miércoles, 2 de noviembre de 2011

Capitulo 87

Holaa!! bueno este capitulo fue traducido por Chio!! y costo un monton de trabajo tanto a ella en la traduccion como a mi en la revision, tanto por que es algo largo como por la manera que habla un tipo  y Tempi, pero aqui esta y espero que lo disfruten mucho :D ahorita en seguida el siguiente.

Capítulo 87
El Lethani

Al día siguiente Tempi y yo fuimos a Crosson por suministros. Esto significaba un largo día de caminata, pero no tener que buscar un rastro en cada paso del camino me hizo sentir como si estuviéramos volando por el camino.

Mientras caminábamos, Tempi y yo intercambiamos palabras de ida y vuelta. Aprendí las palabras sueño, olor y hueso. Me enteré que había diferentes palabras en Ademico para el hierro y espada de hierro.

Luego tuvimos una larga hora inútil de conversación cuando él intento ayudarme a entender lo que quiso decir cuando se frotó los dedos sobre la ceja. Casi parecía ser la misma cosa que un encogimiento de hombros, pero dejó en claro que no era lo mismo. ¿Era  indiferencia? ¿Ambigüedad?

— ¿Es el sentimiento que experimentas cuando alguien te ofrece una opción? —Intente de nuevo—.  Alguien te ofrece una manzana o una ciruela  —Levanté las manos en frente de mí mismo—.  Pero ambas te gustan lo mismo. —Apreté los dedos juntos y me alisé más de dos veces la ceja—. ¿Ese sentimiento?

Tempi negó con la cabeza. —No. —Se detuvo por un momento y luego continuó. A su lado, su mano izquierda, dijo: Falta de honradez. — ¿Qué es  ciruela? —Atento.

Lo miré confundido. — ¿Qué?

— ¿Qué quiere decir ciruela? —Hizo un gesto de nuevo: Profundamente Serio. Atento.

Volví mi atención a los árboles y de inmediato se escuchó: el movimiento en la maleza.

El ruido venía de la parte sur de la carretera. El lado que no habíamos buscado todavía. Los bandidos. La emoción y el miedo crecieron en mi pecho. ¿Nos atacaban de nuevo? En mi capa raída dudé que me viera como mucho de un objetivo, pero yo llevaba mi laúd en su oscuro estuche caro.

Tempi se había cambiado de nuevo a su apretada ropa roja de mercenario para el viaje a la ciudad.  ¿Haría eso desmotivarse a un hombre con un arco? ¿Les parecería que era un juglar lo suficientemente rico como para contratar a un guardaespaldas Adem? Podíamos parecer fruta madura para la cosecha.

Pensé con nostalgia en el captura flechas que le había vendido a Kilvin y me di cuenta que había estado en lo cierto. La gente pagaría un alto precio por ellos. Daría hasta el último centavo en el bolsillo por uno ahora mismo.

Hice un gesto a Tempi: Aceptación. Falta de honradez. Acuerdo. —Una ciruela es una fruta dulce, —le dije, forzando mis oídos a los sonidos reveladores de los árboles circundantes.

¿Debíamos correr a los árboles para protegernos, o sería mejor fingir que no éramos conscientes de ellos? ¿Qué podía hacer si atacaban? Yo tenía el cuchillo que había comprado al calderero en mi cinturón, pero no tenía ni idea de cómo usarlo. De repente estaba consciente de cuan pobremente preparado estaba. ¿En nombre de Dios que estaba haciendo yo aquí? Yo no pertenecía a esta situación. ¿Por qué el Maer me había enviado?

Justo cuando estaba empezando a sudar en serio, oí un brusco chasquido y crujido en la maleza. Un ciervo con cuernos salió de entre los árboles y estuvo al otro lado del camino en tres saltos fáciles. Un momento después, dos ciervas seguidas. Una hizo una pausa en el centro del camino y se volvió a mirarnos con curiosidad, con la oreja larga dando espasmos. Luego se fue para perderse entre los árboles.

Mi corazón estaba acelerado y dejé escapar una risa nerviosa. Me volví para mirar a Tempi, sólo para encontrarlo con su espada desenvainada. Los dedos de su mano izquierda se curvaron en Vergüenza y luego hizo varios gestos rápidos que no pude identificar.

Envainó la espada sin alguna floritura de cualquier tipo. Un gesto tan casual como meter la mano en el bolsillo. Frustración.

Asentí con la cabeza. Encantado como estaba de no tener flechas brotando de mi espalda, una emboscada por lo menos nos habría dado una idea de dónde estaban los bandidos. Acuerdo. Atenuación.

Nosotros continuamos nuestra caminata en silencio hacia Crosson.

***

Crosson no era una gran  ciudad. Tenía veinte o treinta edificios con un denso bosque a cada lado. Si no hubiera estado en el camino real, es probable que ni siquiera hubiera merecido un nombre.

Pero ya que estaba en el camino real, había una tienda bastante surtida de mercancía general que suministraba a los viajeros y a la siembra de las granjas cercanas. Había una pequeña estación postal que también era una librea y una herradora y una pequeña iglesia que era también una fábrica de cerveza.

Y una posada, por supuesto. Mientras que la Luna Sonriente estaba era apenas a una tercera parte de Pennysworth, todavía estaba varios metros por encima de lo que cabría esperar para un pueblo como este. Tenía dos pisos de altura, con tres salones privados y una casa de baños. Un gran cartel pintado a mano mostraba una luna menguante que llevaba un chaleco, sujetando su panza, mientras sonreía.

Había llevado mi laúd desde la mañana, con la esperanza de que podría ser capaz de tocar a cambio de un poco de comida. Pero eso era sólo una excusa. Yo estaba desesperado por cualquier excusa para tocar. Mi forzado silencio me estaba mellando tanto como los murmullos de Dedan. No había pasado tanto tiempo sin mi música desde que me había quedado sin hogar en las calles de Tarbean.

A Tempi y a mí se nos cayó nuestra lista de suministros cuando una anciana entro corriendo a la tienda. Cuatro barras de pan, media libra de mantequilla, un cuarto de  sal, harina, manzana seca, salchichas, un poco de tocino, un saco de nabos, seis huevos, dos botones, plumas para emplumar las flechas de caza de Marten, cordones, jabón, y un afilador nuevo para reemplazar uno que Dedan había roto. En total, llegaría a ocho sueldos de plata del Maer con lo que la cartera adelgazaba rápidamente.

Nos  dirigimos a la posada para comer, sabiendo que serían una o dos horas antes de  nuestras cosas estuvieran listas. Sorprendentemente, yo podía oír el ruido de la taberna de enfrente. Lugares como este estaban generalmente ocupados por la tarde cuando los viajeros se detienen por la noche, no en las horas centrales del día cuando todos están en el campo o en el camino.

La sala se silencio cuando abrimos la puerta. Al principio yo esperaba que los clientes estuvieran contentos de ver un músico, luego vi que todos los ojos estaban en Tempi en sus rojos ajustados de mercenario.

Había a cálculo quince o veinte personas en la taberna. Algunos encorvados en el bar, otras agrupadas en torno a las mesas. No estaba tan lleno, pero no podía encontrar una mesa para sentarnos, así que nos tomó un par de minutos antes de que la única mesera hostigada viniera a nuestra mesa.

— ¿Qué será entonces?, —Preguntó, cepillando una hebra de cabello sudoroso de su cara. —Tenemos una sopa de guisantes con tocino y un budín de pan.

—Suena bien, —le dije—.  ¿Puedes darnos una manzana y queso también?

— ¿Para tomar?

—Sidra suave para mí, —le dije.

—Cerveza, —dijo Tempi y luego hizo un gesto con dos dedos sobre la mesa. —Whisky pequeño. Buen whisky.

Ella asintió con la cabeza. —Voy a tener que ver su dinero.
Levanté una ceja. — ¿Han tenido problemas últimamente?

Ella suspiró y puso los ojos en blanco.

Le entregue sus tres medios peniques y ella se apresuró. Para entonces yo estaba seguro de que no lo estaba imaginando: los hombres en la sala estaban dándole a Tempi miradas oscuras.

Me dirigí a un hombre en la mesa de al lado, que comía en silencio su plato de sopa. — ¿Se trata de un día de mercado o algo así?

Me miró como si yo fuera un idiota y vi que tenía un moretón violeta en la mandíbula. —No hay día de mercado en Crosson. No hay mercado.

—He venido por aquí hace un tiempo y las cosas estaban tranquilas. ¿Qué está haciendo todo el mundo aquí?

—Lo mismo de siempre, —dijo—.  En busca de trabajo. Crosson es la última parada buena y grande antes de Eld. Una pequeña e inteligente caravana  recogía un guardia o dos. —Tomó un trago—.  Pero demasiada gente ha sido atacada fuera entre los  árboles por bandidos en los últimos tiempos. Las caravanas no están llegando tan a menudo.

Miré alrededor de la habitación. No tenían armaduras, pero ahora que yo estaba atento pude ver las marcas de la vida de mercenarios en la mayoría de ellos. Eran más duros que las de la gente común del pueblo. Más cicatrices, más narices rotas, varios cuchillos, más arrogancia.

El hombre dejó caer la cuchara en la taza vacía y se puso de pie. — Puedes sentarte aquí para lo que me importa—, dijo—, He estado aquí seis días y sólo vi cuatro carromatos pasar. Además, sólo un idiota podría dirigirse hacia el norte cobrando un día.

Cogió un paquete grande y se la puso sobre sus hombros.
 —Y con toda la gente desapareciendo, sólo un idiota podría tomar ayuda adicional en un lugar como este. Te daré un consejo gratis, la mitad de estos hijos de puta malolientes probablemente te cortarían el cuello  la primera noche en el camino.

Un hombre de hombros anchos, con una salvaje barba negra soltó una risa burlona desde donde se encontraba en el bar. —Sólo parque teh no pueás tirar los dados no hace da mí un criminal, ase que, —dijo con un acento norteño y grueso—. Teh dices algo asé otra vez y te d´are más del doble ´e lo que te g´anaste la última noche. Más los intreses.
El tipo con el que había estado hablando le hizo un gesto que no tenías por qué ser Adem para entender y se dirigió hacia la puerta. El hombre barbudo se echó a reír.

Las bebidas se presentaron en ese momento. Tempi bebió la mitad de su whisky de un solo trago y dejó escapar un largo suspiro satisfecho, encorvándose en su asiento. Tomé un sorbo de mi sidra. Yo había estado contando con que tocaría una o dos horas a cambio de comida. Pero no era lo suficientemente tonto como para tocar en una sala llena enteramente de mercenarios frustrados.

Podría haberlo hecho, claro está. En una hora, yo los hubiera podido hacer reír y cantar. En dos horas, los habría puesto a llorar  por la cerveza y pedirle disculpas a la camarera. Pero no por el precio de una comida. No, a menos que no tuviera otras opciones mejores. Esta habitación apestaba a problemas. Era una pelea a punto de ocurrir. No hay artista de troupe que se precie que  deje de reconocer esto.

El hombre de hombros anchos tomó una taza de madera y se acercó con naturalidad teatral a nuestra mesa en la que sacó una silla para él. Esbozó una amplia sonrisa poco sincera a través de su negra y espesa barba y saco la mano en dirección a Tempi. —Hola, —dijo él lo suficientemente fuerte para que todos en el bar  escucharan. — Me nombre ´s Tam. ¿Teh´eres?

Tempi extendió la mano y la sacudió, su mano era pequeña y pálida al lado de la poderosa y enormemente peluda mano del otro hombre. —Tempi.

Tam le sonrió. — Y que stás teh ´ciendo en la ciudá.

—Sólo estamos de paso, —le dije. —Nos encontramos en el camino y fue lo suficientemente bueno para caminar conmigo.

Tam me miró de arriba abajo con desdén. —No´stoy hablandot´ a ti, muchacho, —gruñó. —Metete´n tes asuntos.

Tempi permaneció en silencio, mirando al hombre grande con la misma expresión plácida, siempre atento. Vi su mano izquierda llegar a la oreja en un gesto que no reconocí.

Tam tomó un trago, mirando Tempi todo el tiempo. Cuando bajó la taza, tenía el pelo oscuro alrededor de su boca húmeda y limpió con el antebrazo su cara para secarla. —Siempre meh preguntao—, dijo, lo suficientemente fuerte como para hacerlo llegar a toda la sala. — Teh Adem. ¿Cuánto ´s lo que uno ´e tes chavales g´ana?

Tempi se volvió hacia mí, su cabeza ligeramente inclinada hacia un lado. Me di cuenta de que probablemente no podía entender el acento del hombre.

—Él quiere saber cuánto dinero ganas, —le expliqué.

Tempi hizo un ademan para desestimar la pregunta. —Complicado.

Tam se inclinó sobre la mesa. — ¿Cuánto se teh fueras contratao pa´ proteger una caravana? ¿Cuánto cobrarías teh al día?

—Dos iotas. —Tempi se encogió de hombros—.  Tres.

Tam dejó escapar una risa llamativa, lo suficientemente fuerte que podía oler su aliento. Yo esperaba que apestara, pero no lo hizo. Olía a sidra dulce mezclado con especias.   — ¿Astedes escucharon eso chicos? —Gritó por encima del hombro—.  Tres´iotas al día. ¡Y apenas puede hablar!

Casi todo el mundo  estaba viendo y escuchando, y este dato trajo un murmullo de irritación de la habitación.

Tam se volvió hacia la mesa. —La mayoría de nosotros cobramos un penique  al día, cuando llegamos a trabajar en absoluto. Yo cobro dos, parque soy bueno con los cabaios y puedo levantar la parte trasera de un carro si necesito. —Puso los hombros anchos. — ¿Teh vales veinte hombres en na pelea?

No sé cuánto de lo que decía entendía Tempi, pero  parecía seguir la última pregunta bastante bien. — ¿Veinte? —Miro alrededor valorativamente. —No. Cuatro—. Vaciló con su mano extendida hacia atrás y adelante incertidumbre. —Cinco.

Esto no hizo nada para mejorar la atmósfera de la habitación. Tam sacudió la cabeza con desconcierto exagerado. —Incluso se yo te creiera por un segundo, —dijo—, eso significa que debes hacer cuatro o cinco peniques al día. No veinte. Qu...

Puse  mi sonrisa más complaciente y me uní a la conversación. —Escucha,  yo….

La taza de Tam golpeó con fuerza contra la mesa, enviando un chorrito de sidra a saltar por el aire. Él me dirigió una mirada peligrosa, que no tenía ningún matiz de la alegría falsa que le había estado mostrando a Tempi. —Chico—, dijo—. Teh me interrumpes da nuevo y te sacare los dientes hora mesmo. — Lo dijo sin ningún énfasis especial, como si estuviera dándome a entender que si me metía en el río, estaba obligado a mojarme.

Tam se volvió hacia Tempi. — ¿Qué teh hace pensar que vales tres´iotas al día?

— ¿Quién me compra, compra esto—, Tempi levantó la mano—.  Y esto. —Se refirió a la empuñadura de su espada—. Y esto. —Él tocó una correa de cuero que sujetaba sus distintivos rojos de Adem fuertemente contra su pecho.

El hombre grande golpeó la mesa dura con la palma de su mano. — ¡Si esé ´s el secreto Telhu! —, Dijo. — ¡Tengo que hacerme na camisa roja! —Esto trajo unas carcajadas de la sala.

Tempi negó con la cabeza. —No.

Tam se inclinó hacia adelante y sacudió una de las correas de los hombros cerca de Tempi con un grueso dedo. — ¿Teh diceses que no soy lo suficientemente bueno pra llevar na camiseta roja ´e lujo como a tuya? — Movió la correa de nuevo.

Tempi asintió con la cabeza fácilmente. —Sí. No eres lo suficientemente bueno.

Tam sonrió locamente. — ¿Qué pasa si d´igo que teh madre era na puta?

La sala quedó en silencio. Tempi volvió a mirarme. Curiosidad. — ¿Que es puta?

Como era de esperar, no había sido una de las palabras que habíamos compartido en el lapso de los últimos días. Por medio momento pensé en mentirle, pero no había manera de que pudiera manejarlo. —Él dice que tu madre es una persona a la que los hombres le pagan dinero por tener sexo.

Tempi se volvió hacia los mercenarios y asintió amablemente. —Es usted muy amable. Le doy las gracias.

La expresión de Tam se ensombreció, como si sospechara que era objeto de burla. —Teh cobarde. Por un penique doblao teh daría na patada que pondría teh pene hacia atrás por un largo tiempo.

Tempi volvió hacia mí. —No entiendo a este hombre, —dijo—.  ¿Está tratando de comprar sexo conmigo? ¿O es que quiere pelear?

La risa rugió a través de la sala y la cara de Tam creció roja como la sangre bajo su barba.

—Estoy bastante seguro de que quiere pelear, —le dije, tratando de contener la risa en mí mismo.

—Ah, —dijo Tempi—. ¿Por qué no lo dijo? ¿Por qué todo esto. . . —Movió los dedos hacia atrás y adelante y me dio una mirada criptica.

— ¿Brincoteo alrededor? —, Sugerí. La confianza de Tempi estaba teniendo un efecto relajante sobre mí y yo no estaba por encima de conseguir  un pequeña ayuda y de salirme con la mía. Después de ver la facilidad con la que el Adem se había ocupado de Dedan, yo tenía ganas de verlo golpear la arrogancia de aquel culo de caballo.

Tempi miró hacia el hombre grande. —Si quieres luchar, ahora deja de brincotear alrededor. —El Adem hizo un gesto amplio hacia el resto de la habitación—. Ve a buscar a otros para pelear contigo. Trae suficientes mujeres como para sentirte seguro. ¿Bueno? —De pronto mi pequeño momento de relajación se evaporó cuando Tempi se volvió de nuevo hacia mí, con gruesa exasperación en su voz—. Tu gente siempre está hablando.
Tam regreso pisando fuerte a la mesa donde sus amigos se sentaban tirando los dados. —Rete bien hora. Astedes lo escucharon. El pequeño trozo ´e mierda dice que puede pelear con cuatro ´e nosotros, así que vamos a mostrarle el tipo ´e daño que cuatro ´e nosotros pueden hacer. ¿Brenden, Ven, Jane, se unen?

Un hombre calvo y una mujer alta y se pusieron de pie con una sonrisa. Pero el tercero agitó su mano con desdén. —Estoy demasiado borracho para pelear bien Tam .Pero no es ni la mitad de borracho que necesito estar para ir en contra de un camisa de sangre. Son unos  hijos de puta en la pelea. Los he visto.

Yo no era ajeno a las peleas de taberna. Uno pensaría que serían raras en un lugar como la Universidad, pero el alcohol es el gran nivelador. Después de seis o siete bebidas sólidas, hay muy poca diferencia entre un molinero que se ha peleado con su esposa y un joven alquimista que lo ha hecho mal en sus exámenes. Los dos están igual de ansiosos por chocar sus nudillos con los dientes de otra persona.

Incluso  en el Eolio, elegante como era, vi peleas. Si te quedabas lo bastante tarde había una buena posibilidad de ver a dos miembros de la nobleza dándose bofetadas el uno al otro.

Mi punto es, cuando eres un músico ves un montón de peleas. Algunas personas van a los bares para beber. Algunos van a jugar a los dados. Alguna gente va en busca de una pelea y otros van con la esperanza de ver una pelea.

La gente no se lastima tanto como esperarías. Moretones y labios partidos son los peores del mismo. Si no tienes suerte es posible que pierdas un diente o te rompas un brazo, pero hay una gran diferencia entre una pelea en un bar agradable y un encontronazo en un callejón. Una pelea en un bar tiene reglas y una multitud de jueces no oficiales parados alrededor para hacerlas cumplir. Si las cosas empiezan a descontrolarse  los espectadores viciosos se apresuran a saltar y detener las cosas, porque eso es lo que uno quiere que alguien haga por ti.

Hay excepciones, por supuesto. Los accidentes ocurren y yo sabía muy bien de mi tiempo en la Clínica lo fácil que era esguinzarse una muñeca o dislocarse un dedo. Esas podrían ser heridas leves para un pastor de ganado o un posadero, pero para mí, con gran parte de mi vida confiando en mis manos inteligentes, la idea de un pulgar roto era aterradora.

Tenia un  nudo en el estómago mientras miraba a Tempi tomar otro trago de whisky y ponerse de pie. El problema era que éramos extraños aquí. Si las cosas se pusieran feas, ¿Podría contar con los mercenarios irritados para intervenir y poner fin a las cosas? Tres contra uno no era nada cercano a una lucha justa y si se pusieran feas, se pondrían feas rápidamente.

Tempi tomó un sorbo de cerveza y me miró con calma. —Mira mi espalda—, dijo y luego se volvió para dirigirse al lugar donde los mercenarios estaban.

Por un momento me quedé impresionado, simplemente por su buen uso del Aturano. Desde que lo conocía, había pasado de ser prácticamente mudo a la utilización de lenguaje idiomático. Pero ese orgullo se desvaneció rápidamente cuando traté de pensar en algo que podía hacer para detener la pelea, si las cosas se salieran de control.

Yo no podía pensar en una sola bendita cosa. No lo había visto venir y no tenía ingeniosos trucos bajo la manga. Por falta de mejores opciones, saqué mi cuchillo de su vaina y lo mantuve fuera de la vista por debajo de la mesa. La última cosa que quería  hacer era apuñalar a alguien, pero podría al menos amenazarlos con él y darnos algo de tiempo suficiente como para salir por la puerta.

Tempi dio a los tres mercenarios una mirada apreciativa. Tam era unos centímetros más alto que él, con los hombros como un buey. Había un tipo calvo con una cicatriz en la cara y una sonrisa malvada. Detrás estaba una mujer rubia que era un palmo más alta que Tempi.

—Sólo hay una mujer,  —dijo Tempi, buscando los ojos de Tam—.  ¿Es suficiente? Puedes traer a una más.

La mujer  mercenaria se enervo. —Eres un maldito arrogante, —escupió—.  Te voy a mostrar lo que puede hacer una mujer en una pelea.

Tempi asintió educadamente.

Su continua falta de preocupación comenzó a relajarme. Yo había oído historias, por supuesto, un solo mercenario Adem podía derrotar a una docena de soldados regulares. ¿Podría Tempi realmente luchar contra esos tres al mismo tiempo? El desde luego parecía pensar que sí. . . .

Tempi los miró. —Esta es mi primera pelea de este tipo. ¿Cómo empezar?

La palma de mi mano comenzó sudar por lo que apreté el cuchillo.

Tam dio un paso por lo que sus pechos estaban a sólo unos centímetros de distancia. Se cernía sobre Tempi. —Vamos a empezar por azotarte hasta sangrar. Luego te d´aremos na patada. Luego volveremos a hacerlo pra asegurarnos de que no nos perdimos de nada —Cuando dijo lo último, embistió con su frente el rostro de Tempi.

Se me cortó la respiración en el pecho y antes de que pudiera recuperarla, la lucha había terminado.

Cuando el mercenario barbudo movió la cabeza hacia delante, yo esperaba ver caer a Tempi hacia atrás, con la nariz rota y ver como la sangre le brotaba. Pero Tam fue el que se tambaleó hacia atrás, gritando y agarrándose la cara, chorreando sangre por debajo de sus manos.

Tempi dio un paso adelante, dio con su mano sobre la nuca del hombre grande y sin esfuerzo lo giro hacia el piso donde yacio en una maraña desordenada de brazos y piernas.

Sin el menor asomo de duda, Tempi se volvió y pateó a la mujer rubia de lleno en la cadera, por lo que se tambaleo. Mientras se tambaleaba, Tempi le dio un puñetazo fuertemente al lado de la cabeza y esta se dobló lentamente hacia el suelo.

Fue entonces cuando el hombre calvo entró en acción, extendió los brazos como un luchador. Rápido como una serpiente, puso una mano en el hombro de Tempi y la otra en su cuello.

Honestamente no puedo decir lo que sucedió después. Hubo una ráfaga de movimiento y Tempi quedó agarrando la muñeca del hombre y su hombro. El hombre calvo gruñía y forcejeaba. Pero Tempi simplemente le torció el brazo al hombre hasta que él se inclinó, mirando al suelo. Entonces Tempi pateó la pierna del hombre por debajo de él, enviándolo a caer al suelo.

Todo en menos tiempo del que se tarda en contarlo. Si no hubiera estado tan aturdido,  habría estallado en aplausos.

Tam y la mujer estaban acostados con la quietud mortal de los profundamente inconscientes. Pero el calvo gruñó algo y comenzó a ir nuevamente hacia Tempi. Tempi se acercó, le golpeó en la cabeza con precisión casual y luego se observó caer sin fuerzas al hombre al suelo.

Era, pensé vagamente, el golpe más amable que jamás había visto. Era el golpe cuidadoso de un hábil carpintero golpeando un clavo: lo suficiente para que la unidad  entrara totalmente en la casa, pero no tan fuerte como para herir la madera a su alrededor.

La habitación estaba muy tranquila en consecuencia. Entonces el hombre alto que se había negado a combatir levantó su taza a modo de saludo, derramando un poco. — ¡Bien a tu salud!, —Dijo en voz alta a Tempi, riendo—.  Nadie va a pensar menos de ti si le muestras a Tam un poco de tu bota ahora está ahí abajo. Dios sabe que ha hecho suficiente por un día.

Tempi miró hacia abajo, como pensando en algo, luego sacudió la cabeza y caminó en silencio a nuestra mesa. Todos los ojos estaban mirando, pero las miradas no eran tan oscuras como antes.

Tempi volvió a la mesa. — ¿Viste mi espalda?

Lo miré fijamente y luego asentí.

— ¿Qué viste?

Sólo entonces comprendí lo que quería decir. —Tu espalda estaba muy recta.

Aprobación. —Tu espalda no está recta. —Levantó una mano plana, inclinada hacia un lado. —Es por eso que te tropiezas en la Ketan. Lo que es. . . —Mirando hacia abajo, se fue apagando, después de haberse dado cuenta de mi cuchillo medio escondido en mi cutre capa. Él frunció el ceño. Realmente lo frunció con su cara. Era la primera vez que le había visto hacerlo y fue increíblemente intimidante.

—Hablaremos sobre esto más adelante, —dijo. A su lado, hizo un gesto: Vasta desaprobación.

Me sentí más castigado que si hubiera pasado una hora ante las astas del toro, yo agaché la cabeza y guarde el cuchillo.

***

Habíamos estado caminando en silencio durante horas, con nuestras pesadas mochilas llenas de suministros, cuando Tempi finalmente habló. —Hay una cosa que tengo que enseñarte. — Serio.

—Siempre estoy contento de saber, —le dije, haciendo el gesto que esperaba que fuera. En serio.

Tempi se acercó a la orilla de la carretera, dejó su pesada mochila y se sentó en la hierba. —Tenemos que hablar del Lethani.

Me llevó todo mi control no estallar en una sonrisa repentina, vertiginosa. Yo había estado esperando para hablar del tema por un tiempo largo, ya que estábamos mucho más cerca que la primera vez que le había preguntado. Pero yo no quería arriesgarme a ofenderlo.

Me senté en silencio por un momento, en parte para mantener la compostura, pero también para dejar a Tempi saber que yo estaba tratando este tema con respeto. —El Lethani, —repetí con cuidado—.  Me dijiste que no debía preguntar por eso.

—No debías entonces. Ahora, tal vez. yo. . . —Incierto—.  Estoy tensándolo de muchas maneras. Pero ahora preguntar es.

Esperé un momento para ver si iba a continuar por su cuenta. Cuando no lo hizo, hice la pregunta obvia. — ¿Qué  es el Lethani?

Serio. Tempi me miró durante un largo rato, de repente, se echó a reír. —No sé. Y yo no puedo decirte. —Se rió de nuevo. Atenuación. —Aun así tenemos que hablar de ello.

Vacile, preguntándome si se trataba de una de sus bromas extrañas que yo nunca lograba entender.

—Es complicado, —dijo—.  Es difícil en mi propio idioma. ¿En el tuyo? —Frustración—.  Dime lo que sabes del Lethani.

Traté de pensar en cómo podría describir lo que había oído hablar del Lethani utilizando sólo las palabras que conocía. —Escuché que el Lethani es algo secreto que hace que al Adem fuerte.

Tempi asintió con la cabeza. —Sí. Esto es cierto.

—Ellos dicen que si se conoce el Lethani, no se puede perder una pelea.

Otro asentimiento.

Negué con la cabeza, sabiendo que no entendía mi punto de vista. —Dicen que el Lethani es un poder secreto. Los Adem mantienen sus palabras en el interior. —Hice un gesto como si encontrara  cosas cerca de mi cuerpo y las acaparara. —Entonces, esas palabras son como la madera en el fuego. Esto hace que las palabras como el fuego hagan muy fuerte al Adem. Muy rápido. La piel como el hierro. Esta es la razón por la que puedes luchar contra muchos hombres y ganar.

Tempi me miró fijamente. Hizo un gesto que no reconocí. —Eso es hablar una locura, —dijo al fin—.  ¿Es esa la palabra correcta? ¿Locura? —Él chasqueo la lengua y puso los ojos en blanco, moviendo sus dedos al lado de la cabeza.

Yo no podía dejar de reír nerviosamente. —Sí. Locura es la palabra. También disparate.

—Entonces lo que has dicho es hablar una locura y un disparate también.

—Pero lo que vi hoy, —le dije—.  Su nariz se rompió cuando te golpeó con la cabeza. Eso no es algo natural.

Tempi sacudió la cabeza cuando se puso de pie. —Ven. Párate.

Me paré y Tempi se acercó a mí. —Golpear con la cabeza es inteligente. Es rápido. Puede asustar si el oponente no está listo. Pero yo no estoy no listo.

Se acercó aún más, hasta que casi se tocaban nuestros pechos. —Eres el hombre fuerte, —dijo—.  Tu cabeza es dura. Mi nariz es suave. —Él se estiro y se apoderó de mi cabeza con ambas manos. —Quieres esto — Él llevo  mi cabeza hacia abajo, lentamente, hasta que mi frente quedo apoyada en su nariz.

Tempi dejo ir mi cabeza. —Golpear con la cabeza es rápido. Para mí, poco tiempo. ¿Puedo moverme? —Movió la cabeza hacia arriba mientras se alejaba y esta vez mi frente se puso en contacto con su boca en su lugar, como si me estuviera dando un beso. —Esto no es bueno. La boca es suave.

Él inclinó la cabeza hacia arriba de nuevo. —Si yo soy muy rápido. . . —Tomó un paso completo hacia atrás y trajo a mi cabeza hacia abajo más allá, hasta que mi frente le tocó el pecho. Me soltó y yo me enderecé de nuevo. —Esto todavía no es bueno. Mi pecho no es suave. Pero este hombre tiene una cabeza más dura que muchos. —Sus ojos brillaron un poco y me reí al darme cuenta que había hecho una broma.

—Así que, —Dijo Tempi, regresando a donde estábamos antes. — ¿Qué puede hacer Tempi? —Él hizo un gesto—.  Golpéame con la cabeza. Lento. Yo mostrar.

Vagamente nervioso, atraje mi cabeza lentamente, como si tratara de romperle la nariz.

Correspondiente a mi velocidad, Tempi se inclinó hacia delante y metió barbilla un poco. No era mucho cambio, pero esta vez cuando lleve mi cabeza, mi nariz se reunió con la parte superior de su cabeza.

Tempi dio un paso atrás. — ¿Ves? Astucia. No pensamientos de locos de palabras de fuego.

—Fue muy rápido—, le dije, sintiéndome un poco avergonzado. —Yo no pude verlo.

—Sí. La lucha es rápida. Entrenar para ser rápido. Entrenar, no palabra de fuego.

Hizo un gesto seriamente y se encontró con mi mirada, una rareza para él. —Te digo esto porque eres es el líder. Es necesario el conocimiento. Si piensas que tengo algo oculto y la piel de hierro. . . —Miró a lo lejos, sacudiendo la cabeza. Peligroso.

Los dos nos volvimos a sentar al lado de nuestros paquetes.

—Lo escuché en una historia, —le dije a modo de explicación—.  Una historia como las que contamos cerca del fuego por la noche.

—Pero tú, —me señaló—.  Tú tienes fuego en tus manos. Tu tienes. . . —Chasqueó sus dedos y luego gesticulo un fuego ardiente repentino. — ¿Tienes el hacer eso y crees que los Adem guardan palabras de fuego en el interior?

Me encogí de hombros. —Es por eso que te pregunto sobre el Lethani. Parece loco, pero he visto cosas locas a decir verdad y soy curioso. —Dudé antes de preguntar mi otra pregunta. —Has dicho que quien conoce el Lethani no puede perder una pelea.

—Sí. Pero no con palabras de fuego. El Lethani es un tipo de saber. —Tempi se pauso, obviamente considerando sus palabras con cuidado. —Lethani es lo más importante. Todos los Adem aprender. Mercenarios aprender dos veces. Shehyn aprender tres veces. Lo más importante. Pero complicado. Lethani es. . . muchas cosas. Pero nada tocado o señalado. Adem pasar toda la vida pensando en el Lethani. Muy difícil.

—Problema, —dijo—.  No es mi lugar enseñar mi guía. Pero tú eres mi alumno en el lenguaje. Las mujeres enseñar Lethani. No soy eso. Es parte de la civilización y tú eres un bárbaro. —Tristeza suave—. Pero quieres ser civilizado. Y tú tienes necesidad de Lethani.

—Explícalo, —le dije—. Voy a tratar de entender.

Él asintió con la cabeza. —El Lethani es hacer las cosas bien.

Pacientemente esperé a que continuara. Después de un minuto, hizo un gesto, frustración—. Ahora haz preguntas. — Tomó una respiración profunda y repetida. —El Lethani es hacer las cosas bien.

Traté de pensar en un ejemplo arquetípico de algo bueno. — ¿Así que el Lethani es darle un alimento a un niño hambriento para que coma?

Él hizo el movimiento oscilante que quería decir, sí y no. —El Lethani no está haciendo nada. Lethani es lo que nos muestra.

— ¿Lethani significa reglas? ¿Las leyes?

Tempi negó con la cabeza. —No. — Él hizo un gesto al bosque que nos rodeaba. —La ley es de fuera, el control. Es el. .. el metal en la boca del caballo. Y las cuerdas de la cabeza. —Cuestionar.

— ¿Riendas y arnes? —, Sugerí. Gesticule como si tirara una cabeza de caballo sobre un par de riendas.

—Sí. La ley es riendas y arnés. Controla desde el exterior. El Lethani. . . —, Señaló entre sus ojos, luego en el pecho—. . . vive en el interior. Lethani ayuda a decidir. La ley se hace porque muchos no tienen conocimiento del Lethani.

—Así que con el Lethani una persona no tiene que cumplir con la ley.

Pausa. —Tal vez. —Frustración. Sacó su espada y la puso paralela al suelo, con su borde hacia arriba. —Si fueses pequeño, caminar sobre esta espada sería como el Lethani.

— ¿Doloroso para los pies? —Le pregunté, tratando de aligerar el estado de ánimo un poco. Diversión.

Ira. Desaprobación. —No. Dificultad para caminar. Fácil caer a un lado. Difícil mantenerse.

— ¿El Lethani es muy recto?

—No. — Pausa—.  ¿Cómo se llama cuando hay muchas montañas y un lugar para caminar?

— ¿Un camino? ¿Un sendero?

—Sendero. —Tempi asintió con la cabeza. —El Lethani es como un sendero en las montañas. Curvas. Complicado. Atravesar por el sendero es la forma fácil. Solo hay una manera de  a travesar. Pero no es fácil de ver. Sendero que es muy fácil muchas veces no va a través de las montañas. A veces va a ninguna parte. Morir de hambre. Caes en hoyo.

—Así que la Lethani es el camino correcto a través de las montañas.

Acuerdo parcial. Emoción. —Es el camino correcto a través de las montañas. Sin embargo, el Lethani es también saber la manera correcta. Las dos cosas. Y las montañas no son sólo las montañas. Las montañas son todo.

—Así que el Lethani es la civilización.

Pausa. Sí y no. Tempi negó con la cabeza. Frustración.

Recordé lo que había dicho acerca de que los mercenarios tenían que aprender el Lethani dos veces. — ¿Es el Lethani luchar? —Le pregunté.

—No.

Dijo esto con tal certeza absoluta de que tenía que preguntar lo contrario para asegurarme. — ¿Es el Lethani no luchar?

—No. Uno que conoce el Lethani sabe cuándo luchar y no luchar. Muy importante.

Me decidí a cambiar de dirección. — ¿Era el Lethani para ti luchar hoy?

—Sí. Para mostrar que Adem no tiene miedo. Sabemos que con los bárbaros, no luchar es cobardía. Cobardía es débil. No es bueno para que ellos piensen. Así que con muchos observando, luchar. Además, para mostrar que un Adem vale muchos.

— ¿Y si hubieran ganado?

—Entonces los bárbaros saber que Tempi no vale muchos. —Diversión ligera.

—Si hubieran ganado, sería una lucha donde no está el Lethani?

—No. Si tú caes y te rompes una pierna en el sendero de la montaña, sigue siendo el sendero. Si no lo consigo, mientras seguía el Lethani, sigue siendo el Lethani. —Serio—.Es por eso que estamos hablando ahora. Hoy. Con el cuchillo. Eso no era del Lethani. No fue una cosa correcta.

—Tenía miedo de que fueras herido.

—El Lethani no echa raíces en el miedo, —dijo, sonando como si estuviera recitando.

— ¿Sería el Lethani dejar que fueras herido?

Un encogimiento de hombros. —Tal vez.

— ¿Sería el Lethani dejar que fueras. . . —Extremo Énfasis—.  Herido?

—Tal vez no. Pero no lo hicieron. Ser el primero con el cuchillo no es del Lethani. Si tú ganas y somos los primeros con el cuchillo, no se gana. —Vasta Desaprobación.

No podía descifrar qué quería decir con lo último. —No entiendo—, dije.

—El Lethani es la acción correcta. Manera correcta. Momento adecuado. —La cara de Tempi de repente se iluminó.  —El hombre viejo comerciante, —dijo con entusiasmo visible—.  En las historias con los paquetes. ¿Cuál es la palabra?

— ¿El calderero?

—Sí. El calderero. ¿Cómo se debe tratar a los esos hombres?

Yo sabía, pero quería ver lo que pensaban los Adem. — ¿Cómo?

Me miró, presionando con los dedos juntos en irritación. —Debes ser amable y ayudar a ellos. Y hablar bien. Siempre educado. Siempre.

Asentí con la cabeza. —Y si ofrecen algo, tienes que considerar comprarlo.

Tempi hizo un gesto triunfal. — ¡Sí! Puedes hacer muchas cosas cuando te reúnes con un calderero. Pero sólo hay una cosa bien. —Él se calmó un poco. Precaución—. Pero sólo haciéndolo no es  Lethani. En primer lugar saber y luego hacer. Esa es  Lethani.

Pensé en esto durante un momento. — ¿Así que ser educado es el Lethani?

—No educado. No amable. No bueno. No deber. El Lethani no es nada de eso. Cada momento. Cada opción. Todos diferentes. —Él me dirigió una mirada penetrante—.  ¿Entiendes?

—No.

Felicidad. Aprobación. Tempi se puso de pie, moviendo la cabeza. —Es bueno que sepas que no. Bueno que lo digas. Eso también es Lethani.

5 comentarios:

  1. brutal xD me ha gustado mucho este capitulo

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  2. muchas gracias por el capi...
    es bueno que tempi hable, pero me confunde el Lethani .-.

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  3. Menos mal que está ya disponible la traducción oficial, se agradece el esfuerzo pero la traducción googleana deja bastante que desear..

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  4. Muy bueno 😊 como siempre digo tinker es gitano y no calderero !!!

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