miércoles, 21 de septiembre de 2011

Capitulo 61

Hola a todos, ha pasado un tiempo desde el capitulo pasado, me da mucho gusto al fin subir este gracias a Marcelo!! ya que por segunda vez  nos dejaron estos dos capitulos asi sin mas, ya que hay doble capitulo no me extendere mucho mas por que tambien se que ya querran leer :) Bueno muchas gracias Marcelo n_n
 
Capítulo 61
Ortiga muerta

Despues de mi viaje a Severen, deposité el estuche del laúd en mi habitación y me dirigí a las habitaciones privadas de Alveron lo más rápido posible. Stapes no estaba contento de verme, pero se mostró con la eficiencia animada de siempre.
    Alveron estaba tendido en un estupor sudoroso, sus ropas de cama retorcidas en torno a él. Fue solo entonces cuando note qué estaba más delgado. Sus brazos y piernas eran filamentosos y su tez se había desteñido de pálido a gris. Me fulminó con la mirada cuando entré en la habitación.
    Stapes organizó las cubiertas del Maer en una forma más modesta y le ayudó a sentarse, apoyándolo con almohadas. El Maer toleró estos cuidados estoicamente, luego dijo, —gracias, Stapes, —en un tono de despedida. El sirviente partió despacio, dándome una fija mirada descortés.
    Me acerqué a la cama del Maer y saque algunos artículos de los bolsillos de mi capa. —Encontré todo que necesitaba, su merced. Aunque no todo lo que yo esperaba. ¿Cómo se siente?
    Me dio una mirada que decía mucho. —Te tomó mucho tiempo volver maldita sea. Caudicus vino en tu ausencia.
Luché contra una ola de ansiedad. — ¿Qué ocurrió?
—Me preguntó cómo me sentía y yo le dije la verdad. Él miró mis ojos y en mi garganta y me preguntó si había vomitado. Le dije que sí, y que quería más medicina y estar a solas. Se fue y envió un poco más.
Sentí un aumentar mi pánico. — ¿Usted lo bebió?
—Si hubieras estado mucho más tiempo fuera lo habría hecho y al diablo con sus historias de hadas. — Sacó otro frasco de debajo de su almohada. —No puedo ver el daño que podría hacerme. Ya puedo sentirme moribundo. — Lo empujó hacia mí con rabia.
—Yo debería ser capaz de mejorar las cosas, su merced. Recuerde, esta noche será la más difícil. Mañana será malo. Después de eso, todo debería estar bien.
—Si vivo tanto tiempo como eso—se quejó.
Sólo fue la queja caprichosa de un hombre enfermo, pero reflejaba mis ideas tan precisamente que el hielo me recorrió mi espalda. Anteriormente, no había considerado que el Maer podría morir a pesar de mi intervención. Pero cuando lo miré ahora, débil, gris y tembloroso, me di cuenta de la verdad: podría no sobrevivir la noche.
—En primer lugar, tenga esto, su gracia. —Saqué el frasco de bebida alcohólica.
— ¿Brandy? —dijo con anticipación en silencio. Negué con la cabeza y lo abrió. Arrugó su nariz por el olor y se hundió hacia atrás en las almohadas. —Los dientes de Dios. Como si mi muerte no fuera suficientemente mala. ¿Aceite de hígado de bacalao?
Asentí seriamente con la cabeza. —Tome dos buenos tragos, su gracia. Esto es parte de su cura.
No hizo ningún movimiento de tomarlo. —Nunca he sido capaz de soportar estas cosas y últimamente incluso vomito mi té. No me pondré a través del infierno bebiendolo solamente para enfermar y volverlo.
Asentí con la cabeza y volví a tapar el frasco. —Le daré algo para detener eso. — Había una olla de agua en la mesita de noche y empecé a preparar una taza de té.
Estiró débilmente el cuello para ver lo que estaba haciendo. — ¿Qué estás poniendo en eso?
—Algo que le impida estar enfermo y algo para ayudarle a pasar el veneno de su sistema. Un poco de láudano para aliviar su ansiedad. Y té. ¿Su merced toma azúcar?
—Normalmente, no. Pero supongo que esto sabrá a agua de raíz sin ella. —Añadí una cucharada, lo agité y le entregué la taza.
—Tu primero, —dijo Alveron. Pálido y triste, me miraba con sus ojos grises afilados. Esbozó una sonrisa terrible.
Dudé, pero sólo por un momento. —A la salud de su merced. — dije y bebí un buen trago. Hice una mueca y añadí otra cucharada de azúcar.
Su merced lo predijo muy bien. Esto es agua de raíz.
Tomó la copa con ambas manos y comenzó a beber en una serie de rápidos tragos, decididos. —Terrible, —dijo sencillamente. —Pero es mejor que nada. ¿Sabes lo que es un infierno de sed, pero no poder beber por miedo a vomitar? Yo no se lo deseo ni a un perro.
—Espere un poco para terminarlo, —le advertí—.Eso debería mejorar su estómago en unos pocos minutos.
Fui a la otra habitación y añadí el nuevo frasco de medicina a los alimentadores de los revoloteadores. Me sentí aliviado al ver que seguían bebiendo a sorbos en el néctar medicinal. Me había preocupado de que pudiera evitar beberlo debido a un cambio en el sabor o un instinto natural de auto-preservación.
También me preocupaba de que el plomo no pudiera ser tóxico para los colibries. Me preocupaba que pudiera tomar un período en mostrar algún efecto adverso, apenas unos días me preocupaba en el temperamento creciente del Maer. Me preocupaba su enfermedad. Me preocupaba su enfermedad. Me preocupaba por la posibilidad de que podría estar equivocado acerca de todo lo que había supuesto.
Volví a la cama del Maer y lo encontré sosteniendo la taza vacía en su regazo. Mezclé una segunda taza similar a la primera y la bebió rápidamente. Luego nos sentamos en silencio por espacio de quince minutos aproximadamente.
— ¿Cómo se siente, su merced?
—Mejor, —admitió a regañadientes. Detecte un ligero embotamiento en su habla—. Mucho mejor.
—Eso es, probablemente el láudano, —comenté. —Sin embargo, su estómago debería estar mejor por ahora. —Cogí el frasco de aceite de hígado de bacalao—. Dos buenos tragos, su merced.
— ¿Es esto realmente lo único que debo hacer? — preguntó con disgusto.
  —Si tuviera acceso a las farmacias cerca de la universidad, podía encontrar algo más digerible, pero por el momento éste es lo único que se puede hacer.
—Consigue otra taza de té para pasármelo. —Cogió el frasco, tomó dos sorbos y me lo devolvió, su boca trocada en una horrible expresión.
Suspiré interiormente. —Si usted va a sorberlo, estaremos aquí toda la noche. Dos tragos sólidos, de la clase que los marineros utilizan para beber whisky barato.
Frunció el ceño. —No me hables como si fuera un niño.
—Entonces, represente el papel de un hombre, —le dije con dureza, anonadándolo al silencio. —Dos tragos cada cuatro horas. Ese frasco entero debería estar terminado para mañana.
Sus ojos grises estrecharon peligrosamente. —Te recuerdo con quien estás hablando.
—Me dirijo a un hombre enfermo que no va a tomar su medicina, —dije tranquilamente.
La ira estaba latente detrás de sus ojos embotados por el láudano. —Un litro de aceite de pescado no es la medicina, —dijo entre dientes—. Es una petición maliciosa y poco razonable. No puede ser hecha.
Lo mire con mi mejor mirada fulminante y tomé el frasco de su mano. Sin apartar la mirada, me bebí el frasco entero. Trague después de ingerir el aceite paso por mi garganta mientras sostenía la mirada del Maer. Vi cambiar su rostro de enojo a asco y finalmente adopto una expresión de asombro en silencio, asqueado. Puse al revés la botella, pasé un dedo por el interior de ella y lo lamí.
Saqué un segundo frasco de un bolsillo de mi capa. —Esta iba a ser su dosis para mañana, pero usted tendrá que utilizarlo esta noche. Si usted lo encuentra más fácil, un trago cada dos horas debería ser suficiente. —Se lo tendí, todavía manteniendo sus ojos con los míos.
Lo tomó calladamente, bebió dos buenos tragos y cerró el frasco con una total determinación. El orgullo es siempre una mejor palanca contra la nobleza que la razón.
Busqué en uno de los bolsillos de mi costosa capa granate y saque el anillo del Maer. —Me olvidé de devolverle esto antes, tu merced. —Se lo tendí.
Comenzó extender su mano, luego se detuvo. —Guárdalo por ahora, —dijo. —Te lo has ganado con mucho, me imagino.
—Gracias, su merced, —dije, cuidando de mantener mi expresión compuesta. No me invitaba a usar el anillo, pero permitir que yo lo guarde era estar a un paso tangible en nuestra relación. No importa como fuese el cortejo de Lady Lackless, había dado una buena impresión hoy.
Le serví más té y decidí terminar con sus instrucciones mientras tuviera toda su atención. —Usted debe beber el resto de esta olla esta noche, su merced. Pero recuerde, es todo lo que tendrá hasta mañana. Cuando usted envié por mí, le preparare un poco más. Usted debe tratar de beber líquidos tanto como pueda esta noche. Leche sería lo mejor. Agréguele un poco de miel y le bajara más fácil.
Estuvo de acuerdo y parecía estar cediendo hacia el sueño. Sabiendo lo difícil que sería su noche, lo dejé dormido. Recogí mis cosas antes de dejarme fuera.
Stapes estaba esperando en las habitaciones exteriores. Le mencioné que el Maer estaba durmiendo y le dije que no desechara el té de la olla, ya que su merced lo querria, cuando despertara.
Cuando partí, la mirada que Stapes me dio simplemente no era fría, como había sido antes. Estaba llena de odio, prácticamente venenosa. Sólo después de que él cerró la puerta detrás de mí, me di cuenta de lo que esto le debió parecer. Asumió que se estaba aprovechándome del Maer en su momento de debilidad.
Existe un gran número de personas, en el mundo, médicos viajeros que sin reparos se aprovechan de los temores de los enfermos desesperados. El mejor ejemplo de esto es Ortiga muerta, el vendedor de pociones en Tres Peniques por Desear. Fácilmente uno de los personajes más despreciados en todo drama, no hay público que no se alegre cuando Ortiga Muerta  es puesto en ridículo en el cuarto acto.
Con esto en mente, empecé a hacer hincapié en lo frágil y gris que el Maer me había parecido. Viviendo en Tarbean, había visto hombres jóvenes y sanos muertos por abstinencia de ópalo y el Maer no era ni joven ni saludable.
¿Si el muriera, quién sería criticado? Indudablemente no Caudicus su consejero de confianza. Indudablemente no Stapes su amado sirviente...
Yo. Me culparían. Su condición había empeorado poco después de mi llegada. No dudaba que Stapes trajera a la luz el hecho de que había estado pasando tiempo a solas con el Maer en sus habitaciones. Que le había preparado una olla de té justo antes de que pasara una noche muy traumática.
Como máximo parecería un Ortiga Muerta joven. En el peor de los casos, un asesino.
Tal fue el giro de mis pensamientos mientras me abría paso a través de la propiedad del Maer de regreso a mis habitaciones, deteniéndome sólo para asomarme a una de las ventanas que daban a Severen-baja y vomitar un litro de aceite de hígado de bacalao.

4 comentarios:

  1. graciasssss.....................
    ya lo lei... que viciooo, que tortura... noooooooooooooo otro otro jajjajaj... amiga sera que me pasas el ingles a mi correo noo he podido conseguirlo. flakitacriss@gmail.com... un beso.

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  2. sera por eso que le dicen asesino de reyes? aunque creo que el maer tiene aun mucho que ofrecerle, no creo que muera esta noche.....pero otrooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo pleaceeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee....

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  3. En esta misma pagina lo puedes descargar, ve a "Respuestas a sugerencias y demas cosas" esta en la parte superior derecha :)

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