viernes, 21 de octubre de 2011

Capitulo 79

Pues aqui esta este capitulo traducido por Chio!! :D una de nuestras mas recientes traductoras! sigan pidiendo capitulos que ya es lo ultimo!
 Ya tengo completo el capitulo siguiente asi que puedo decir con seguridad que mañana tambien hay, tambien el pack de capitulos, sale que esten genial todos n__n ya falta poquitisimo para que salga la traduccion oficial! me emociona jeje.

Capitulo 79
Señales

Después del desayuno, Marten comenzó a enseñarnos a Tempi y a mi cómo buscar el rastro de los bandidos.
Cualquier persona puede detectar un trozo de camisa rota colgando de una rama o una huella impresa en la tierra, pero esas cosas nunca suceden en la vida real. Se hacen con propósito de hacer conveniente la trama en las obras de teatro, pero en realidad, ¿cuándo te has arrancado alguna vez la ropa tan en serio que te has dejado un pedazo detrás?
Nunca. Las personas que estábamos cazando eran muy listas, así que no podía contar con que  ellos cometieran errores obvios. Eso significaba que Marten era el único entre nosotros que tenía alguna idea de lo que estábamos buscando.
—Cualquier rama rota, —dijo—. En su mayoría va a estar donde las cosas son tupidas y enredadas: a la altura de la cintura o la altura del tobillo. —Hizo un gesto como si pateara a través de espesos matorrales y apartara a un lado cosas con las manos—. Ver una ruptura real es difícil, así que busquen en las hojas. —Hizo un gesto a un arbusto cercano—. ¿Qué ven allí?
Tempi señaló a una rama inferior. Hoy llevaba su camisa gris lisa de andar y sin sus rojos de mercenario, se veía aún menos imponente.
Miré hacia donde apuntaba Tempi y vi la rama que había sido quebrada, pero no lo suficiente como para romperse.
— ¿Así que alguien ha pasado por aquí? —Le pregunté
Marten se encogió de hombros con su arco colgado sobre uno de ellos. —Yo pase. Lo hice ayer por la noche. —Él nos miró—. ¿Ven cómo incluso las hojas que no están colgando extrañamente están empezando a marchitarse?
Asentí con la cabeza.
—Eso significa que alguien ha pasado por este camino hace un día o dos. Si ya han pasado dos o tres días, las hojas se ponen marrones y mueren. Mira ambas, cerca una de la otra. . . — Me miró.
—Significa que tienes a alguien que se mueve por la zona más de una vez, con días de diferencia.
Él asintió con la cabeza. —Mientras estoy explorando y echando un ojo fuera buscando a los bandidos, ustedes serán los que tengan su nariz sobre el suelo. Cuando encuentren algo como esto, me llaman.
— ¿Llamar? —Tempi ahueco sus manos alrededor de su boca y volvió la cabeza en diferentes direcciones. Hizo un amplio gesto a los árboles circundantes y se llevó la mano a la oreja, fingía escuchar.
Marten frunció el ceño. —Tienes razón. No pueden ir gritándome. —Se frotó la nuca con frustración—. Maldita sea, no pensamos esto hasta el final.
Le sonreí. —Yo lo pensado, —le dije y saqué un silbato de madera áspera que había tallado la noche anterior. Sólo tenia dos notas, pero eso era todo lo que necesitábamos. Lo puse en mi boca y soplé. Ta-ta DEE. Ta-ta DEE.
Marten sonrió. —Eso es una Viuda de Will, ¿no? El tono esta muerto.
Asentí con la cabeza. —Eso es lo que hago.
Se aclaró la garganta. —Desafortunadamente, la Viuda de Will es también llamada la Noche-Chirria. Hizo una mueca, como disculpándose—. Chirria de Noche, claro está. Eso va a atraer el oído de cualquier leñador experimentado como un anzuelo si vas soplando cada vez que quieras que yo vaya echar un vistazo a algo.
Bajé la vista al silbato. —Manos Negras, —juré—. Debería haber pensado en eso.
—Es una buena idea, —dijo—. Sólo necesitamos uno para un pájaro diurno. Tal vez un gaitero de oro. —Él silbó dos notas—. Eso debería ser bastante simple.
—Voy a tallar uno diferente esta noche, —dije y me incliné por una ramita. La partí y di la mitad a Marten. —Esto voy a hacer si tengo que avisarte hoy.
Miró vagamente el palito. — ¿Cómo exactamente va a ayudar?
—Cuando necesitamos tu opinión sobre algo que hemos encontrado, voy a hacer esto. Me concentré, murmuré un enlace y moví mi mitad del palito.
Marten saltó medio metro hacia arriba y uno y medio hacia atrás, dejando caer el palito. Para su crédito, no gritó. — ¿Que en diez infiernos fue eso? —Siseó, retorciéndose las manos.
Su reacción me sorprendió y mi propio corazón estaba agitado. —Marten, lo siento. Es sólo un poco de simpatía. —Vi una arruga en su entrecejo y cambié de táctica—. Sólo una pequeña magia. Es como un trozo de cuerda mágica que utilizo para atar dos cosas juntas.
Me imaginaba a Elxa Dal tragarse su lengua ante esta descripción, pero seguí adelante. —Yo puedo unir estas cosas, así que cuando tiro de la mía. . . —Me moví para pararme a donde su mitad de la rama estaba en el suelo. Alcé mi mitad y la otra mitad del suelo se elevó en el aire.
Mi demostración tuvo el efecto deseado. Moviéndose juntas, las dos ramas parecían la más burda y más triste marioneta en el mundo. Nada de lo que asustarse. —Es como una cuerda invisible, excepto que no se enreda o se queda atrapada en nada.
— ¿Qué tan fuerte va a tirar de mí? —Preguntó con cautela—. No quiero que me tiré de un árbol cuando estoy explorando.
—Soy sólo yo en el otro extremo de la cuerda, —le dije—. Yo sólo la voy a sacudir un poco. Como al flotante en una línea de pesca.
Marten dejó de retorcerse las manos y se relajó un poco. —Me sorprendiste es todo, —dijo—.
—Es mi culpa, —le dije—. Debería haberte advertido. —Cogí el palito, manejándolo con una indiferencia deliberada. Como si no fuera nada más que un palo ordinario. Por supuesto que no era más que un palo ordinario, pero Marten  lo necesitaba para estar tranquilo en cuanto a ese punto. Es como Teccam dijo nada en el mundo es más difícil que convencer a alguien de una verdad desconocida.


***

Marten nos enseñó a ver cuándo las hojas o las agujas de pino habían sido perturbadas, cómo detectar cuando se había caminado a través de las piedras, cómo saber si el musgo o los líquenes habían sido dañados por el pasar de una persona.
El viejo cazador era un profesor sorprendentemente bueno. No se extendía en sus puntos, no nos hablaba rebajándonos y no le importaban las preguntas. Incluso los problemas de Tempi  con el idioma no le frustraron.
Aun así, nos tomó horas. Un día completo y la mitad de otro. Entonces, cuando pensé que finalmente habíamos terminado, Marten nos dio vuelta y comenzó a llevarnos hacia el campamento.
—Ya hemos estado aquí, —le dije—. Si vamos a la practicar, practiquemos en la dirección correcta.
Marten no me hizo caso y siguió caminando. —Dime lo que ves.
Veinte pasos más adelante, Tempi señaló. —Musgo, —dijo—. Mi pie. Yo caminé.
La comprensión llego a mí y me puse a ver todas las marcas que Tempi y yo dejamos. Durante las siguientes tres horas, Marten nos llevó paso tras humillante paso de nuevo entre los árboles, mostrándonos todo lo que habíamos hecho para delatar nuestra presencia allí: una parte desgastada en contra de los líquenes sobre un tronco de árbol, un trozo de roca recién roto, la decoloración de las agujas de pino desprendidas.
Lo peor de todo eran media docena de hojas de color verde brillante que estaban destrozadas en el suelo en un ordenado semicírculo. Marten levantó una ceja y me ruboricé. Yo las había sacado de un arbusto cercano, triturándolas ociosamente mientras escuchaba a Marten.
—Piensen dos veces y pisen con cuidado, —dijo Marten—. Y mantengan un ojo en el otro. —Miró de ida u vuelta entre Tempi y yo—. Estamos jugando un juego peligroso aquí.
A continuación, Marten nos mostró la manera de cubrir nuestras huellas. Pronto quedó claro que una señal mal disimulada a menudo era más obvia que una simplemente dejada en paz. Por eso, durante las próximas dos horas aprendimos a ocultar nuestros errores y a rastrear los errores que otros habían tratado de ocultar.
Sólo entonces, cuando la tarde se volvía noche, Tempi y yo empezamos a buscar en esa franja de bosque más grande que la mayoría de las baronías. Caminamos juntos, en zigzag de ida y vuelta, en busca de cualquier señal del rastro de los bandidos.
Pensé en el largo día que se extendía por delante de nosotros. Yo había pensado que buscar en los archivos había sido tedioso. Sin embargo, buscar una rama rota entre todo ese bosque hacia parecer la caza del gramo como ir a la panadería por un bollo.
En los Archivos tuve la oportunidad de hacer descubrimientos por accidente. En los Archivos tuve a mis amigos: conversación, bromas, cariño. Mirando de reojo a Tempi, me di cuenta de que podía contar las palabras que había dicho hoy: veinticuatro y el número de veces que había hecho contacto visual: tres.
¿Cuánto tiempo se necesitaría? ¿Diez días? ¿Veinte? Tehlu misericordioso, ¿podría pasar un mes aquí, sin volverme loco?
Con pensamientos como estos, cuando vi algunos trozos de corteza de un árbol y un puñado de hierba doblada por el camino equivocado, estaba inundado de alivio.
Como no quería hacerme ilusiones, hice una seña a Tempi. — ¿Ves algo aquí? —Él asintió con la cabeza, jugando con el cuello de su camisa y luego señaló a la hierba que había visto. Luego señaló un poco de desgaste de la raíz expuesta que no había notado.
Casi aturdido por la emoción, saqué la rama de roble y avisé a Marten. Lo moví con mucho cuidado, porque no quería enviarle otro susto.
Eso fue solo dos minutos antes de que Marten saliera de los árboles, pero para ese momento, había formado ya tres planes en cuanto a la manera de rastrear y matar a los bandidos, compuesto cinco monólogos de disculpa a Denna y decidido que cuando volviera a Severen, donaría dinero a la iglesia Tehlina dando las gracias por este milagro tangible.
Esperaba que Marten se irritara por que le había llamado de nuevo tan pronto. Pero su expresión era muy convencional cuando llegó junto a nosotros.
Señalé la hierba, la corteza y la raíz. —Tempi vio el último. —Dije, dando crédito a quien crédito merece.
—Bueno, —dijo en serio—. Buen trabajo. También hay una rama doblada por ahí—. Hizo un gesto a pocos pasos a la derecha.
Me volví para hacer frente a la dirección que la pista parecía indicar. —Lo más probable es que estén al norte de aquí, —le dije—. Más allá del camino. ¿Crees que sería mejor exploramos un poco ahora, o esperamos hasta mañana, cuando estemos frescos?
Marten me miró. — ¡Dios mío, muchacho! Estas no son señales reales del rastro. Son demasiado obvias, todas muy juntas. —Él me dirigió una larga mirada—. Yo las dejé. Necesitaba asegurarme de que no iban a dormirse después de unos minutos de mirar.
Mi alegría cayó de un lugar en mi pecho y aterrizó a mis pies, rompiéndose, como un frasco de vidrio inclinado desde un estante alto. Mi expresión debe haber sido lamentable, ya que Marten me dio una sonrisa de disculpa. —Lo siento. Debí haberles dicho. Voy a estar haciéndolo de vez en cuando todos los días. Es la única oportunidad que tenemos que estar alerta. Esta no es mi primera vez cazando a través de montones de heno, ya sabes.


***

La tercera vez que llamamos a Marten de regreso, nos propuso hacer una apuesta. Tempi y yo íbamos a ganar medio penique por cada señal que encontráramos y él iba a ganar un sueldo de plata por cada una que perdiéramos. Brinque ante la oferta. No sólo nos ayudaría a mantenernos en nuestros pies, sino que cinco a uno, las probabilidades parecían más que generosas.
Esto hizo que el resto del día pasara rápidamente. Tempi y yo perdimos algunas señales: un madero desplazado fuera de lugar, algunas hojas esparcidas y una telaraña rota. Pensé que esto último era un poco injusto, pero aun así, para el momento en que nos dirigimos de vuelta al campamento por la noche, Tempi y yo estábamos dos peniques por delante.
Durante la cena, Marten contó una historia sobre el hijo de una viuda joven que dejó su casa para hacer su fortuna. Un calderero le vendió un par de botas mágicas que le ayudaron a rescatar a una princesa en una alta torre en las montañas.
Dedan asentía con la cabeza mientras comía, sonriendo como si la hubiera escuchado antes. Hespe rió en algunos lugares, se quedó sin aliento en otros, el público perfecto. Tempi permaneció inmóvil con las manos cruzadas en su regazo, no mostrando nada de la inquietud nerviosa que había llegado a esperar de él. Se quedó de esta manera durante toda la historia, escuchando, mientras que su cena se enfriaba.
La historia era buena. Había un gigante hambriento y un juego de adivinanzas. Pero el hijo de la viuda era inteligente y al final se llevó a la princesa hacia atrás y se casó con ella. Me era una historia familiar y escucharla me recordó tiempos pasados, cuando yo tenía un hogar, una familia.

4 comentarios:

  1. graciaaaaaaaaaaas!!!!!! son lo mejor!!!! =)

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  2. Muchas gracias, siento que se acercan a los bandidos y muy lentamente Kvothe a Tempi.

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  3. Muchas gracias, que gran trabajo

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  4. Muy bueno la verdad ! Pero como dije antes tinker es gitano y no calderero !

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