domingo, 4 de septiembre de 2011

Capitulo 58

 Holaaaa este capitulo fue traducido por Franco!! y le salio fluido como el agua, no le cambie nada mas que la forma de llamar al Maer como su merced como lo estamos usando :)
Buenoo ahora... como veran en este capitulo ya estoy poniendo mis recien adquiridas habilidades con los guiones (Dioooos! al fiiin los entiendo, aunque los sigo odiando... jajaja )
Aun no puedo acabar de corregir los guiones para el pack de capitulos de 50!!! ¬¬UU pero sera el pack mas bonito de todos ya veran, de una vez menciono a Marcelo que le corrigio bastantes cosas y sobre el que me mando estoy trabajando.
Bueno ya lean y por favor yo se que soy odiable a veces jaja pero no se desesperen, mejor agradescan a Franco este capitulo n_n

Capítulo 58
Cortejo

Eel Maer no me había llamado en dos días. Estaba atrapado en mi cuarto, casi enloqueciendo de aburrimiento e irritación. Lo peor era el hecho de que no sabía por qué el Maer no me estaba llamando. ¿Estaba muy ocupado? ¿Lo había ofendido? Pensé en enviarle una tarjeta junto con el anillo de oro que Bredon me había dado. Pero si Alveron estuviera poniendo a prueba mi paciencia, ese podría ser un grave error.

Pero yo era impaciente. Había venido aquí para ganar un mecenas, o por lo menos un poco de ayuda en mi búsqueda de los Amyr. Hasta ahora, todo lo que tenía después de mi tiempo al servicio del Maer era un culo profundamente aplastado. Si no hubiera sido por Bredon, juro que me habría vuelto loco.

Peor aún, mi laúd y el precioso estuche de Denna estaban a solo dos días de convertirse en propiedad de alguien más. Para este punto esperaba haber ganado lo suficiente del favor del Maer para pedirle prestado el dinero que necesitaba para salir del paso. Yo quería que estuviera en deuda conmigo, no al revés. Una vez que le debes algo a un miembro de la nobleza, es muy difícil librarte de sus deudas.

Pero si la causa de que Alveron no me llamara era indignación, parecía estar lejos de sus favores. Me estrujé la memoria, tratando de pensar en que podría haber dicho en nuestra última charla que pudiese haberlo ofendido.

Yo había sacado una tarjeta del cajón y estaba tratando de pensar en una forma políticamente correcta de pedirle dinero al Maer cuando llamaron a la puerta. Pensando que era mi almuerzo que había llegado temprano, le dije al chico que lo dejara sobre la mesa.

Hubo un significativo silencio que me sacó de mi ensimismamiento. Corrí hacia la puerta y me sobresalté al ver al mayordomo del Maer, Stapes, parado afuera. Las citaciones de Alveron habían sido siempre entregadas por un mensajero.

—Al Maer le gustaría verlo,” —dijo. Noté que el mayordomo parecía estar al borde de la fatiga. Sus ojos lucían cansados, como si no hubiera estado durmiendo lo suficiente.
— ¿En el jardín?
—En sus habitaciones, —dijo Stapes—. Te llevaré allí.

Si los chismes de los cortesanos eran ciertos, Alveron raramente recibía visitas en su habitación. Cuando comencé a caminar detrás de Stapes, no pude dejar de sentir alivio. Cualquier cosa era mejor que esperar.

***

Alveron estaba acostado en su gran cama de plumas. Parecía más pálido y delgado que la última vez que lo había visto. Sus ojos estaban aún claros y nítidos, pero hoy tenían algo más, alguna emoción endurecida.
Hizo un gesto hacia una silla cercana. —Kvothe. Entra. Siéntate. —Su voz era más débil también, pero aún tenía el peso de una orden. Me senté a su lado, sintiendo que no era el momento adecuado para darle las gracias por el privilegio.
— ¿Sabes cuantos años tengo, Kvothe? —Dijo sin preámbulos.
—No, su merced.
— ¿Cuánto supones? ¿Qué tan viejo me veo? —Capté el endurecimiento en sus ojos de nuevo: Ira. Una lenta, y ardiente ira, como brasas debajo de una fina capa de ceniza.
Mi mente corrió, tratando de decidir cuál sería la mejor respuesta. No quería arriesgarme a ofenderlo, pero la adulación irritaba al Maer a menos que fuera hecha con consumada sutileza y habilidad.
Mi último recurso entonces. Honestidad. —Cincuenta y uno, su merced. Tal vez cincuenta y dos.
El asintió lentamente, su ira parecía desvanecerse como un trueno en la distancia. —Nunca le preguntes a un hombre joven tú edad. Tengo cuarenta, con un cumpleaños el siguiente ciclo. Tienes razón, sin embargo, Me veo de cincuenta años si me vez hoy en día. Algunos podrían incluso decir que estas siendo generoso. —Sus manos alisaron las sábanas distraídamente—. Es algo terrible, envejecer antes de tiempo.
Se puso rígido de dolor, haciendo una mueca. Pasó después de un momento, y respiró hondo. Un brillo tenue de sudor cubría su rostro. —No sé cuánto tiempo seré capaz de hablar contigo. No parezco estar haciéndolo muy bien hoy.
Me levanté. — ¿Debería ir a buscar a Caudicus, su merced?
—No, —espetó—. Siéntate.
Lo hice.
—Esta maldita enfermedad se me ha contagiado en este último mes, agregando años y haciéndomelos sentir. He pasado mi vida cuidando mis tierras, pero he sido negligente en un sentido. No tengo familia, ni heredero.
— ¿Quiere decir contraer matrimonio, su merced?
Él se apoyó en las almohadas. —El rumor por fin se ha difundido, ¿no es así?
—No, su merced. Lo supuse por lo que ha dicho en algunas de nuestras conversaciones.
Me dirigió una mirada penetrante. — ¿Realmente? ¿De una conjetura y no de un rumor?”
—En verdad, su merced. Hay rumores, cargándose toda la corte, si usted de disculpa la expresión.
— “Cargándose toda la corte.” Eso es bueno. —Sonrió levemente.
—Pero la mayoría de ellos se refiere a un misterioso visitante del oeste. —Realicé una pequeña reverencia desde la silla—. No hay nada de matrimonio. Todos lo ven como el soltero más codiciado del mundo.
—Ah, —dijo, mostrando el alivio en su cara—. Ese solía ser el caso. Mi padre trato de casarme cuando era más joven. Era bastante cabeza dura sobre no casarme nunca. Ese es otro problema con el poder. Si posees demasiado, la gente no se atreve a señalar tus errores. El poder puede ser algo terrible.
—Lo imagino, su merced.
—Te quita tus opciones, —dijo—. Le da a un hombre oportunidades, pero al mismo tiempo le quita otras. Mi situación es difícil, por decir lo menos.

A través de mi vida he estado hambriento demasiadas veces como para sentir mucha empatía por la nobleza. Pero el Maer se veía tan pálido y débil mientras yacía allí que sentí un destello de simpatía. — ¿Qué situación es esa, su merced?

Alveron luchó para sentarse sobre las almohadas. —Si debo casarme, debe ser con la persona adecuada. Alguien de una familia de buena posición como la mía. No sólo eso, no puede ser un matrimonio por alianza. La mujer debe ser lo suficientemente joven para… —Se aclaró la garganta, con un sonido apergaminado—. Producir un heredero. Varios si es posible. —Me miró—. ¿Comienzas a ver mi problema?
Asentí lentamente. —Solo una pequeña parte de él, su merced. ¿Cuántas de esas mujeres hay?
—Unas pocas, —dijo Alveron, una pizca del viejo fuego volvió a su voz—. Pero no puede ser una de las jóvenes que el rey tiene bajo su control. Fichas de negociación y selladoras de tratados. Mi familia ha luchado para mantener nuestros plenos poderes desde la fundación de Vintas. Nunca negociaré con ese bastardo de Roderic por una esposa. No le cederé ni un grano de poder.
— ¿Cuántas mujeres están fuera del control del rey, su merced?
—Una. —La palabra cayó como plomo—. Y eso no es lo peor de todo. La mujer es perfecta en todos los sentidos. Su familia es respetable. Ella es educada. Joven. Hermosa. —La última palabra pareció ser difícil para él.
—Ella es perseguida por una multitud de cortesanos enamorados, hombres jóvenes y fuertes, con miel en sus lenguas. Ellos la quieren por cada razón, su nombre, sus tierras, su ingenio. —Hizo una larga pausa—. ¿Cómo respondería ella a los cortejos de un hombre viejo y enfermo que camina con un bastón si es que puede? —Torció la boca, como si las palabras fueran amargas.
—Pero sin duda su posición. . . —Comencé.
Levantó una mano y me miró a los ojos. — ¿Te casarías con una mujer que hubieras comprado?
Bajé la vista. “No, su merced.”
“Tampoco yo. La idea de usar mi posición para persuadir a esta mujer a casarse conmigo es. . . De mal gusto.”
No quedamos en silencio por un momento. Afuera por la ventana vi a dos ardillas perseguirse una a la otra alrededor del alto tronco de un fresno. —Su merced, si voy a ayudarlo a cortejar a esta dama. . . —Sentí el calor de la ira del Maer antes de volverme a verlo—. Le ruego me perdone, su merced. Me he sobrepasado.
— ¿Es esta otra de tus suposiciones entonces?
—Si, su merced.
Pareció luchar consigo mismo por un momento. Entonces suspiró y la tensión en la habitación se desvaneció. —Debería pedir tu perdón. Este dolor desgarrador vuelve mi temperamento sensible y no es mi costumbre discutir cuestiones personales con extraños, mucho menos que ellos adivinen lo que pienso. Dime el resto de lo que imaginas. Se valiente, si es necesario.
Respiré un poco mejor. —Creo que quiere casarse con esta mujer. Para cumplir con su deber, principalmente, pero también porque usted la ama.
Hubo otra pausa, no tan mala como la última, pero tensa sin embargo. —Amor, —dijo lentamente—, Es una palabra que los tontos usan con demasiada frecuencia. Ella es digna de amor, eso es seguro. Y tengo un cariño por ella. —Él se veía incómodo—. Eso es todo lo que diré. —Se volvió a mirarme— ¿Puedo contar con tu discreción?
—Por supuesto, su merced. ¿Pero por qué tanto secreto al respecto?
—Prefiero moverme en un momento de mi propia elección. Los rumores nos fuerzan a actuar antes de que estemos listos, o arruinan una situación antes de que haya madurado completamente.
—Entiendo. ¿Cuál es el nombre de la dama?
—Meluan Lackless, —dijo su nombre cuidadosamente—. Bien, he descubierto por mí mismo que eres encantador y de buenos modales. Lo que es más, el Conde Threpe me asegura que eres un gran escritor e intérprete de canciones. Esas cosas son exactamente lo que necesito. ¿Entraras a mi servicio en ese aspecto?
Dudé. — ¿Exactamente qué uso me dará su merced?
Me dirigió una mirada escéptica. —Yo creía que sería obvio para un adivinador tan bueno como tú.
—Sé que espera cortejar a la dama, su merced. Pero no sé cómo. ¿Me quiere para escribir una carta o dos? ¿Escribirle canciones? ¿Voy a subir balcones a la luz de la luna para dejar flores en su ventana? ¿Bailar con ella usando una máscara, usando su nombre como el mío? —Le dirigí una pálida sonrisa. —No sé bailar mucho, su merced.
Alveron rió, con una risa profunda y honesta, pero incluso a través de su sonido alegre, podía decir que reírse le provocaba dolor. —Estaba pensando más en los dos primeros, —admitió, hundiéndose de nuevo en las almohadas, con sus ojos pesados.
Asentí. —Voy a necesitar saber más acerca de ella, su merced. Tratar de cortejar a una mujer sin conocerla sería peor que tonto.
Alveron asintió con gesto cansado. —Caudicus te contara lo básico. Él sabe mucho sobre la historia de las familias. La familia es la base sobre la cual un hombre se encuentra. Necesitaras saber de dónde viene si estas cortejándola. —Me hizo un gesto para que me acercara y extendió un anillo de hierro, con el brazo temblando por el esfuerzo de permanecer en el aire. “Muéstrale esto a Caudicus y él sabrá que estas en mis asuntos.
Lo tomé con rapidez. — ¿Sabe él que usted planea casarse?
— ¡No! —los ojos de Alveron se abrieron completamente—. ¡No le hables de esto a nadie! Inventa alguna razón para tus investigaciones. Trae mi medicina.
Se recostó, cerrando sus ojos. Al salir le oí decir vagamente: —A veces ellos no lo dan conscientemente, a veces no lo dan de buena gana. Sin embargo. . . todo poder.”
—Si, su merced, —dije, pero él ya había caído en un sueño irregular antes de que dejara la habitación.

4 comentarios:

  1. buffff... brutal, gracias por la traducción xD estoy deseando saber cómo se desarrolla esto jajaja

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  2. Van a subir el pack de capitulos al 50 o diractamente al 60? Gracias

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  3. a este paso subiran ya el de los 150 xD

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  4. Sois de lo mejorcito, gracias a vosotros me estoy quitando la ansiedad por leer este pedazo de libro que hace años que espero ansiosamente.
    En cuanto salga va directo a mi bilioteca

    gracias por vuestro enorme esfuerzo

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