sábado, 29 de octubre de 2011

Capitulo 83

Bueno al fin aqui ya esta :) este cap yo lo traduje y les escribo rapidisimo por que ya me estan regañando desde hace media hora..

Capitulo 83
La falta de visión

—. . . Así que estaba Taborlin aprisionado bajo tierra, —dijo Marten—. Le habían dejado sin nada más que la ropa en la espalda y una pulgada de vela de canalón para alejar la oscuridad.
—El rey hechicero planeaba dejar a Taborlin atrapado hasta que el hambre y la sed debilitaran su voluntad. Scyphus sabía que si Taborlin juraba que lo ayudaría, el mago tendría que cumplir con su promesa, porque Taborlin nunca faltó a su palabra.
—Lo peor de todo, Scyphus había tomado su equipamiento y la espada de Taborlin y sin ellos, su poder era débil y se iba consumiendo. Incluso había tomado la capa de Taborlin de ningún color en particular, pero el warc…. lo siento. Pero…. achhm. Hespe, ¿serías un encanto y me pasarías el odre?
Hespe le lanzó a Marten el odre de agua y tomó un trago. —Eso está mejor. —Se aclaró la garganta—. ¿Dónde estaba yo otra vez?
Habíamos estado en el Eld durante doce días y las cosas habían caído en un ritmo constante. Marten había cambiado nuestro estándar en la apuesta para reflejar nuestra creciente mejora. Primero a diez a uno, luego a quince a uno, que era la misma disposición que tenía con Dedan y Hespe.
Mi comprensión del lenguaje de manos Adem iba en aumento y como resultado, Tempi se estaba convirtiendo en algo más que una página en blanco frustrante de hombre. Cuando aprendí a leer su lenguaje corporal, fue poco a poco coloreándose en los bordes.
Él era pensativo y gentil. Dedan lo trataba por el camino equivocado. Le encantaban las bromas, aunque muchas de las mías cayeron planas y muchas de las que él trataba de decir invariablemente no tenían sentido en la traducción.
Esto no quiere decir que las cosas eran perfectas entre nosotros. Todavía ofendía a Tempi de vez en cuando, haciendo metidas de pata sociales que yo no podía entender, incluso después de hacerlas. Todos los días continuaba siguiéndolo en su extraña danza y cada día me ignoraba deliberadamente.
—Ahora Taborlin necesitaba escapar, —dijo Marten, continuando su historia—. Pero cuando miró en torno a su cueva, que no vio puerta. Ni ventanas. A su alrededor no era más que la piedra lisa y dura.
”Pero Taborlin el Grande sabía los nombres de todas las cosas, por lo que todas las cosas fueron a su mando. Él le dijo a la piedra: — ¡Rompete! —Y la piedra se rompió. Rasgó la pared como un pedazo de papel y por ese agujero Taborlin podía ver el cielo y respirar el aire de primavera dulce.
”Táborlin se dirigió fuera de las cuevas, en el castillo y finalmente a las puertas de la sala real. Las puertas estaban atrancadas en su contra, por lo que él dijo: — ¡quemense! —Y estallaron en llamas, y pronto no eran más que fina ceniza gris.
”Taborlin entró al pasillo y vio al rey Scyphus sentado allí con cincuenta guardias. El rey dijo: — ¡Captúrenlo! —Pero los guardias acababa de ver las puertas quemarse hasta cenizas, por lo que se acercaron, pero ninguno de ellos se acercó demasiado, si sabes a qué me refiero.
”El rey Scyphus, dijo: — ¡Cobardes! ¡Voy a luchar con Taborlin usando magia y le ganare! —Él también tenía miedo de Taborlin, pero lo ocultó bien. Además, Scyphus tenía su equipamiento y Taborlin no tenía nada.
” —Entonces —dijo Taborlin—: Si te sientes muy valiente, dame mi equipamiento antes del duelo.
”—Desde luego —dijo Scyphus, a pesar de que en realidad no iba a  darle la espalda, como veran—. Está justo al lado de ti en el cofre de ahí.
Marten nos miró con complicidad. —Verán, Scyphus sabía que el cofre estaba cerrado y había una sola llave. Y que la llave estaba justo en su bolsillo. Así que Taborlin se acercó al cofre, pero estaba cerrado. Entonces Scyphus se echó a reír y lo mismo hicieron algunos de los guardias.
”—Eso hizo que Taborlin se enojara. Y antes de que cualquiera de ellos pudiera hacer nada golpeó la parte superior del cofre con la mano y gritó: — ¡Edro! —El cofre de pronto se abrió y tomó su capa de ningún color en particular, envolviéndola alrededor de a sí mismo.
Marten se aclaró la garganta otra vez. —Disculpen, —dijo, e hizo una pausa para tomar otro trago largo.
Hespe se volvió a Dedan. — ¿De qué color crees que era la capa Taborlin?
La frente de Dedan se arrugó un poco, casi como el inicio de un ceño fruncido. — ¿Qué quieres decir? Es de ningún color en particular, justo como lo que se dice.
La boca de Hespe se desinflo. —Ya lo sé. Pero cuando piensas en ella en tu cabeza, ¿Cómo se ve? Tienes que imaginarla con el aspecto de algo, ¿no?
Dedan se quedó pensativo por un momento. —Siempre me la imaginó como una especie de algo reluciente, —dijo—. Al igual que los adoquines frente a un taller de sebo, después de una lluvia fuerte.
—Siempre pensé en ella como de un gris sucio, —dijo ella—. Del tipo de deslavado por pasar todo el tiempo en el camino.
—Eso tiene sentido", —dijo Dedan y vi la cara Hespe a volverse suave otra vez.
—Blanca, —apunto Tempi—. Creo que blanca. No hay color.
—Siempre pensé en ella como de un tipo de pálido azul celeste, —reconoció Marten, encogiéndose de hombros—. Yo sé que no tiene ningún sentido. Así es como me la imagino.
Todos se dieron vuelta para mirarme.
—A veces pienso que es como una colcha, —les dije—. Hecha por completo de parches, un montón de trapos de colores diferentes y restos. Pero la mayoría de las veces pienso que es negra. Lo que al igual realmente es un color, pero que es demasiado oscura para que nadie la vea.
Cuando era más joven, las historias de Taborlin me habían dejado con los ojos abiertos de asombro. Ahora que sabía la verdad acerca de la magia, disfrutaba de ellas a un nivel diferente, en algún lugar entre la nostalgia y la diversión.
Pero yo tenía un lugar especial en mi corazón para la capa de Taborlin de ningún color en particular. Sus cosas albergaban la mayor parte de su poder. Su espada era mortífera. Su llave, la moneda y la vela eran herramientas valiosas. Sin embargo, la capa era el corazón de Taborlin. Era un disfraz cuando lo necesitaba, le ayudaba a esconderse cuando él estaba en problemas. Le protegía. De la lluvia. De las flechas. Del fuego.
Podía esconder cosas en ella y tenía muchos bolsillos llenos de cosas maravillosas. Un cuchillo. Un juguete para un niño. Una flor para una dama. Fuera lo que necesitara Taborlin estaba en algún lugar de su capa de ningún color en particular. Estas historias son lo que me hicieron rogarle a mi madre por mi primera capa cuando era joven. . . .

Atraje mi propia capa a mí alrededor. Mi desagradable, deslucida capa raída, que el calderero me había intercambiado. En uno de nuestros viajes a Crosson por suministros, había recogido algo de ropa de repuesto y cosido unos pocos y torpes bolsillos en el interior. Pero aun así era un pobre sustituto de mi capa granate de rico, o de la hermosa negro y verde que Fela había mandado a hacer para mí.
Marten se aclaró la garganta otra vez y se lanzó de nuevo a su historia. —Así que Taborlin golpeó la madera con la mano y gritó: “¡Edro!” La tapa del baúl se abrió y él tomó su capa de ningún color en particular y sus cosas. Sucesivamente él llamo grandes lengüetazos de rayos y mató a veinte guardias. Luego convocó una hoja de fuego y mató a otros veinte. Los que quedaron arrojaron su espada y gritaron pidiendo misericordia.
—Entonces Taborlin recogió el resto de sus cosas del cofre. Sacó la llave y la moneda y las escondió a salvo. Por último sacó su espada de cobre, su Aldrin celeste y cinto….
— ¿Qué? —Interrumpió riendo Dedan. Gillipollas. La espada de Taborlin no era de cobre.
—Cállate, Den, —espetó Marten, irritado por la interrupción—. Era muy de cobre.
—Tú cállate, —respondió Dedan—. ¿Quién ha oído hablar de una espada de cobre? El cobre no mantendría el filo. Sería como tratar de matar a alguien con una moneda gigante.
Hespe se echó a reír. —Probablemente era una espada de plata, ¿no te parece, Marten?
—Era una espada de cobre, —insistió Marten.
—Tal vez fue al principio de su carrera, —dijo Dedan en un susurro a Hespe—. Todo lo que podía permitirse era una espada de cobre.
Marten les disparó a los dos una mirada de enojo—. Cobre, maldita sea. Si no te gusta, puedes adivinar el final—. Cruzó los brazos delante de sí.
—Está bien, —dijo Dedan—. Kvothe nos puede contar una. Él podrá ser un cachorro, pero sabe cómo contar una historia apropiadamente. Espada de cobre mi culo.
—En realidad, —le dije—, Me gustaría oír el final de la de Marten.
—Oh, tu sigue, —dijo el viejo rastreador con amargura. —Yo no estoy de humor para terminarla ahora. Y prefiero escucharte a ti que escuchar a este burro rebuznar a su manera una de las suyas.
Las historias de todas las noches habían sido unas de las pocas veces que podíamos sentarnos como un grupo sin caer en disputas menores. Ahora, incluso estas se estaban volviendo tensas. Es más, los demás estaban comenzando a contar conmigo para el entretenimiento de la noche. Con la esperanza de poner fin a la tensión, me puse a pensar un montón en que historia iba a contar esta noche.
—Érase una vez, —comencé—. Un niño nacido en un pequeño pueblo. Era perfecto, o eso su madre pensó. Pero una cosa era diferente en él. Él tenía un tornillo de oro en su ombligo. Sólo la cabeza de este asomaba.
Actualmente su madre estaba simplemente contenta de que tuviera todos los dedos de manos y de los pies para contar con ellos. Pero a medida que el niño creció se dio cuenta de que no todo el mundo tenía tornillos en sus ombligos, por no hablar de que fueran de oro. Le pegunto a su madre qué era, pero ella no lo sabía. A continuación le preguntó a su padre, pero su padre no lo sabía. Le pregunto a sus abuelos, pero no lo sabían.
—Lo dejo en paz por un tiempo, pero él siguió insistiendo. Por último, cuando tuvo la edad suficiente, empacó una bolsa y partió, con la esperanza de que pudiera encontrar a alguien que supiera la verdad.
—Fue de un lugar a otro, preguntando a todos los que decían saber algo sobre cualquier cosa. Pregunto a las parteras y fisionomos, pero no pudieron barajar ni pies ni cabeza del mismo. Preguntó el muchacho a arcanistas, caldereros y a los viejos ermitaños que viven en el bosque, pero nadie había visto nunca nada igual.
—Él fue a preguntar a los comerciantes Cealdicos, pensando que si alguien sabia sobre oro, serían ser ellos. Pero los comerciantes Cealdicos no lo sabían. Se dirigió a los arcanistas en la Universidad, pensando que si alguien sabía sobre tornillos y su funcionamiento, ellos serían. Sin embargo, los arcanistas no lo sabían. El muchacho siguió su camino sobre Stormwal a preguntar a las mujeres brujas del Tahl, pero ninguno de ellos pudo dar una respuesta.
—Con el tiempo se fue a ver al rey de Vintas, el rey más rico del mundo. Pero el rey no lo sabía. Fue al emperador de Atur, pero aun con todo su poder, el emperador no lo sabía. Se dirigió a cada uno de los pequeños reinos, uno a uno, pero nadie podía decirle nada.
—Finalmente el muchacho fue al Gran Rey de Modeg, el más sabio de todos los reyes del mundo. El gran rey miró de cerca a la cabeza del tornillo de oro asomando por el ombligo del muchacho. Entonces el rey hizo un gesto y su senescal llevó una almohada de seda de oro. En la almohada estaba una caja de oro. El gran rey tomó una llave de oro de alrededor de su cuello, abrió la caja y dentro había un destornillador de oro.
—El gran rey tomó el destornillador y le indicó al muchacho que se acercara. Temblando de emoción, el muchacho lo hizo. Entonces el gran rey tomó el destornillador de oro y lo puso en el ombligo del muchacho.
Hice una pausa para tomar un largo trago de agua. Podía sentir mi pequeña audiencia inclinándose hacia mí. —Entonces el gran rey giro con cuidado el tornillo de oro. Una vez: Nada. Dos veces: Nada. Luego lo giro por tercera vez y el culo del chico se cayó.
Hubo un momento de silencio aturdido.
— ¿Qué? —Preguntó incrédula Hespe.
—Su culo se cayó, —repetí yo con una cara totalmente en orden.
Hubo un largo silencio. Todos los ojos estaban fijos en mí. El fuego crujió, enviando unas brasas rojas hacia arriba.
— ¿Y entonces qué pasó? —preguntó Hespe finalmente.
—Nada, —le dije—. Eso es todo. El final.
— ¿Qué? —Dijo de nuevo, más fuerte—. ¿Qué tipo de historia es eso?
Estaba a punto de responder cuando Tempi se echó a reír. Y él continuo riéndose, grandes carcajadas que lo hacían temblar y que lo dejaron sin aliento. Pronto me eché a reír también, en parte por la escena de Tempi y en parte porque siempre la había considerado una historia extrañamente divertida por mí mismo.
La expresión de Hespe se volvió peligrosa, como si fuera el blanco de la broma.
Dedan fue el primero en hablar. —No lo entiendo. ¿Por qué lo hizo...? —Se interrumpió.
— ¿Pudieron ponerle el culo de nuevo al muchacho? —Intervino Hespe.
Me encogí de hombros. —Eso no es parte de la historia.
Dedan hizo un gesto salvaje, su expresión era frustrada. — ¿Cuál es el punto?
Puse una cara de inocente. —Pensé que solo estábamos contando historias.
El hombre me frunció en gran medida el ceño. — ¡Historias con sentido! ¡Historias con finales! ¡Historias que no sólo tengan el culo de un muchacho. . . —Sacudió la cabeza—. Esto es ridículo. Me voy a dormir. —Se alejó para hacer su cama. Hespe se marchó en su propia dirección.
Sonreí, razonablemente seguro de que ni uno de ellos me molestaría por más historias de las que me interesaba contar.
Tempi se puso de pie también. Luego, mientras caminaba junto a mí, sonrió y me dio un abrazo repentino. Hace un ciclo y días esto me hubiera escandalizado, pero ahora sabía que el contacto físico no era particularmente raro entre los Adem.
Sin embargo, me sorprendió que lo hiciera frente a los demás. Le devolví su abrazo lo mejor que pude, sintiendo que su pecho aún se sacudía por las carcajadas. —Su culo se cayó, —dijo en voz baja y luego se dirigió a la cama.
Los ojos de Marten siguieron a Tempi, luego me dio una mirada larga y especulativa. — ¿Dónde escuchaste esa? —me preguntó.
—Mi padre me la conto cuando yo era joven, —le dije con sinceridad.
—Extraña historia para contársela a un niño.
—Yo era un niño extraño, —le dije—. Cuando yo crecí más, él me confesó que se inventaba historias para mantenerme tranquilo. Yo solía acribillarlo con preguntas. Hora tras hora. Dijo que lo único que me mantenía tranquilo era algún tipo de rompecabezas. Pero yo agrietaba enigmas como a las nueces y se quedó sin ellos.
Me encogí de hombros y comencé a hacer mi cama. Así que él se  inventó historias que parecían rompecabezas y me preguntaba si yo entendía lo que significaban. —Sonreí un poco de nostalgia. Recuerdo haber pensado en ese chico con el tornillo en el ombligo durante días y días, tratando de encontrarle el sentido.
Marten frunció el ceño. —Eso es una broma cruel para jugar en un niño.
El comentario me sorprendió. — ¿Qué quieres decir?
Engañarte sólo para obtener un poco de paz y tranquilidad. Es una cosa lamentable que hacer.
Yo estaba sorprendido. —No lo hizo con mezquindad. Lo disfrutaba. Me daba algo en qué pensar.
—Pero no tenía sentido. Imposible.
—No sin sentido. —Protesté—. Es la pregunta que no podemos responder la que nos enseña más. Esas nos enseñan a pensar. Si le das a un hombre una respuesta, todo lo que gana es un pequeño hecho. Pero dale una pregunta y buscara sus propias respuestas.
Extendí mi manto en el suelo y desdoblé sobre el la raída capa del calderero para abrigarme con ella. —De esa manera, cuando encuentra las respuestas, van a ser preciosas para él. Entre más difícil la pregunta, más duro cazamos la respuesta. Entre más duro cazamos la respuesta, cuanto más aprendemos. Una pregunta imposible. . .
Me apagué cuando la realización irrumpió en mí. Elodin. Eso es lo que Elodin había estado haciendo. Todo lo que había hecho en su clase. Los juegos, las pistas, las enigmáticas adivinanzas. Eran todas las preguntas de una clase.
Marten negó con la cabeza y se alejó, pero yo estaba perdido en mis pensamientos y sin apenas darme cuenta. Yo quería respuestas, y a pesar de todo lo que había pensado, Elodin había estado tratando de dármelas. Lo que yo había tomado como un cripticismo malicioso de su parte era en realidad una persistente búsqueda de la verdad. Me senté allí, en silencio, sorprendido por el alcance de su instrucción. Por mi falta de comprensión. Mi falta de visión.

1 comentario:

  1. oh! muchas graciaspor subir el capi! estuvo genial! muy interesante... la verdad.

    Espero que te mejores pronto de tu vista! cuidate! Ya faltan poquitos poquitos dias xa el libro!

    Chio!

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