado saber cuál era el gesto de consternación.

—No. —Sonreír con cara bien con familia. Bien con algún amigo.

— ¿Por qué sólo la familia?

Tempi repitió su gesto con el pulgar en de la clavícula nuevo. —Cuando haces esto. —Él presionó su palma al lado de su rostro y sopló el aire atreves, haciendo un gran ruido flatulento. —Eso es natural, pero no lo haces cerca de otras personas. Grosero. Con la familia. . . —Se encogió de hombros. Diversión. . . la civilización no es importante. Más natural con la familia.

— ¿Qué hay de la risa? —Le pregunté—. Yo te he visto reír. —Hice un sonido de ja-ja para que el supiera de lo que estaba hablando.

Se encogió de hombros. —La risa es.
Esperé un momento, pero él no parecía dispuesto a continuar. Lo intenté de nuevo. — ¿Por qué no se ríen con las manos?

Tempi negó con la cabeza. —No. Reír es diferente—. Él dio un paso estrecho y utilizó dos dedos para golpearme el pecho sobre el corazón. ¿Sonreír? —Pasó el dedo por mi brazo izquierdo. ¿Enojado? —Él tocó mi corazón otra vez. Él hizo una expresión de miedo, una de confusión y metió el labio en una mueca ridícula. En cada vez me golpeaba el pecho.

— ¿Pero reír? —Él presionó la palma de su mano contra mi estómago. —Aquí vive reír. —Él corrió su dedo directamente hasta mi boca y extendió los dedos. —Empujar hacia abajo reír no es bueno. No es saludable.

— ¿También llorar? —Le pregunté. Seguí una lágrima imaginaria por mi mejilla con un dedo.

—También llorar. —Puso su mano sobre su propio vientre. —Ja ja ja, —dijo, presionando con la mano para mostrar el movimiento de su estómago. Entonces su expresión cambió a tristeza—. Huh, huh, huh —exhaló unos sollozos exagerados, al presionar el estómago de nuevo. —El mismo lugar. No es saludable empujar hacia abajo.

Asentí con la cabeza lentamente, tratando de imaginar lo que debía ser para Tempi, constantemente abordado por gente demasiado grosera para mantener sus expresiones para sí mismos. Personas cuyas manos constantemente hacían gestos que eran tonterías. —Debe ser muy duro para ti, aquí.
—No es tan difícil. —Subestimación—. Cuando me fui de Adem, saber esto. No civilización. Los bárbaros son groseros.

— ¿Bárbaros?

Hizo un gesto amplio, que englobó nuestro claro, el bosque, todo Vintas. —Aquí todo el mundo como los perros. —Hizo una expresión grotescamente exagerada de ira, mostrando todos sus dientes, gruñendo y poniendo los ojos en blanco como un loco. —Eso es todo lo que sabes. —Se encogió de hombros en indiferente aceptación, como si dijera que no se la tomara contra nosotros.

— ¿Qué pasa con los niños? —Le pregunté—. Los niños sonríen antes de hablar. ¿Eso es malo?

Tempi negó con la cabeza. —Todos los niños son todos bárbaros. Todos sonríen con la cara. Todos los niños groseros. Pero ellos crecen. Miran. Aprenden. —Hizo una pausa, pensativo. Eligiendo sus palabras—. Los bárbaros no tienen ninguna mujer para enseñarles la civilización. Los bárbaros no pueden aprender.

Me di cuenta de que no quería dar a entender ninguna ofensa, pero eso me hizo más decidido que nunca a aprender los detalles del lenguaje de manos Adem.
Tempi se puso de pie y comenzó a entrar en calor con una serie de estiramientos similares a los utilizados en mi Troupe cuando yo era joven. Después de quince minutos de torcerse de un lado a otro, comenzó su lenta pantomima como de baile. Aunque yo no lo sabía en ese momento, eso era llamado el Ketan.

Todavía molesto por el comentario de Tempi  de que los "bárbaros no pueden aprender", decidí que lo seguiría atreves de esto. Después de todo, yo no tenía nada mejor que hacer.

Cuando traté de imitarlo, me di cuenta de lo increíblemente complejo y difícil que era: mantener las manos ahuecadas así de precisamente, los pies en la posición correcta. A pesar de que se movía con lentitud Tempi era casi glacial, me fue imposible imitar su suave gracia. Tempi no se detuvo ni miró en mi dirección. Él nunca ofreció una palabra de aliento o de consejo.

Era agotador y me alegré cuando todo había terminado. Entonces encendí el fuego y até un trípode junto a él. Sin decir palabra, Tempi sacó una dura salchicha y varias papas  que comenzó a pelar con cuidado utilizando su espada.
Me sorprendió esto, ya que Tempi se desvivía por su espada de la misma manera que yo lo hacía con mi laúd. Una vez, cuando Dedan la había recogido, El Adem había respondido con una explosión emocional, bastante dramática. Dramática para Tempi, más bien. Él había hablado dos oraciones completas y fruncido el ceño un poco.

Tempi me vio observándolo y ladeó la cabeza con curiosidad.

Le señalé. — ¿Espada? —Le pregunté—. ¿Para cortar las patatas?

Tempi miró la patata a medio pelar en una mano, la espada en la otra. —Es afilada. —Se encogió de hombros—. Está limpia.

Volví a  encogerme de hombros, sin querer hacer un problema de ello. Mientras trabajábamos juntos,  aprendí las palabras de hierro, nudo, hoja, chispa y sal.

Esperando a que el agua hirviera, Tempi se puso en pie, se sacudió y empezó a entrar en calor estirándose por segunda vez. Lo seguí de nuevo. Fue más difícil  esta vez. Los músculos de mis piernas y brazos estaban sueltos y temblorosos de mi esfuerzo anterior. Hacia el final había tenido que luchar para no temblar, pero había recogido algunos secretos más.

Tempi seguía ignorándome, pero no me importó. Siempre me he sentido atraído por los retos.

domingo, 23 de octubre de 2011

Capitulo 81

 Holaa!! Este capitulo fue traducido por David!!!! Y lo hizo genial! con muy buena redaccion n__n Pues les subo primero el capitulo por que ya andaba subiendo el pack y me di cuenta de que se me habia pasado incluir el resto de los creditos >_< tendre q volver a hacerlo PDF y demas jeje.

Capitulo 81
 La Luna Celosa

Esa noche Marten cazo tres conejos gordos. Yo busqué raíces y recogí algunas hierbas y antes de que el sol se pusiera los cinco nos sentamos para una comida perfecta con la adición de dos grandes hogazas de pan fresco, mantequilla y un queso desmenuzable demasiado local como para tener algún nombre en específico. Los ánimos estaban altos después de un día de buen tiempo y así con la cena llegaron más historias.
Hespe contó una historia sorprendentemente romántica de una reina que amaba a un muchacho del servicio. Ella contó su historia con una pasión suave. Y si lo que ella dijo no mostró un corazón tierno, las miradas que le dio a Dedan al hablar del amor de la reina lo hicieron.
Dedan, sin embargo, no pudo ver las señales de amor en ella. Y con una locura que pocas veces he visto igualada, el comenzó a contar una historia que había oído en la posada de Pennysworth. Una historia de Felurian.
 —El chico que me lo conto era difícilmente mayor que aquí Kvothe, —dijo Dedan—.  Y si lo hubieras oído hablar  habrías visto que no era el tipo que pudiera inventar tal cuento.  —El mercenario tocó su sien de manera significativa.  Pero escucha y juzga por ti mismo si vale la pena creerlo.  
Como he dicho, Dedan tenía una buena lengua y un ingenio más agudo de lo que podrías suponer, cuando decidía utilizarlo. Por desgracia, este fue uno de los momentos en que la primera estaba trabajando y el último no.
 —Por más tiempo del que se recuerde, los hombres han tenido miedo respecto a este tramo de bosque. No por miedo a los hombres sin ley o a perderse.  —Él sacudió la cabeza—.   No. Dicen que los Fairies moran aquí.
 —De pezuña hendida que danzan cuando la luna está llena. Cosas oscuras, con dedos largos que roban bebés de sus cunas. Muchas de las mujeres, esposas  viejas o jóvenes, dejan pan y leche en la noche. Y muchos de los hombres se aseguran de que construyen su casa con todas sus puertas en una fila.
 —Algunos pueden llamar a esta gente supersticiosa, pero ellos saben la verdad. Lo más seguro es evitar a las Fae, pero salvo eso, quieres mantenerte en su favor.
 —Esta es una historia de Felurian. La señora del crepúsculo. La señora del Primer Silencio. Felurian, quien es la muerte para los hombres. Pero una muerte feliz y a la que vas por voluntad propia.
 Tempi hizo un respiró. Fue un pequeño movimiento, pero fue llamativo ya que él había seguido con su costumbre de sentarse inmóvil durante las historias de la noche. Ahora bien, esto tenía más sentido para mí. Él estaba tranquilo.
 —Felurian, —preguntó Tempi—.  Muerte a los hombres. Ella es… —hizo una pausa—.  ¿Ella es sentin?  Levantó las manos en frente a él e hizo un gesto de agarre. Él nos miró, expectante. Luego, al ver que no entendíamos, tocó la espada que yacía a su lado.
Entendí.  —No,  —dije—.  Ella no es uno de los Adem.
Tempi negó con la cabeza y señaló  el arco de Marten.
Negué con la cabeza.  —No. Ella no es una luchadora para nada. Ella. . .   —Me perdí, incapaz de pensar en cómo iba a explicar cómo Felurian mataba a los hombres, sobre todo si nos veiamos obligados a recurrir a los gestos. Desesperado, miré a Dedan en busca de ayuda.
Dedan no lo dudó.  —Sexo, —dijo con franqueza—-.  ¿Conoces el sexo? 
Tempi parpadeó y luego echó atrás su cabeza y se rió. Dedan parecía como si estuviera tratando de decidir si se sentía o no ofendido. Después de un momento Tempi contuvo el aliento.  —Sí,  —dijo simplemente—.  Sí. Yo se de sexo.
  —Dedan sonrió.  —Así es como mata a los hombres.
Por un momento, Tempi parecía más blanco que de costumbre, a continuación, un horror lento se extendió por su cara. No, no horror, era un crudo disgusto y repulsión, que se vio empeorado por el hecho de que su rostro era por lo general tan blanco. Su mano se cerró haciendo varios gestos desconocidos a su lado.  — ¿Cómo?  —casi se ahoga con la palabra.
Dedan empezó a decir algo, luego se detuvo. Luego empezó a hacer un gesto y detuvo este también, mirando tímidamente a Hespe.
Hespe rió por lo bajo en su garganta y se volvió a Tempi. Ella lo pensó un momento y luego hizo un gesto como si estuviera sosteniendo a alguien en sus brazos, besándolos. Entonces ella empezó a tocar su pecho rítmicamente, imitando un latido del corazón. Que latía más rápido y más rápido, luego se detuvo, apretando su mano en un puño y abriendo sus ojos ampliamente. Ella tensó todo su cuerpo y luego se relajó, colgando su cabeza hacia un lado.
 Dedan rio y aplaudió su actuación.  —Eso es todo. Pero a veces. . .  —Él tocó su sien, luego chasqueó los dedos, cruzando los ojos y sacando la lengua.  —Demente.
 Tempi se relajó.  —Oh, —dijo, claramente aliviado—.  Bien. Sí.
 Dedan asintió y volvió a su historia.  —De acuerdo. Felurian. El más preciado deseo de todos los hombres. Belleza sin comparación.  —Para el beneficio de Tempi, hizo un gesto como si estuviera cepillando un largo cabello.
 —Hace veinte años, el padre de este niño y su tío fueron a cazar en este mismo tramo de bosque cuando el sol empezaba a ponerse. Se quedaron hasta más tarde de lo que deberían, entonces decidieron hacer su camino a casa por un atajo directamente a través del bosque en lugar de utilizar el camino como la gente sensata.
 —No habían caminado mucho tiempo cuando oyeron cantar a lo lejos. Se abrieron paso hacia allí, pensando que estaban cerca de la carretera, pero en vez de eso se encontraron a la orilla de un pequeño claro. Y allí estaba Felurian cantando suavemente para sí misma:

Cae-Lanion Luhial
di mari Felanua
Kreata Tu ciar
tu alaran di
Dirella. Amauen.
Loesi an Delan
tu nia vor ruhlan
Felurian Thae. 


 A pesar de que  Dedan hizo un áspero trabajo con la melodía, me estremecí con el sonido de la misma. La melodía era misteriosa, convincente y desconocida por completo. No reconocí el idioma, tampoco. Ni un poco de él.
Dedan asintió con la cabeza cuando vio mi reacción.  —Más que nada, la canción es la prueba que da veracidad a la historia del muchacho. No puedo poner un poco de sentido a esas palabras, pero se pegaron justo en mi cabeza a pesar de que sólo lo cantó una vez.
 —Así que los dos hermanos están acurrucados en el borde del claro. Y gracias a la luna podían ver como si fuera mediodía en lugar de la noche. Ella no vestía ni una prenda y aunque tenía el cabello casi hasta la cintura, era obviamente real que ella estaba tan desnuda como la luna. 
Siempre me han gustado las historias sobre Felurian, pero al mirar a Hespe mi entusiasmo se enfrió. Ella estaba viendo a Dedan y mientras él hablaba, sus ojos se entrecerraron.
Dedan no vio esto.  —Ella era alta, con piernas largas y gráciles. Su cintura era delgada, sus caderas curvas como pidiendo el toque de una mano. Su estómago era agraciado y suave, como una pieza perfecta de corteza de abedul y el hoyuelo de su ombligo parecía hecho para besar.
Los ojos de Hespe eran hendiduras peligrosas para este punto. Pero aún más reveladora era su boca, que había formado una fina línea recta. Un consejo para ti. Si alguna vez llegas a ver esa mirada en el rostro de una mujer, deja de hablar inmediatamente y siéntate en ambas manos. No puedes enmendar el asunto, pero por lo menos te mantendrá lejos de hacer que sea peor.
Desafortunadamente Dedan continuó, sus gruesas manos gesticulando en la luz del fuego.  —Sus pechos eran abundantes y redondos, como los duraznos en espera de ser tomados del árbol. Incluso la Luna celosa que le roba el color a todas las cosas no podía ocultar el rosado… 
Hespe hizo un ruido de disgusto y se obligó a ponerse de pie.  —Me marcho entonces, —dijo. Su voz sonó como un escalofrío, incluso Dedan no pudo evitarlo.
— ¿Qué?  —La miró a ella, todavía manteniendo las manos delante de sí mismo, congelado en el acto de agarrar un  par de senos imaginarios.
Ella se alejó, murmurando en voz baja.
 Dedan dejó que sus manos cayeran pesadamente en su regazo. Su expresión pasó de confundido a herido y a la ira en el espacio de una respiración. Después de un segundo se puso de pie, ásperamente cepillo trozos de hojas y ramitas de sus pantalones murmurando para sí. Recogió sus mantas y se dirigió hacia el otro lado de nuestro pequeño claro.
 — ¿Terminó con los dos hermanos corriendo tras ella y el padre del niño quedando atrás?   —Le pregunté.
Dedan me devolvió la mirada.  —Ya la has oído entonces. Podrías haberme detenido si no…  
—Sólo estoy adivinando,  —le dije rápidamente—.  Odio no escuchar el final de una historia. 
 —Su padre metió un pie en un agujero de conejo, —dijo Dedan en breve—.  Se torció el tobillo. Nadie vio al tío otra vez. —Se mantuvo fuera del círculo de luz del fuego, con una expresión sombría.
Le dirigí una mirada suplicante a Marten, quien negó con la cabeza.  —No,  —dijo en voz baja—.  No voy a ninguna parte. Por nada del mundo. Tratar de ayudar en este momento sería como tratar de apagar un fuego con mis manos. Doloroso y sin ningún resultado real.
Tempi comenzó a hacer su cama. Marten hizo un gesto circular con un dedo y me dio una  mirada interrogante, preguntándome si quería la primera guardia. Asentí, y él recogió su saco de dormir, diciendo: Atractivas como son algunas cosas, tienes que sopesar los riesgos. ¿Cuánto lo quieres, cuanto estas dispuesto a arriesgar por ello?
 —Extinguí el fuego y pronto la oscuridad profunda de la noche se instaló en el claro. Me acosté de espaldas, mientras miraba las estrellas y mis pensamientos fueron para Denna.

sábado, 22 de octubre de 2011

Capitulo 80

Yeahh pues aqui esta este capitulo cortito! Ya ochenta capitulos! es geniaal!! ya solo quedan cuatro capitulos que pueden apartar asi que pidanlos xD ahh sii yo traduje este.
Y creo que ahorita subo el pack que ya practicamente esta :D
 
Capítulo 80
Armonía

Al día siguiente Marten se fue con Hespe y Dedan mientras Tempi y yo nos quedamos atrás para echarle un ojo en el campamento.
Sin nada más en que ocupar mi tiempo, empecé a buscar leña extra. Luego busqué hierbas útiles en la maleza y traje agua del manantial cercano. Entonces me ocupé en desempacar, clasificar y reorganizar todo en mi bolsa de viaje.
Tempi desmonto su espada, la limpio meticulosamente y engraso todas las piezas. No parecía aburrido, pero por otra parte, nunca parecía nada.
Al mediodía yo ya estaba casi loco de aburrimiento. Habría leído, pero no me había traído un libro. Le habría cosido bolsillos a mi raída capa, pero no tenía tela de repuesto. Habría tocado mi laúd, pero un laúd de troupe está diseñado para llevar la música a través de una taberna ruidosa. Aquí, su sonido podría viajar varios kilómetros.
Habría conversado con Tempi, pero tratar de tener una conversación con él era como jugar con un pozo a atrapar la pelota.
Sin embargo, parecía ser mi única opción. Me acerqué a donde Tempi estaba sentado. Había terminado de limpiar su espada y estaba haciendo pequeños ajustes a la empuñadura de cuero.
— ¿Tempi?
Tempi dejó a un lado su espada y se puso de pie. Se puso de pie incómodamente cerca de mí, con poco más de treinta centímetros de espacio entre nosotros. Entonces dudó y frunció el ceño. No fue un gran gesto, apenas un adelgazamiento de los labios y una línea ligeramente entre las cejas, pero en el rostro como de hoja en blanco de Tempi, se destacó como una palabra escrita con tinta roja.
Se apartó de mí por dos buenos pasos y luego miró a la tierra entre nosotros y se adelantó un poco.
La comprensión me cayó encima. —Tempi, ¿A qué distancia permanecen unos de otros los Adem?
Tempi me miró fijamente por un segundo, se echó a reír. Una tímida sonrisa parpadeó en su rostro, lo que lo hizo lucir muy joven. Dejo su boca rápidamente, pero se demoró alrededor de sus ojos. —Listo. Sí. Diferente en Adem. Para ti, cerca. —Él se paro incómodamente cerca y luego retrocedió.
— ¿Para mí? —Le pregunté—. ¿Es diferente para diferentes personas?
Él asintió con la cabeza. —Sí.
— ¿Qué tan cerca de Dedan?
Él se inquietó. —Complicado.
Sentía una curiosidad familiar parpadeando dentro de mí. —Tempi, —le dije—. ¿Me enseñarías estas cosas? ¿Enseñarme tu idioma?
—Sí, —dijo. Y aunque su rostro no traiciono nada de eso, pude escuchar un gran peso de alivio en su voz—. Sí. Por favor. Sí.

***

Al final de la tarde, había aprendido unas salvajes palabras Ademicas, inútiles y dispersas. La gramática me era todavía un misterio, pero así es como se empieza siempre. Afortunadamente, las lenguas son como los instrumentos musicales: cuanto más sepas, más fácil te será aprender otros nuevos. Ademico era mi cuarto.
Nuestro mayor problema fue que el Aturano de Tempi no era muy bueno, lo que nos dio poco de terreno común. Así que dibujamos en la tierra, señalamos y agitábamos las manos un poco. Varias veces, cuando los simples gestos no eran suficientes, acabamos por realizar algo parecido a una pantomima o un poco de acto de mímica con el fin de conseguir decir lo que querríamos a través de ello. Era más entretenido de lo que esperaba.
Hubo un bloqueo con el que tropezamos el primer día. Había aprendido una docena de palabras y el pensé en otra que podría ser útil. Hice un puño y fingí lanzar un puñetazo a Tempi.
Freaht, —dijo.
Freaht, —repetí.
Él negó con la cabeza. —No. Freaht.
Freaht, —le dije con cuidado.
—No, —dijo con firmeza—. Freaht es. . . —Él enseñó los dientes y movió su mandíbula como si estuviera mordiendo algo—. Freaht. —Golpeó con el puño en la palma de su mano.
Freaht, —le dije.
—No. —Me quedé sorprendido por el peso de la condescendencia de su voz—. Freaht.
Mi cara se puso caliente. —Eso es lo que estoy diciendo. Freaht! Freaht! Fre--
Tempi extendió la mano y me golpeó a un lado de la cabeza con la palma de su mano. Fue la misma manera que él había golpeado a Dedán ayer por la noche, la forma en que mi padre me habría corregido cuando estaba siendo problemático en público. No era lo suficientemente fuerte para herir, solo era sorprendente. Nadie me había hecho eso a mí en años.
Aún más sorprendente fue que apenas lo vi. El movimiento fue suave y vago y más rápido que chasquear los dedos. Él no parecía querer dar a entender nada insultante con ello. No estaba más que consiguiendo mi atención.
Levantó su pelo rubio y señaló su oreja. —Escucha, —dijo con firmeza—. Freaht. —Mostró los dientes otra vez, haciendo un movimiento de morder—. Freaht. —Levanto un puño—. Freaht. Freaht.
Y yo lo oí. No era el sonido de la palabra en sí, era la cadencia de la palabra. — ¿Freaht? —Le dije.
Él me obsequió con una pequeña y rara sonrisa. —Sí. Bien.
Luego tuve que volver atrás y volver a aprender todas las palabras, tomando nota de su ritmo. En realidad no lo había oído antes, simplemente lo imitaba. Poco a poco, descubrí que cada palabra puede tener diferentes significados dependiendo de la cadencia de los sonidos que la componen.
Aprendí las frases más importantes “¿Qué significa eso?" Y "Explica eso más lentamente", además de un par de docenas de palabras: Luchar. Mirar. Espada. Mano. Bailar. La pantomima que tuvimos que realizar para llegar a entender la última nos dejó a los dos riendo.
Fue fascinante. Las cadencias diferentes de cada palabra hacían que el lenguaje en sí mismo tuviera una especie de música. No podía dejar de preguntarme. . .
— ¿Tempi? —Le pregunté—. ¿Cuáles son tus canciones? —Me miró fijamente por un momento y pensé que no podría entender la cuestión abstracta—. ¿Puedes cantarme una canción Adem?
— ¿Que es canción? —Preguntó. A última hora, Tempi había aprendido el doble de palabras que yo.
Me aclaré la garganta y canté:

La pequeña Jenny sin zapatos se fue a caminar con el viento.
Ella estaba buscando un chico lindo para hacerlo reír y sonreír.
Sobre su cabeza un sombrero de pluma, en sus labios un silbato.
Sus labios estaban húmedos y dulce miel. Su lengua era afilada como el cardo.


[Little Jenny no-shoes went a-walking with the wind.]
[She was looking for a bonny boy to laugh and make her grin.]
[Upon her head a feather cap, upon her lips a whistle.]
[Her lips were wet and honey sweet. Her tongue was sharp as thistle.]


Los ojos de Tempi se agrandaron mientras yo cantaba. Él prácticamente se quedó boquiabierto.
— ¿Tú? —Le pedí, apuntando a su pecho—. ¿Puedes cantar una canción Adem?
Con el rostro enrojecido de un rojo ardiente y una docena de emociones corriendo salvajes y sin disfraz en su rostro: asombro, horror, vergüenza, conmoción, asco. Se puso de pie, dándome la espalda y hablando algo en Ademico demasiado rápido para seguirlo. Vio por todos lados como si yo le hubiera pedido desnudarse y bailar para mí.
—No, —dijo, arreglándoselas para reponerse un poco. Su rostro estaba compuesto de nuevo, pero su piel blanca seguía siendo de un rojo violento—. No. — Miró hacia abajo al suelo, se tocó el pecho, movió la cabeza—. No hay canciones. No hay canciones Adem.
Me puse de pie, sin saber lo que había hecho mal. —Tempi. Lo siento.
Tempi negó con la cabeza. —No. Nada de lo siento. —Respiró profundamente y sacudió la cabeza como se dio vuelta y empezó a alejarse—. Complicado.

viernes, 21 de octubre de 2011

Capitulo 79

Pues aqui esta este capitulo traducido por Chio!! :D una de nuestras mas recientes traductoras! sigan pidiendo capitulos que ya es lo ultimo!
 Ya tengo completo el capitulo siguiente asi que puedo decir con seguridad que mañana tambien hay, tambien el pack de capitulos, sale que esten genial todos n__n ya falta poquitisimo para que salga la traduccion oficial! me emociona jeje.

Capitulo 79
Señales

Después del desayuno, Marten comenzó a enseñarnos a Tempi y a mi cómo buscar el rastro de los bandidos.
Cualquier persona puede detectar un trozo de camisa rota colgando de una rama o una huella impresa en la tierra, pero esas cosas nunca suceden en la vida real. Se hacen con propósito de hacer conveniente la trama en las obras de teatro, pero en realidad, ¿cuándo te has arrancado alguna vez la ropa tan en serio que te has dejado un pedazo detrás?
Nunca. Las personas que estábamos cazando eran muy listas, así que no podía contar con que  ellos cometieran errores obvios. Eso significaba que Marten era el único entre nosotros que tenía alguna idea de lo que estábamos buscando.
—Cualquier rama rota, —dijo—. En su mayoría va a estar donde las cosas son tupidas y enredadas: a la altura de la cintura o la altura del tobillo. —Hizo un gesto como si pateara a través de espesos matorrales y apartara a un lado cosas con las manos—. Ver una ruptura real es difícil, así que busquen en las hojas. —Hizo un gesto a un arbusto cercano—. ¿Qué ven allí?
Tempi señaló a una rama inferior. Hoy llevaba su camisa gris lisa de andar y sin sus rojos de mercenario, se veía aún menos imponente.
Miré hacia donde apuntaba Tempi y vi la rama que había sido quebrada, pero no lo suficiente como para romperse.
— ¿Así que alguien ha pasado por aquí? —Le pregunté
Marten se encogió de hombros con su arco colgado sobre uno de ellos. —Yo pase. Lo hice ayer por la noche. —Él nos miró—. ¿Ven cómo incluso las hojas que no están colgando extrañamente están empezando a marchitarse?
Asentí con la cabeza.
—Eso significa que alguien ha pasado por este camino hace un día o dos. Si ya han pasado dos o tres días, las hojas se ponen marrones y mueren. Mira ambas, cerca una de la otra. . . — Me miró.
—Significa que tienes a alguien que se mueve por la zona más de una vez, con días de diferencia.
Él asintió con la cabeza. —Mientras estoy explorando y echando un ojo fuera buscando a los bandidos, ustedes serán los que tengan su nariz sobre el suelo. Cuando encuentren algo como esto, me llaman.
— ¿Llamar? —Tempi ahueco sus manos alrededor de su boca y volvió la cabeza en diferentes direcciones. Hizo un amplio gesto a los árboles circundantes y se llevó la mano a la oreja, fingía escuchar.
Marten frunció el ceño. —Tienes razón. No pueden ir gritándome. —Se frotó la nuca con frustración—. Maldita sea, no pensamos esto hasta el final.
Le sonreí. —Yo lo pensado, —le dije y saqué un silbato de madera áspera que había tallado la noche anterior. Sólo tenia dos notas, pero eso era todo lo que necesitábamos. Lo puse en mi boca y soplé. Ta-ta DEE. Ta-ta DEE.
Marten sonrió. —Eso es una Viuda de Will, ¿no? El tono esta muerto.
Asentí con la cabeza. —Eso es lo que hago.
Se aclaró la garganta. —Desafortunadamente, la Viuda de Will es también llamada la Noche-Chirria. Hizo una mueca, como disculpándose—. Chirria de Noche, claro está. Eso va a atraer el oído de cualquier leñador experimentado como un anzuelo si vas soplando cada vez que quieras que yo vaya echar un vistazo a algo.
Bajé la vista al silbato. —Manos Negras, —juré—. Debería haber pensado en eso.
—Es una buena idea, —dijo—. Sólo necesitamos uno para un pájaro diurno. Tal vez un gaitero de oro. —Él silbó dos notas—. Eso debería ser bastante simple.
—Voy a tallar uno diferente esta noche, —dije y me incliné por una ramita. La partí y di la mitad a Marten. —Esto voy a hacer si tengo que avisarte hoy.
Miró vagamente el palito. — ¿Cómo exactamente va a ayudar?
—Cuando necesitamos tu opinión sobre algo que hemos encontrado, voy a hacer esto. Me concentré, murmuré un enlace y moví mi mitad del palito.
Marten saltó medio metro hacia arriba y uno y medio hacia atrás, dejando caer el palito. Para su crédito, no gritó. — ¿Que en diez infiernos fue eso? —Siseó, retorciéndose las manos.
Su reacción me sorprendió y mi propio corazón estaba agitado. —Marten, lo siento. Es sólo un poco de simpatía. —Vi una arruga en su entrecejo y cambié de táctica—. Sólo una pequeña magia. Es como un trozo de cuerda mágica que utilizo para atar dos cosas juntas.
Me imaginaba a Elxa Dal tragarse su lengua ante esta descripción, pero seguí adelante. —Yo puedo unir estas cosas, así que cuando tiro de la mía. . . —Me moví para pararme a donde su mitad de la rama estaba en el suelo. Alcé mi mitad y la otra mitad del suelo se elevó en el aire.
Mi demostración tuvo el efecto deseado. Moviéndose juntas, las dos ramas parecían la más burda y más triste marioneta en el mundo. Nada de lo que asustarse. —Es como una cuerda invisible, excepto que no se enreda o se queda atrapada en nada.
— ¿Qué tan fuerte va a tirar de mí? —Preguntó con cautela—. No quiero que me tiré de un árbol cuando estoy explorando.
—Soy sólo yo en el otro extremo de la cuerda, —le dije—. Yo sólo la voy a sacudir un poco. Como al flotante en una línea de pesca.
Marten dejó de retorcerse las manos y se relajó un poco. —Me sorprendiste es todo, —dijo—.
—Es mi culpa, —le dije—. Debería haberte advertido. —Cogí el palito, manejándolo con una indiferencia deliberada. Como si no fuera nada más que un palo ordinario. Por supuesto que no era más que un palo ordinario, pero Marten  lo necesitaba para estar tranquilo en cuanto a ese punto. Es como Teccam dijo nada en el mundo es más difícil que convencer a alguien de una verdad desconocida.


***

Marten nos enseñó a ver cuándo las hojas o las agujas de pino habían sido perturbadas, cómo detectar cuando se había caminado a través de las piedras, cómo saber si el musgo o los líquenes habían sido dañados por el pasar de una persona.
El viejo cazador era un profesor sorprendentemente bueno. No se extendía en sus puntos, no nos hablaba rebajándonos y no le importaban las preguntas. Incluso los problemas de Tempi  con el idioma no le frustraron.
Aun así, nos tomó horas. Un día completo y la mitad de otro. Entonces, cuando pensé que finalmente habíamos terminado, Marten nos dio vuelta y comenzó a llevarnos hacia el campamento.
—Ya hemos estado aquí, —le dije—. Si vamos a la practicar, practiquemos en la dirección correcta.
Marten no me hizo caso y siguió caminando. —Dime lo que ves.
Veinte pasos más adelante, Tempi señaló. —Musgo, —dijo—. Mi pie. Yo caminé.
La comprensión llego a mí y me puse a ver todas las marcas que Tempi y yo dejamos. Durante las siguientes tres horas, Marten nos llevó paso tras humillante paso de nuevo entre los árboles, mostrándonos todo lo que habíamos hecho para delatar nuestra presencia allí: una parte desgastada en contra de los líquenes sobre un tronco de árbol, un trozo de roca recién roto, la decoloración de las agujas de pino desprendidas.
Lo peor de todo eran media docena de hojas de color verde brillante que estaban destrozadas en el suelo en un ordenado semicírculo. Marten levantó una ceja y me ruboricé. Yo las había sacado de un arbusto cercano, triturándolas ociosamente mientras escuchaba a Marten.
—Piensen dos veces y pisen con cuidado, —dijo Marten—. Y mantengan un ojo en el otro. —Miró de ida u vuelta entre Tempi y yo—. Estamos jugando un juego peligroso aquí.
A continuación, Marten nos mostró la manera de cubrir nuestras huellas. Pronto quedó claro que una señal mal disimulada a menudo era más obvia que una simplemente dejada en paz. Por eso, durante las próximas dos horas aprendimos a ocultar nuestros errores y a rastrear los errores que otros habían tratado de ocultar.
Sólo entonces, cuando la tarde se volvía noche, Tempi y yo empezamos a buscar en esa franja de bosque más grande que la mayoría de las baronías. Caminamos juntos, en zigzag de ida y vuelta, en busca de cualquier señal del rastro de los bandidos.
Pensé en el largo día que se extendía por delante de nosotros. Yo había pensado que buscar en los archivos había sido tedioso. Sin embargo, buscar una rama rota entre todo ese bosque hacia parecer la caza del gramo como ir a la panadería por un bollo.
En los Archivos tuve la oportunidad de hacer descubrimientos por accidente. En los Archivos tuve a mis amigos: conversación, bromas, cariño. Mirando de reojo a Tempi, me di cuenta de que podía contar las palabras que había dicho hoy: veinticuatro y el número de veces que había hecho contacto visual: tres.
¿Cuánto tiempo se necesitaría? ¿Diez días? ¿Veinte? Tehlu misericordioso, ¿podría pasar un mes aquí, sin volverme loco?
Con pensamientos como estos, cuando vi algunos trozos de corteza de un árbol y un puñado de hierba doblada por el camino equivocado, estaba inundado de alivio.
Como no quería hacerme ilusiones, hice una seña a Tempi. — ¿Ves algo aquí? —Él asintió con la cabeza, jugando con el cuello de su camisa y luego señaló a la hierba que había visto. Luego señaló un poco de desgaste de la raíz expuesta que no había notado.
Casi aturdido por la emoción, saqué la rama de roble y avisé a Marten. Lo moví con mucho cuidado, porque no quería enviarle otro susto.
Eso fue solo dos minutos antes de que Marten saliera de los árboles, pero para ese momento, había formado ya tres planes en cuanto a la manera de rastrear y matar a los bandidos, compuesto cinco monólogos de disculpa a Denna y decidido que cuando volviera a Severen, donaría dinero a la iglesia Tehlina dando las gracias por este milagro tangible.
Esperaba que Marten se irritara por que le había llamado de nuevo tan pronto. Pero su expresión era muy convencional cuando llegó junto a nosotros.
Señalé la hierba, la corteza y la raíz. —Tempi vio el último. —Dije, dando crédito a quien crédito merece.
—Bueno, —dijo en serio—. Buen trabajo. También hay una rama doblada por ahí—. Hizo un gesto a pocos pasos a la derecha.
Me volví para hacer frente a la dirección que la pista parecía indicar. —Lo más probable es que estén al norte de aquí, —le dije—. Más allá del camino. ¿Crees que sería mejor exploramos un poco ahora, o esperamos hasta mañana, cuando estemos frescos?
Marten me miró. — ¡Dios mío, muchacho! Estas no son señales reales del rastro. Son demasiado obvias, todas muy juntas. —Él me dirigió una larga mirada—. Yo las dejé. Necesitaba asegurarme de que no iban a dormirse después de unos minutos de mirar.
Mi alegría cayó de un lugar en mi pecho y aterrizó a mis pies, rompiéndose, como un frasco de vidrio inclinado desde un estante alto. Mi expresión debe haber sido lamentable, ya que Marten me dio una sonrisa de disculpa. —Lo siento. Debí haberles dicho. Voy a estar haciéndolo de vez en cuando todos los días. Es la única oportunidad que tenemos que estar alerta. Esta no es mi primera vez cazando a través de montones de heno, ya sabes.


***

La tercera vez que llamamos a Marten de regreso, nos propuso hacer una apuesta. Tempi y yo íbamos a ganar medio penique por cada señal que encontráramos y él iba a ganar un sueldo de plata por cada una que perdiéramos. Brinque ante la oferta. No sólo nos ayudaría a mantenernos en nuestros pies, sino que cinco a uno, las probabilidades parecían más que generosas.
Esto hizo que el resto del día pasara rápidamente. Tempi y yo perdimos algunas señales: un madero desplazado fuera de lugar, algunas hojas esparcidas y una telaraña rota. Pensé que esto último era un poco injusto, pero aun así, para el momento en que nos dirigimos de vuelta al campamento por la noche, Tempi y yo estábamos dos peniques por delante.
Durante la cena, Marten contó una historia sobre el hijo de una viuda joven que dejó su casa para hacer su fortuna. Un calderero le vendió un par de botas mágicas que le ayudaron a rescatar a una princesa en una alta torre en las montañas.
Dedan asentía con la cabeza mientras comía, sonriendo como si la hubiera escuchado antes. Hespe rió en algunos lugares, se quedó sin aliento en otros, el público perfecto. Tempi permaneció inmóvil con las manos cruzadas en su regazo, no mostrando nada de la inquietud nerviosa que había llegado a esperar de él. Se quedó de esta manera durante toda la historia, escuchando, mientras que su cena se enfriaba.
La historia era buena. Había un gigante hambriento y un juego de adivinanzas. Pero el hijo de la viuda era inteligente y al final se llevó a la princesa hacia atrás y se casó con ella. Me era una historia familiar y escucharla me recordó tiempos pasados, cuando yo tenía un hogar, una familia.